LA GUERRA DE ESPAÑA, EL PCE Y LA INTERNACIONAL COMUNISTA

martedì 26 giugno 2007.
 


PRESENTACION DEL EDITOR

PRESENTACION A LOS LECTORES ITALIANOS

1. Sin partido comunista no hay revolución proletaria

2. La línea de construcción del partido comunista

3. El contenido de la revolución proletaria

4. La forma de la revolución proletaria

5. Los partidos nacionales y el partido internacional

6. Las contradicciones políticas durante la revolución

7. Cómo el revisionismo moderno pudo afirmarse y llevar a los partidos comunistas a la liquidación


PRESENTACION DEL EDITOR:

 

El año pasado celebramos el 50 aniversario de la victoria de la Resistencia y hemos tratado de extraer de ella para nuestra lucha las enseñanzas que hemos expuesto en el folleto El punto más alto alcanzado hasta ahora en nuestro país por la clase obrera en su lucha por el poder . El 60 aniversario de la guerra de España nos ofrece ahora la ocasión para asimilar otras enseñanzas de la experiencia de la primera oleada de la revolución proletaria (1910 -1945).

La guerra de España (1936-1939) fue uno de los episodios más importantes dentro de la convulsión general que en el período 1910-1945 cambió la faz del mundo entero, particularmente de Europa, dando lugar a los primeros países socialistas, a las primeras experiencias de la dictadura del proletariado y de transición del capitalismo al comunismo.

La guerra de España es, pues, un episodio rico en enseñanzas que tienen una gran actualidad, tanto en lo que respecta al enfrentamiento político internacional como en lo que respecta a la lucha entre la clase obrera y la burguesía imperialista por el poder y la dirección de cada país.

A nivel internacional, la guerra de España, junto con la agresión del imperialismo japonés a China (cuyo 60 aniversario se cumple también ahora), marcó el inicio de la II Guerra Mundial, la fase final de la primera crisis general del capitalismo. En ambos episodios se pone claramente de manifiesto que los financieros, los capitalistas, los explotadores, los poderosos y el resto de las clases dominantes de los países imperialistas «democráticos» (Francia, Inglaterra, USA), a fin de conservar sus privilegios y su poder, acabaron apoyando a los agresores nazifascistas para que sofocasen el movimiento comunista y revolucionario del proletariado, de las clases y pueblos oprimidos. La lección de entonces es particularmente útil ante la crisis del sistema de relaciones internacionales que tiene lugar actualmente a causa de la nueva crisis general del capitalismo, ante la continua intensificación de las contradicciones y conflictos entre grupos y Estados imperialistas, ante la fragmentación del mundo en regiones, países y coaliciones enfrentadas como resultado de la acentuada mundialización de la actividad de los capitalistas.

A nivel interno, la guerra de España mostró el heroísmo, la creatividad y fuerza de millones de obreros, campesinos y otros trabajadores, mujeres y hombres, de diversas orientaciones ideológicas y distinto nivel de conciencia, que combatieron con todas sus fuerzas y del mejor modo de que eran capaces para conquistar una nueva vida en una sociedad socialista, apoyados por los elementos más avanzados de las masas populares de todo el mundo y en particular por la Internacional Comunista y la Unión Soviética.

El Partido Comunista de España, aunque era todavía débil, dio lo mejor de sí para movilizar, organizar y dirigir a las masas populares hacia la victoria, convirtiéndose por ello en el principal dirigente de la lucha del pueblo español contra el fascismo interno e internacional. Pero la derrota sufrida por las masas populares de España en esa guerra fue debida principalmente a los errores y límites que el partido no llegó a corregir ni superar a tiempo. Identificar esos errores y límites es importante porque la segunda crisis general del capitalismo, iniciada a mediados de los años 70, está llevando nuevamente hacia el enfrentamiento entre la revolución y la contrarrevolución, entre la movilización revolucionaria y la movilización reaccionaria de las masas. La burguesía imperialista está eliminando progresivamente todas las conquistas arrancadas por las masas populares, trata a millones de hombres como «sobrantes» y los margina y somete a condiciones intolerables. Ante esto, día tras día y en cualquier parte del mundo, es cada vez mayor la multitud de trabajadores que se incorpora a la lucha, al tiempo que el movimiento comunista está renaciendo por todas partes.

Independientemente de nuestros pensamientos y deseos, la segunda crisis general del capitalismo puede dar lugar solamente a la movilización revolucionaria de las masas (la movilización dirigida por la clase obrera mediante su partido comunista con el objetivo de instaurar el socialismo), y a la movilización reaccionaria de las masas (la movilización dirigida por algún grupo de la burguesía imperialista con el objetivo de lanzar a una parte de las masas contra otra) y al enfrentamiento entre las dos. Por tanto, la reconstrucción de un partido comunista, que esté a la altura de las tareas que la situación plantea a la clase obrera, es el primer salto cualitativo a realizar en nuestro país. Este libro contiene grandes enseñanzas al respecto.

Este libro ha sido publicado por capítulos, en fascículos a modo de suplementos, desde el número 21 (abril 1993) al 27 (marzo 1995) de Resistencia, órgano del Partido Comunista de España (reconstituido), con el título general de Aproximación a la historia del PCE . Creemos hacer algo útil para los lectores anteponiendo al texto la Presentación a los lectores italianos , escrita por un colaborador nuestro para esta edición, así como una breve cronología histórica de España y del movimiento comunista internacional. Con el mismo fin hemos añadido una bibliografía esencial sobre la Internacional Comunista y la guerra civil española.

