Ediciones en lenguas extranjeras (EiLE)

El Nuevo Partido Comunista

La Voce n. 19 - marzo 2005 - año VII
giovedì 5 luglio 2007.
 

 

La decisión tomada en otoño por la reunión ampliada de la Comisión Preparatoria (en adelante, CP) de fundar el (nuevo) Partido Comunista Italiano aunque todavía no se daban las condiciones para convocar el congreso de fundación que habíamos previsto en 1998, implica una concepción del partido, un análisis de la situación y la elección de una línea.

 

Nadie está hoy, ni previsiblemente estará mañana, en condiciones de construir un partido comunista que sea, ya desde el inicio, el efectivo “estado mayor” de la clase obrera, o sea, una en sus filas a gran parte de los obreros avanzados. No lo fue al inicio y durante varios años ni siquiera el propio PCI, que sin embargo, gracias a la influencia de la Revolución de Octubre y de la Internacional Comunista, unió rápidamente a muchos obreros avanzados. Es igualmente cierto que el Partido debe de haber unido en sus filas a una gran parte de los obreros avanzados para estar en condiciones de desarrollar el papel que un partido comunista debe desarrollar en la historia: dirigir a la clase obrera en la toma y mantenimiento de la dirección del país. Todos los camaradas comprenden que los comunistas necesitamos tal partido. La fundación del (n)PCI no hace por sí misma, de un golpe, al Partido capaz de realizar esa tarea. La CP ha decidido la fundación del Partido, pero no ha pretendido decir que el Partido esté ya a la altura de su deber histórico. Es más ha subrayado que la fundación hoy del Partido es simplemente un paso necesario en el camino para llegar a aquel partido. ¿Por qué es un paso necesario?

 

El balance de la experiencia del movimiento comunista nos ha enseñado que un partido comunista a la altura de los deberes que la segunda crisis general del capitalismo pone al orden del día debe estar constituido a partir de un grupo de comunistas unido sobre la base de la concepción comunista del mundo, esto es sobre la base del marxismo-leninismo-maoísmo. Esta concepción hoy en Italia se ha opuesto y se opone a otra: a la idea de construir un partido a la altura de esos deberes uniendo al 100% ó aunque sólo sea al 70% ó al 40%, de todos aquellos que con el arreciar de la contrarrevolución momentáneamente victoriosa, se declaran comunistas. Esta idea es irreal, contraria a la experiencia histórica, al balance del movimiento comunista, a los principios del materialismo dialéctico. (1) Por tanto errónea y estéril.

 

La punta de lanza de la “caravana” que desde 1980 a llevado hacia delante el trabajo de reconstrucción del partido, ha alcanzado esa unidad sobre la concepción comunista del mundo (el m-l-m) y las condiciones organizativas indispensables para relanzar a un nivel más elevado la construcción del Partido. Era por tanto posible, necesario y justo dar el pistoletazo de salida, constituyéndonos en Partido, a la nueva fase de construcción: fase de transformación y de recogida en las filas clandestinas del (n)PCI de todo lo que hay de adecuado para el Partido y se formara en la clase obrera y en las otras clases de las masas populares, contribuyendo con el máximo vigor y en las condiciones más favorables a su nacimiento y crecimiento. Así se trabaja concretamente por la instauración del socialismo.

 

1. La humanidad ya desde hace mucho tiempo, milenios, sueña con hacer desaparecer toda forma de explotación y aspira a un mundo distinto del que existe, a un mundo mejor. Es una vieja aspiración, de muchos siglos: no ha nacido con el movimiento antiglobalización, ni con los foros sociales, ni con los “movimientos”, ni con el “movimiento de los movimientos”. Ya en las más viejas sociedades esclavistas surgieron obras literarias y filosóficas inspiradas en este sueño, que hablaban de un mundo mejor. (2) Pero estos sueños han sido sueños hasta que en todo el mundo millones de explotados no han comenzado a unirse en una lucha coherente, tenaz y multiforme para transformar la sociedad capitalista según la línea de desarrollo que le es propia. En efecto el capitalismo ha producido algo que no habían producido los anteriores modos de producción, aunque basados también estos sobre la explotación del hombre. Éste espontáneamente, a despecho de los capitalistas, ha creado y crea las condiciones para su superación y para poner fin de una vez por todas a la división de la humanidad en clases de explotados y explotadores que es mucho más vieja que el capitalismo. El capitalismo más bien ha hecho este fin el único y ulterior desarrollo posible para la humanidad. Con el capitalismo, cualquier otra transformación realizada por la humanidad sin haber puesto fin a la división en clases de explotados y explotadores, producirá contrastes más agudos y un grado mayor de constricción para las masas populares. De hecho eleva un grito de dolor y suscita, en los mejores hombres y mujeres, nuevas razones y energías para poner fin a la división de la humanidad en clases de explotados y explotadores. El ahogo de la polución, el desastre ecológico, es uno de tantos ejemplos, ya al alcance de todos. Después del advenimiento del capitalismo se trata para los explotados de llevar a término, mediante la propia acción consciente y dirigida (porque sin ese acontecimiento no puede realizarse), el parto de la nueva sociedad cuyas premisas objetivas y subjetivas han crecido en el seno de la sociedad capitalista.