 

PRESENTACION A LOS LECTORES ITALIANOS:

 

Este libro no es una historia detallada del nacimiento y desarrollo ni de la actividad y liquidación del PCE, desde principios de los años veinte hasta los años cincuenta de nuestro siglo. Es más bien un balance de las experiencias acumuladas a lo largo de su existencia, un balance hecho hoy, a casi cuarenta años del final de su vida y a la luz de la experiencia del movimiento comunista internacional, por los camaradas del PCE (r) - Partido Comunista de España (reconstituido) basándose en el método del materialismo dialéctico. Los lectores que quieran tomar conciencia directa de la masa de acontecimientos cuyas conexiones y significado se abordan en este trabajo histórico, deberán recurrir a las fuentes indicadas en las notas finales de los capítulos correspondientes y a otros relatos y memorias sobre la guerra civil española y la Internacional Comunista.

En este libro los autores responden fundamentalmente a la pregunta: «¿Por qué el PCE no consiguió cumplir su tarea, es decir, por qué no consiguió guiar la gran y heroica lucha llevada a cabo por las masas populares españolas durante la primera crisis general del capitalismo hasta liquidar el poder de la burguesía imperialista en España, sino que, por el contrario, esa gran y heroica lucha concluyó con la liquidación del PCE? ¿Cuáles fueron los errores que el PCE no llegó a corregir y los límites que no llegó a superar y que permitieron su liquidación?».

La pregunta y la respuesta no afectan sólo a los comunistas españoles. Ambas, por el contrario, tienen una relevancia universal. La misma pregunta hay que planteársela con respecto a gran parte de los partidos comunistas constituidos durante la primera crisis general del capitalismo (1910-1945); no por casualidad los autores indican, en la conclusión del capítulo Vl, la respuesta universal. Tanto la pregunta como la respuesta no responden solamente a la necesidad intelectual de conocer, sino a la necesidad que tienen los comunistas de alcanzar una mayor comprensión del proceso de la contradicción que todavía caracteriza a la sociedad, para llevar a buen puerto el renacimiento del movimiento comunista en el marco de la segunda crisis general del capitalismo actualmente en curso: en suma, para elaborar una teoría que les sirva de guía en su actividad revolucionaria.

En el siglo pasado, Marx y Engels mostraron el carácter transitorio del modo de producción capitalista. Explicaron su nacimiento y asentamiento, ilustraron las leyes de su desarrollo y señalaron que su desaparición y sustitución por una nueva sociedad, la sociedad comunista, era un hecho inevitable, que se realizaría a pesar de la furiosa y desesperada resistencia que la burguesía y todas las demás clases explotadoras opondrían. Y ello aunque la nueva sociedad constituyese una ruptura radical con milenios de historia de la humanidad en que la gran mayoría de los hombres había sido confinada, según las circunstancias, a ejercer el papel de fuerza de trabajo, de «carne de cañón» y de proveedores de consenso y votos al servicio de una pequeña minoría de privilegiados. Marx y Engels demostraron que el mismo capitalismo creaba durante su desarrollo las condiciones necesarias para la existencia de una nueva sociedad, obligaba a la burguesía a descomponerse internamente de manera cada vez más profunda y devastadora y que dicho desarrollo creaba inevitablemente tales condiciones objetivas de existencia para las clases oprimidas que no sólo las obligaban a concebir la nueva sociedad y a luchar por ella, sino que también las educaban para acometer esa tarea. Con ello indicaron cuál era el resultado hacia el que tendía la lucha entre las clases, independientemente de la conciencia que de ella tuviesen sus protagonistas y del papel posible y determinante de los comunistas. 

En la primera mitad de nuestro siglo, Lenin ilustró la tesis de que la época imperialista del capitalismo (iniciada a finales del siglo pasado, durante la Gran Depresión de los años 1872-1945, y caracterizada por el papel dirigente de los monopolios y del capital financiero, por la mundialización de la actividad de los capitalistas y por el reparto del mundo entero entre un puñado de grupos y Estados imperialistas) es la época del declive del capitalismo y de la afirmación de la revolución proletaria, de la instauración del socialismo, fase de transición del capitalismo al comunismo. Tanto Lenin como Stalin dirigieron la primera revolución socialista victoriosa, la Revolución de Octubre, que instauró el primer Estado de los obreros y los campesinos dirigido por el proletariado, guiaron la constitución y actividad de la Internacional Comunista y la construcción del primer país socialista y, posteriormente, del campo de los países socialistas e impulsaron la formación de partidos comunistas prácticamente en todos los países del mundo, tanto en los países capitalistas como en los países coloniales y semicoloniales.

Pero, por una parte, ya durante la primera crisis general del capitalismo (1910-1945), que había obligado a las masas populares de todo el mundo a movilizarse, los partidos comunistas consiguieron conducirlas a la victoria sólo en algunos países, mientras que en los demás la movilización de las masas fue sofocada al nacer, derrotada o desviada bajo la dirección de los grupos imperialistas. Por otra parte, desde la conclusión de la primera crisis general del capitalismo hasta hoy, el movimiento comunista internacional ha conocido una serie de derrotas: la imposición en su seno del revisionismo moderno, la consiguiente corrupción y degeneración de los partidos comunistas y del campo socialista, el derrumbe de numerosos Estados socialistas y la disolución de muchos partidos comunistas y la transformación de otros en partidos burgueses.

¿,Qué hacer frente a estos reveses?

Las derrotas no son el final de un movimiento histórico en ascenso, sino que acompañan inevitablemente su asentamiento. Toda transformación de importancia histórica de la sociedad humana se ha abierto camino sólo a través de intentos fallidos y de superar derrotas, y extrayendo de unos y otras enseñanzas para reforzarse hasta alcanzar la victoria. Las derrotas sufridas por el movimiento comunista alimentan la maligna alegría de sus adversarios y de las clases dominantes. Pero la prueba de que los exorcismos de la burguesía («El comunismo ha fracasado») no se corresponden con la realidad, no está en los resultados (por otra parte innegables y grandiosos) del movimiento comunista, sino en las condiciones actuales del capitalismo, en la nueva crisis general que lo corroe sin perspectivas de solución. Esta situación lleva a los grupos y Estados imperialistas a enfrentarse nuevamente entre sí y a declarar como «sobrantes», en cualquier parte del mundo, a millones de hombres y mujeres, niños y ancianos, con la pretensión de marginarlos de la vida social. Las derrotas de los comunistas no ponen, pues, en entredicho las perspectivas históricas y el buen fundamento de su acción, pero los comunistas necesitan comprender las causas de sus derrotas. Es una condición necesaria para abrirse camino, para avanzar y combatir la desconfianza y desmoralización en sus propias filas, pues ninguna muralla china los separa del resto de las masas populares ni les preserva de la influencia desmoralizadora y corruptora de la burguesía. Para todo movimiento histórico en ascenso las derrotas son una fuente de enseñanzas y progreso. Los protagonistas y promotores de este movimiento pueden y deben utilizarlas como tales para aumentar su vitalidad y fortaleza.

Los hombres también necesitan representarse en la conciencia las batallas que deben librar. El movimiento revolucionario, sin una teoría que lo guíe, sin una cierta comprensión de los obstáculos que lo frenan y bloquean no puede desarrollarse más allá de un nivel elemental. De aquí la gran importancia de libros de historia como éste que presentamos a los lectores italianos. Este libro marca un cambio en la historiografía de la primera oleada de la revolución proletaria que se desarrolló durante la primera mitad de nuestro siglo. Frente a los libros de historia escritos por los difamadores del movimiento comunista (por enemigos declarados o revisionistas, trotskistas, bordiguistas y elementos de otras corrientes de la cultura burguesa destinada a los obreros) con el fin de hacer arraigar en la conciencia del proletariado sus derrotas y declararlas definitivas, como se hace en la Historia del Partido Comunista Italiano de Paolo Spriano; frente a los libros de historia escritos por los protagonistas y admiradores del movimiento comunista que se limitan a relatar e ilustrar sus conquistas y hechos heroicos, este libro explica las causas de las derrotas y miserias del movimiento comunista, muestra la conexión dialéctica de éstas con esos éxitos y hechos heroicos, explica sus motivaciones y extrae enseñanzas que nos sirven para hoy. Además, sus autores muestran que las concepciones y líneas que les guían en su actividad actual están corroboradas por el balance de su experiencia y de la experiencia del movimiento comunista internacional.

A causa del carácter internacional del movimiento comunista, los comunistas de todo el mundo y, en particular, los comunistas italianos, tienen mucho que aprender de la respuesta dada por los comunistas españoles. Sobre todo, a la vista de los muchas semejanzas que hay entre España e Italia, lo que, por otra parte, no nos debe llevar a olvidar las diferencias estructurales y superestructurales que existen entre ambas. Que a los comunistas italianos se les plantea una pregunta análoga a la que dan respuesta los autores de este libro, es evidente.

Por tanto, el estudio de este libro ofrece muchas enseñanzas a todos aquéllos que en Italia quieren contribuir al renacimiento del movimiento comunista. El balance del movimiento comunista español les ayudará a avanzar

más rápidamente y con menos errores en el balance del movimiento comunista italiano. Aunque, inevitablemente, no

a medida que su práctica ponga al orden del día el problema al que las enseñanzas se refieren, es decir, a medida que avance la reconstrucción del Partido Comunista Italiano.

En esta presentación quiero destacar algunos puntos del balance del movimiento comunista italiano que los

acontecimientos prácticos y el debate político, desde los años sesenta hasta hoy, han puesto ya al orden del día,

balance del movimiento comunista español expuesto en este libro ofrece útiles y convincentes elementos y respuestas.

 

1. Sin partido comunista no hay revolución proletaria

La experiencia de la revolución proletaria muestra la necesidad del partido comunista como un organismo capaz

de recoger la experiencia de las masas, elaborarla y sintetizarla en forma de líneas políticas y métodos, y de esta forma, devolverla a su vez a las masas para que se sirvan de ella en sus luchas; es decir, muestra la necesidad de un partido que ejerza la dirección de la clase obrera y del resto de las masas populares en la lucha por la eliminación de la burguesía imperialista y la superación del capitalismo. En suma, la necesidad de un organismo que ejerza sobre la clase obrera y el resto de las masas populares un papel análogo al que la conciencia desempeña en el organismo humano. Un partido que adopte la «línea de masas» (en el significado que la expresión tiene en Algunas cuestiones referidas a los métodos de dirección -1 junio 1943, vol. 8 de las Obras de Mao Tse-tung) como método principal de trabajo y dirección. Es una lección que los autores afirman explícitamente ya al final de la segunda parte del capítulo I de su escrito y que ponen de manifiesto a cada paso, a lo largo todo el desarrollo del balance. La necesidad del partido queda demostrada tanto por los resultados positivos de la lucha de las masas cuando su dirección es justa, como por los éxitos limitados o negativos de la misma cuando falta la dirección del partido o ésta sigue un camino erróneo. El papel determinante del partido está demostrado tanto por los éxitos positivos de su justa dirección como por los resultados catastróficos de su degeneración.

La construcción y defensa del partido y de su naturaleza comunista y su corrupción, degeneración e infiltración,

se convierten en objetivos determinantes de la lucha entre las dos clases antagónicas. Los resultados catastróficos

de los partidos comunistas están a la vista de todo el mundo.

En el movimiento revolucionario italiano la subordinación a la oligarquía financiera se convirtió en el rasgo característico de la línea del PCI caído en las manos de los revisionistas tras la conclusión victoriosa de la Resistencia; la rebelión frente a esta línea produjo una amplia desafección hacia el partido. Reforzó las corrientes espontaneístas (Autonomía, grupos anarquistas, obreristas, economicistas, sindicalistas, etc.), sembró la indiferencia hacia el trabajo del partido y la asimilación de las enseñanzas del movimiento comunista incluso entre compañeros que las aceptaron en principio como línea. No por casualidad hasta las Brigadas Rojas, que recogieron del movimiento de las masas la exigencia de luchar por el poder y que surgieron con el objetivo de reconstruir el partido comunista mediante la propaganda armada, abandonaron en la práctica este objetivo y se desviaron hacia la constitución de una organización combatiente. El papel indispensable del partido comunista para conducir victoriosamente la guerra contra la burguesía imperialista se desprende de toda la historia de la guerra de España. Esto podrá ayudar a los comunistas italianos a distinguir lo justo de lo erróneo en la historia del Partida Comunista Italiano, a huir de las desviaciones espontaneístas, anarquistas, sindicalistas, bordiguistas, trotskistas y militaristas que han demostrado ampliamente su inconsistencia para llevar a cabo la revolución proletaria.

 

2. La línea de construcción del partido comunista

Recorriendo la historia del PCE, los autores llegan repetidamente a la conclusión de que la efectiva formación de un partido comunista capaz de hacer frente a la tarea de guiar a las masas populares hacia la eliminación del poder de la burguesía imperialista requiere «un largo periodo de trabajo entre las masas, de acumulaci6n de experiencias, de lucha ideológica y de elaboración teórica. (...) Su formación (del partido) se facilita con una acertada teoría revolucionaria que, a su vez, no es un dogma, sino que sólo se elabora de manera definitiva en estrecha conexión con la experiencia práctica de un movimiento verdaderamente de masas y verdaderamente revolucionario» (capitulo I). «(...) la elaboración de la línea política, el conocimiento del mundo objetivo de cada país, como en todo proceso de conocimiento, no podía ser más que resultado de la experiencia directa de los comunistas de esos mismos países, de su participación en la lucha revolucionaria y, por consiguiente, no podía dejar de estar sujeta a las propias leyes del conocimiento, a un movimiento gradual de acumulación de experiencias, de conocimientos parciales, favorecidos por las derrotas y victorias, así como por las luchas internas, hasta llegar a un conocimiento superior que permitiese descubrir las leyes de su propia revolución» (capitulo I).

Esta es una enseñanza fundamental para todos aquéllos que en Italia se empeñan en la construcción del partido. Para los que se sienten atraídos por la tentación (particularmente fomentada por trotskistas y bordiguistas) de construir un partido alrededor de una mesa, un «partido de cuadros» que deberá dirigir la revolución «cuando estalle». Para los que piensan que los comunistas (o los «verdaderos comunistas») ya existen y que el problema es unirlos en una sola organización, y no analizan por qué todos los intentos que se han llevado a cabo desde los años sesenta hasta hoy de construir una organización de ese tipo han fracasado estrepitosamente. Para los que postergan la constitución del partido para cuando sea «reconocido por las masas» y pierden el tiempo buscando un partido «reconocido por las masas», como si las masas pudiesen reconocer a un partido que no puede ejercer una justa dirección de su movimiento y existiese un «reconocimiento de las masas» que fuese algo más que la dirección del partido sobre la actividad de las mismas. Para los que reclaman «para las masas» y para el «movimiento de masas» las tareas y los papeles que sólo el partido y los constructores del partido pueden llevar a cabo. Para los que se dejan arrastrar y neutralizar por la impaciencia, para los que están desmoralizados por los retrocesos (verdaderos o supuestos) que inevitablemente acompañan la «efectiva formación» de todo partido, para los que piensan que no hay nada que aprender y que el problema se reduce a las resistencias que oponen «los demás», los opositores o «las masas», a la hora de aceptar su dirección y compartir sus concepciones. 

La «efectiva formación» del partido comunista es un proceso de aprendizaje, un proceso durante el cual el sujeto se transforma para adherirse a la realidad y transformarla según las mismas leyes de la realidad. Las leyes del proceso de conocimiento son también las leyes de la formación del partido. Por tanto, el problema es el de formar un sujeto colectivo que quiera aprender y poner en marcha un proceso de conocimiento. Un colectivo y un proceso en el que pueden participar todos aquéllos que están dispuestos a someterse a las exigencias que ambos imponen y a transformarse. ¿Acaso pueden los hombres aprender a hacer una cosa que nunca han hecho sin hacerla? ¿,Qué muestra la impaciencia ante un niño que aprende a caminar si no son los límites del educador? ¿Qué muestra la desesperación de un albañil ante su construcción inacabada sino su falta de experiencia? ¿Qué debe hacer hoy un partido comunista para convertirse efectivamente en tal partido? Estas preguntas encuentran respuestas en las leyes del proceso de conocimiento, para las cuales me remito a Mao Tse-tung, en particular a los dos escritos Sobre la práctica (julio 1937, vol. 5 de las Obras de Mao Tse-tung) y Los diez puntos - De dónde provienen las ideas correctas (mayo 1963, vol. 20). Los partidos comunistas constituidos bajo el impulso de la Internacional Comunista durante la primera crisis general del capitalismo, en el curso de la primera oleada de la revolución proletaria, aprendieron hasta cierto punto a actuar efectivamente como tales, llegaron hasta cierto punto a corregir los errores y superar los limites que les impedían ejercer su papel. Reconocer en su experiencia los errores no corregidos y los limites no superados, es decir, recoger su experiencia y aprender de ella, permite a los comunistas de hoy llegar más rápidamente a realizar mejor su labor.

 

3. El contenido de la revolución proletaria

En su escrito, los autores muestran repetidamente los errores cometidos por el PCE debidos al hecho de que el partido no tenía una posición justa y firme acerca de la naturaleza del proceso revolucionario en España, que no tenía una comprensión adecuada de la naturaleza de la contradicción principal y de las contradicciones secundarias de la sociedad española y de sus recíprocas relaciones a largo plazo y en cada fase de la revolución, diría Mao ( Sobre la contradicción - agosto 1937, vol. 5 de las Obras de Mao Tse-tung). ¿Revolución socialista o revolución democrático-burguesa? ¿Revolución democrático-burguesa de viejo tipo (es decir, dirigida por la burguesía) o revolución de nueva democracia (es decir, revolución democrático-burguesa dirigida por la clase obrera mediante su partido comunista)? ¿Era España país un país dependiente o imperialista? ¿Era España un país semifeudal o bien capitalista? ¿Se trataba de una guerra nacional o de una guerra revolucionaria? ¿Y las clases de la sociedad española, las relaciones entre ellas y las relaciones entre la sociedad española y el resto del mundo?. Los autores del texto hacen el balance del pasado, aplicando al PCE lo que Mao manifiesta a la hora de hacer el balance de la actividad del PCCh hasta el período de la Guerra de Resistencia contra el Japón (1937-1945): «(...) llevábamos más de veinte años haciendo la revolución (...) (pero) (...) durante muchos años habíamos trabajado casi a ciegas (...)» (capitulo I). De esa forma ponen de manifiesto hasta qué punto perjudicó a las masas populares españolas el hecho de que el PCE no hubiera llegado a elaborar las tesis sobre la revolución de nueva democracia, cosa que en aquellos años sí consiguió hacer el Partido Comunista Chino ( Sobre la nueva democracia - enero 1940, vol. 7 de las Obras de Mao Tse-tung).

Definir de manera correcta la naturaleza de la revolución del propio país, comprender el conjunto de contradicciones (principal y secundarias) que determinan el movimiento de la sociedad y aprender a comprender

sus relaciones recíprocas fase por fase, es un problema que afecta también a los comunistas italianos. Esta

cuestión, no resuelta en el pasado (durante la primera crisis general del capitalismo) por el movimiento comunista italiano, debe ser resuelta hoy a fin de que las masas populares italianas puedan realizar la revolución socialista aprovechando la segunda crisis general del capitalismo. El problema se complica debido a la fragmentación de Italia, un problema que el viejo PCI no afrontó nunca de manera sistemática y ni mucho menos resolvió. Esto explica las oscilaciones que han obstaculizado su acción y han favorecido las maniobras de los revisionistas. ¿Italia país capitalista o Italia país semifeudal? ¿Italia país imperialista o Italia país dependiente? ¿Acaso no fueron estas imprecisiones las que permitieron a Togliatti jugar con la «ampliación de la democracia», con la necesidad de completar la revolución democrático-burguesa» y con la «eliminación de los residuos feudales»? Aún hoy en el movimiento revolucionario italiano existen tendencias que consideran como principal la dependencia de EEUU o de la Unión Europea (ver los análisis sobre el papel del Fondo Monetario Europeo y del Tratado de Maastricht). Tendencias a considerar Italia como un país que «vive de la explotación del Tercer Mundo» (las corrientes «tercermundistas»). Tendencias a considerar prioritaria la «lucha antiimperialista» y el «frente antiimperialista». ¿,Cómo pueden los comunistas italianos aspirar a dirigir victoriosamente a las masas populares en la revolución sin entender la naturaleza del proceso revolucionario que su país deberá atravesar? ¿Acaso los que sostienen tales planteamientos piensan poder escoger ellos a su gusto qué revolución hacer y que su tarea es la de «inducir a las masas a seguir» sus alternativas o la de elevar la conciencia política de las masas» a su propio nivel?

 

4. La forma de la revolución proletaria

En su escrito, los camaradas españoles vuelven numerosas veces sobre el problema de la forma de la revolución proletaria o, como ellos dicen, sobre la táctica seguida por las secciones de la Internacional Comunista, táctica que el PCE(r) ya ha tratado ampliamente en el libro de E. Collazo, La guerra revolucionaria .

En Rusia, la clase obrera consiguió instaurar su propio poder con una insurrección y una posterior guerra civil y contra la agresión imperialista (1917-1921). La clase obrera rusa aprovechó una circunstancia particular. El gobierno zarista tenía movilizados en armas en sus propias fronteras a millones de obreros y campesinos y la burguesía tuvo que realizar la Revolución de febrero (1917) contra el gobierno zarista. En esas condiciones, la clase obrera rusa ya contaba con una dirección política templada por largos años de experiencia de lucha política en las más diversas circunstancias: desde la actividad clandestina y la revolución de 1905-1906, hasta las actividades legales y semilegales. Durante la primera crisis general del capitalismo, en particular en el período comprendido entre 1918 y 1935 (fecha en la que tuvo lugar el Vll Congreso de la Internacional Comunista donde se aprobó la táctica de Frente Popular), se llevaron a cabo en diversos países repetidos intentos de reproducir la vía al poder seguida por la clase obrera rusa reduciéndola a la insurrección del 7 de noviembre de 1917 en Petrogrado (la «vía de Octubre»). Uno de esos intentos fue el de la insurrección de Asturias de 1934, ilustrada en este libro. Esta visión simplificada y reduccionista de la revolución rusa de 1917 encontró un terreno favorable en la infravaloración del papel del partido comunista en la misma (típica de cuantos no habían tomado parte en su larga «preparación» y habían confluido en ella a última hora: espontaneístas, trotskistas, anarquistas, extremistas, etc.), en la sobreestimación del papel de la Internacional (ya fortalecida por el núcleo bolchevique) con respecto al de los partidos nacionales (aún en vías de «efectiva formación») y en las tendencias putschistas propias de las corrientes revolucionarias burguesas. Todos estos intentos fracasaron estrepitosamente: tanto los centrados en golpes de mano organizados por el partido comunista, como los consistentes en la toma del poder por parte del partido comunista durante una insurrección popular. El fracaso de los primeros (por ejemplo: Hamburgo - octubre 1923; Reval en Estonia - diciembre 1924; Cantón - diciembre 1926; Shanghai - octubre 1926, febrero 1927, marzo 1927) confirmó la tesis enunciada por Marx contra Blanqui y los demás promotores de «sectas revolucionarias»: la revolución proletaria no puede tener la forma de un golpe de Estado, porque sólo puede ser obra de las masas. El fracaso de los segundos (por ejemplo: Alemania 1918 - 1919, Hungría 1919, Austria - febrero 1934, Asturias - octubre 1934) confirmó la tesis enunciada, en 1895, por Engels en su Introducción a Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850 de Carlos Marx: «(...) la revolución proletaria no tiene la forma de una insurrección de las masas populares que derroca al gobierno existente y durante la cual los comunistas, que participan en ella junto a los demás partidos, toman el poder». En el mismo contexto Engels ya había enunciado también la tesis de que la revolución proletaria, debido a su propia naturaleza, adopta la forma de una acumulación de fuerzas en torno al partido comunista, hasta invertir la correlación de fuerzas: «(...) por tanto, la clase obrera debe preparar, hasta cierto punto, ya dentro de la sociedad burguesa, los instrumentos y las condiciones de su poder». Además, Engels había mostrado que tal acumulación de fuerzas no podía realizarse bajo la forma de una suma de consensos, votos y organizaciones de masas en torno al partido comunista en el marco de la democracia burguesa (es decir, como «vía parlamentaria» o «vía electoral» al socialismo).

¿Cómo preparar hasta cierto punto ya dentro de la sociedad burguesa los instrumentos y las condiciones del propio poder?

Los autores de Aproximación a la historia del PCE muestran a este respecto las vacilaciones de la lnternacional Comunista (y del PCE) en el período entre su constitución y el acercamiento a la línea del Frente Popular (1935) y ponen de manifiesto la ambigüedad de la consigna del «gobierno obrero y campesino», las fluctuaciones entre el golpe de mano, la insurrección popular y la vía parlamentaria, entre el Frente Unico desde abajo y el Frente Unico desde arriba, entre «predicar la revolución» y situarse como ala de extrema izquierda en el ordenamiento político burgués, entre «clase contra clase» y las amplias alianzas, entre dirección de las masas y alianzas entre partidos) Asimismo muestran que en el marco de la táctica del Frente Popular no quedó resuelto el problema de la independencia del partido comunista con respecto a las clases y fuerzas políticas del Frente y a la dirección de éste, produciéndose oscilaciones que fueron desde la consigna de «Todo a través del Frente», lanzada por el Partido Comunista Francés, a la tesis de la independencia del partido comunista dentro del Frente Popular defendida por el Partido Comunista Chino.

Los autores del libro concluyen indicando la vía de la guerra popular revolucionaria prolongada (aplicada con éxito en la revolución china y teorizada por Mao - Sobre la guerra prolongada , mayo 1938, vol. 6 de las Obras de Mao Tse - tung) como la vía hacia la cual conducía la experiencia del PCE, pero que el PCE no «descubrió».

También el problema de la forma de la revolución proletaria es un problema irresuelto en la historia del movimiento comunista italiano y que aún hoy se le plantea a los comunistas italianos. El movimiento comunista italiano es rico en experiencias: los primeros años de resistencia al ascenso del fascismo (1921-1927), primero bajo la dirección de Bordiga y después bajo la dirección de Gramsci; el periodo de la resistencia clandestina contra el fascismo (1927-1943) con sus distintas fases; la Resistencia (1943-1945); la ilusión de conquistar el poder mediante un movimiento de masas en el marco del Estado burgués (1945-1956); la «lucha armada» de los años setenta. Para el movimiento comunista italiano también sigue sin resolverse el problema de la vía revolucionaria a seguir y, por tanto, el análisis de la experiencia del PCE y sus ricas enseñanzas contribuyen al balance de las experiencias del movimiento comunista italiano y a la investigación que estamos realizando.

 

5. Los partidos nacionales y el partido internacional

En el movimiento revolucionario italiano aún hoy está presente la contraposición entre el carácter internacional del movimiento comunista y de la revolución proletaria y el carácter nacional de los partidos comunistas que

guían a las masas populares hacia la conquista del poder en cada país. Esta contraposición refleja, en suma, la

contraposición esquemática entre la supervivencia de los Estados y el carácter internacional del sistema económico capitalista que convierte en «históricamente superada» la existencia de los Estados. Aún hoy tiene un cierto peso el esquematismo con el que se interpretan las tesis sobre la superación histórica de los Estados nacionales y del carácter mundial de la revolución socialista (de la transición del socialismo al comunismo), lo que da pie a la conclusión de que hoy es necesario construir un partido internacional y que hoy el Estado nacional ha perdido importancia. La realidad cotidiana muestra que cuando una cosa en la que se ha encarnado históricamente el dominio de la burguesía y de las demás clases explotadoras está históricamente superada, no desaparece por sí sola. Por el contrario, comienza a contaminar el ambiente, a obstaculizar la marcha, a oponer resistencia, y es necesaria toda la energía de la nueva clase que avanza para despejar el camino. Precisamente porque los Estados están históricamente superados, pero continúan existiendo, es por lo que se han convertido en un obstáculo para el avance de la transformación de la sociedad: su eliminación está al orden del día, al igual que lo está también, por tanto, su resistencia a la eliminación.

En su balance, los camaradas españoles muestran el papel positivo y el papel negativo de la Internacional Comunista respecto a la «efectiva formación» del PCE. Su firme apelación a la experiencia histórica del movimiento comunista y a la distinción hecha por Marx en 1859 entre «el partido como organización concreta» y «el partido en el sentido histórico del término», y a la hecha por Engels, en 1882, entre «la Internacional como realidad histórica, basada en la necesidad de los obreros revolucionarios de todos los países de estrechar sus lazos» y «la Internacional como organización concreta» (capitulo VI), pueden servir de guía en un periodo como el actual en el que se combinan la necesidad de los comunistas de diversos países de estrechar sus lazos y su lucha por la «efectiva formación» de partidos comunistas en cada país, combinación que con frecuencia es necesaria para el inicio de su formación.

 

6. Las contradicciones políticas durante la revolución

La experiencia de la primera oleada de la revolución proletaria ha demostrado que ésta avanza mediante la separación de las masas populares de los partidos, grupos, asociaciones y corrientes a las que se adhieren

al principio y su confluencia bajo la dirección del partido comunista como representante de la clase obrera que lucha por el poder. Esta separación es tanto más general y amplia cuanto más justa es la línea del partido y cuanto más esté

basada su dirección en la línea de masas: en síntesis, cuanto más victoriosamente avance la revolución. Esto vale para las fuerzas políticas de la burguesía que en periodos normales, cuando el poder de la burguesía, como fuerza de la opresión de clase, es todavía sólido e inevitablemente reclutan seguidores entre las masas populares. Pero vale también para los partidos, grupos y asociaciones de la oposición anticapitalista que en el marco del régimen capitalista representan de manera contradictoria y parcial la necesidad objetiva de transformación de la sociedad. Estos partidos, grupos y asociaciones, en los comienzos del movimiento revolucionario son favorables a la transformación del estado presente de las cosas y son un factor ineludible, aunque contradictorio, de su

derrota, necesita de una dirección que las comprenda y se adapte a ellas. El avance de la revolución proletaria hace

cada vez más agudo el choque entre el curso efectivo de la revolución y las representaciones parciales o utópicas

de aquellos grupos que pretenden dirigirlo según sus propias fantasías, el choque entre el camino que las masas deben seguir para vencer y la dirección que ellos quieren darle, entre su aspecto positivo y su aspecto negativo. En consecuencia, las masas abandonan a los grupos que encarnan esas concepciones parciales o utópicas y, si el partido comunista tiene una dirección justa, confluyen bajo su dirección; paralelamente, los obstinados

defensores de esas concepciones se transforman en contrarrevolucionarios y refuerzan la lucha encarnizada y desesperada de la burguesía contra el partido comunista y las masas revolucionarias. También en el partido comunista, que, a diferencia de los demás partidos anticapitalistas se ha constituido en base a la ciencia de la revolución proletaria, es decir, basándose en el materialismo dialéctico, se produce otra división: algunos de sus dirigentes se alejan del partido a medida que el avance de la revolución plantea dar nuevos pasos adelante y se unen a la burguesía. Es decir, que se produce lo que Mao Tse-tung ha llamado la lucha entre las dos líneas: la línea roja de adhesión a la revolución y la línea negra de oposición a la revolución.

Esta ley universal de la revolución proletaria se desprende también del balance y del relato de las experiencias presentadas en el texto: estas experiencias muestran que el desarrollo de la revolución en España ha confirmado cuanto sucedió en Rusia, en China y en otras lugares. A medida que la revolución se extendió y avanzó, las masas abandonaron las organizaciones reformistas, socialdemócratas, anarquistas y trotskistas; esto empujó a una parte de los dirigentes y de los seguidores de estas organizaciones, que ponían a su grupo y a sí mismos por encima de la causa de la revolución, a pasarse al campo contrarrevolucionario en nombre del anticomunismo. Estos grupos, en particular los socialdemócratas y los anarquistas, tenían, en 1936, una gran influencia entre las masas populares, ciertamente mayor que la que tenía el PCE, pero durante la guerra civil fueron abandonados por sectores cada vez más amplios de trabajadores. Al mismo tiempo, se engrosaron las filas de los seguidores del PCE. Ello empujó a algunos dirigentes de esos grupos a pasarse al campo de la contrarrevolución. De hecho, la República cayó y los fascistas completaron la ocupación de España no porque las fuerzas republicanas fueran aniquiladas, sino porque los partidarios del «compromiso » con los fascistas (en realidad, de la rendición), entre los que estaban los anarquistas, socialdemócratas, etc., desataron otra guerra civil en el campo republicano para la que el PCE no estaba preparado. Madrid, que en 1936 había resistido a todos los ataques fascistas, fue ocupado, en 1939, por las tropas de Franco sin pegar un tiro.

Los autores muestran claramente tanto los límites del PCE, que, en 1939, no estaba preparado para hacer frente a la segunda guerra civil desencadenada por la burguesía democrática y sus aliados socialdemócratas y anarquistas, como los errores de sectarismo y conciliación que el PCE cometió a lo largo de su existencia. Así ponen de manifiesto cómo en algunos casos antepuso la «conciencia política» de los miembros de las organizaciones anarquistas, socialdemócratas, trotskistas, etc., a su naturaleza de clase; mientras que en otros, sobrevaloró la «conciencia política» de esas organizaciones y el papel político que desempeñaban en combinación con las fuerzas burguesas; en ambos casos ello le impidió valorar el aspecto positivo del trabajo realizado por esos grupos, que no quedaba anulado por su aspecto negativo.

Aún hoy, en Italia, distintas corrientes anticomunistas utilizan la experiencia de la guerra civil española para difamar al movimiento comunista, señalando al PCE como el que, «por obediencia a la Internacional Comunista», habría determinado la derrota de la República. Según algunos, frenando el empuje revolucionario de las masas; según otros

atacando a las formaciones políticas y militares del campo republicano contrarias al PCE. Pero los comunistas no

eran una vieja clase dominante cuyo poder estaba basado en el anterior curso de la historia y que se aprovechaba

de su autoridad, de su fuerza, de su prestigio, de la fuerza de la costumbre, del monopolio de la violencia, en suma, de los medios de represión de que se sirve una clase ya dominante frente al surgimiento de fuerzas que se oponen a su poder. Los comunistas eran parte del movimiento como lo eran las otras corrientes, si bien al comienzo de la revolución se encontraban en una posición más débil que ellas. Si el curso de la revolución los reforzó, ello demuestra que en su actividad siguieron las leyes de la revolución. Si tuvieron la fuerza de imponerse a las demás fuerzas políticas, ello fue resultado del apoyo que les dieron las masas y, por tanto, del predominio de los aspectos justos de su línea.

En ese sentido, el texto no sólo supone el restablecimiento de la verdad histórica y la reivindicación de los méritos del movimiento comunista contra sus difamadores, sino que es también una rica fuente de enseñanzas sobre cómo tratar hoy las contradicciones entre las fuerzas políticas alineadas contra el estado actual de las cosas; sobre la distinción entre los motivos por los que las masas se mueven bajo sus banderas y las concepciones limitadas o burguesas con las que obstaculizan su movimiento; sobre la distinción entre su papel actual y el papel que desarrollarán en las distintas fases de la revolución. En todo caso, se trata también de una cuestión de actualidad para los comunistas italianos.

 

7. Cómo el revisionismo moderno pudo afirmarse y llevar a los partidos comunistas a la liquidación

 

En el último capítulo del libro, los autores relatan y explican cómo el PCE pasó de la derrota de 1939 a la liquidación. Dada la suerte que corrieron muchos de los partidos comunistas constituidos durante la primera oleada de la revolución proletaria, incluido el Partido Comunista Italiano, es evidente el interés de esta parte del texto para los comunistas italianos. Los autores muestran que la derecha pudo afirmarse en el PCE gracias a los límites no

superados y a los errores no corregidos por la izquierda en los planos de la concepción del mundo, de la línea

La segunda conclusión es que la de que para el éxito de la defensa del partido, de su naturaleza comunista y de la lucha contra su corrupción, degeneración e infiltración, el factor principal es que la izquierda tenga una concepción del mundo, una línea y un método de dirección correctos. Sólo en estas condiciones las medidas encaminadas a contener a la derecha y contrarrestar su influencia podrán lograr su objetivo. El propósito de «eliminar completa y definitivamente la derecha en el partido» es completamente utópico, puesto que ésta no es otra cosa que el reflejo en el partido comunista de la existencia de la burguesía en la sociedad, el reflejo del hecho histórico objetivo de que la el capitalismo no ha desaparecido definitivamente de la vida de la humanidad.

Las enseñanzas del balance del nacimiento, desarrollo y liquidación del PCE que he sacado a la luz en estos siete puntos se resumen en la tesis de que el maoísmo es la tercera y superior etapa del pensamiento comunista, después del marxismo y el leninismo. Una tesis que los autores no afirman explícitamente, pero que es la síntesis de su trabajo.

Como todo, también este libro presenta, además de aspectos positivos (de los que solamente he destacado algunos), aspectos negativos y algunos límites. Dejo su identificación al lector que supongo «querrá pensar por sí mismo».

 

Umberto Campi

Roma, octubre 1996