 

Desde que el socialismo científico de Marx ha unido las aspiraciones de renovación radical de la sociedad con la lucha de una clase particular, la clase obrera, los sueños sobre el comunismo se han transformado en una lucha de millones de hombres y mujeres por el comunismo. Sin la lucha de la clase obrera, el comunismo y en general las aspiraciones a un mundo mejor se reducen a charlas vagas y confusas, a un sueño pueril o aspiraciones irrealizables. Por otra parte la clase obrera para emanciparse a si misma de los capitalistas, debe emancipar a toda la humanidad de la división entre clases explotadoras y explotadas. Si no se impone y no cumple el deber de movilizar al resto de las masas populares para construir el nuevo mundo, la clase obrera no alcanza a emanciparse de los capitalistas. Los propósitos más o menos declarados de obreros que se emancipan a si mismos pensando sólo en ellos, cultivados todavía hoy en asociaciones como la Asociación por la Liberación de los Obreros (ASLO), pertenecen a los albores del movimiento obrero y no tienen futuro. (3)

 

El marxismo nos ha enseñado que para construir un mundo sin explotadores ni explotados es necesario atravesar una fase (que ha llamado socialismo) en la cual los obreros toman completamente la dirección de la sociedad y dirigen también al resto de las masas populares para reprimir implacablemente los tentativos taimados o feroces, abiertos o camuflados que las viejas clases explotadoras (la burguesía, el clero, los militares y los funcionarios del régimen burgués, los residuos de la nobleza y de los terratenientes: brevemente todos los ricos y los parásitos que ya están amalgamados en la oligarquía financiera) realizan para restaurar su orden de explotación, que para ellos es el único mundo posible, “la civilización” por antonomasia, su “paraíso perdido”. Si no se está decidido a reprimir sin piedad y sin vacilación esas inevitables tentativas de restauración del viejo orden de cosas, ni siquiera vale la pena comenzar la empresa de construir el nuevo mundo. Lo confirma toda la historia de la Europa occidental: desde la Comuna de París, a las medias revoluciones de la primera mitad del pasado siglo en Alemania, Italia, España y otros países, a los crímenes de la contrarrevolución preventiva que desde hace un siglo apesta la atmósfera de los países burgueses más progresistas (con los USA en cabeza). Pero no basta con que las masas populares repriman implacablemente las tentativas de restauración realizados por las viejas clases dominantes. Los explotados deben también trasformar sus propias relaciones de producción, todas las demás relaciones sociales y las ideas y sentimientos que corresponden a su condición de explotados. Deben de hacerse capaces de vivir, deben de aprender a vivir sin explotadores. Deben de hacerse capaces de construir un mundo mejor. El proletariado y las masas populares deben aprender a dirigir sus propias vidas sociales. Al nivel de grandes masas como se plantea hoy, algo parecido no ha tenido lugar nunca en la historia de la humanidad. Sólo conforme se vaya acercando a esta meta, el proletariado y las masas populares dejarán de ser dirigidas por una clase dirigente (sea cual sea su nombre, la forma de su composición, su papel: aunque se trate de cosas todo lo contrario que secundarias). Es una meta que no se alcanza de golpe. Es el resultado de un proceso cuantitativo con saltos cualitativos. (4) Es un trabajo de educación y de transformación que las masas populares deben de realizar sobre sí mismas para desembarazarse del embrutecimiento, la ignorancia, la desconfianza y la barbarie que, a pesar de todos los progresos alcanzados y de todas sus contradicciones con las condiciones prácticas que se han creado, son la herencia de milenios de explotación y de servilismo, sobre los cuales las actuales clases explotadoras, también las más progresistas e ilustradas, basan todavía hoy la conservación de su poder. Es una transformación dolorosa, lenta, tormentosa, compleja, pero necesaria. La teoría y la experiencia han mostrado que todo esto es posible, es realista, que la clase obrera puede guiar a todas las masas populares a realizar esa transformación. Uno de los grandes resultados de la plurianual existencia de los primeros países socialistas es la confirmación práctica y a gran escala de esta tesis. La teoría y la experiencia han mostrado que es la única vía realista para salir del pantano económico, político, ambiental, moral e intelectual en el cual estamos inmersos. En el cual la burguesía nos sumerge un poco más cada día que su régimen se prolonga. Un pantano que la potencia de las fuerzas productivas materiales e intelectuales alcanzadas por los hombres hace cada día más pestilente, mientras hace también más destructiva y dolorosa la salida. Han mostrado que a pesar de todas sus dificultades, para la humanidad el socialismo es la vía menos dolorosa y destructiva posible para cerrar la vieja época y abrir la nueva. Que esta vía es practicable y realista lo demuestra también la denigración furibunda y sin límites de mentiras y de medios con los cuales la burguesía y las otras clases explotadoras tratan de enfangar la experiencia realizada por éstos: la experiencia de la primera oleada de la revolución proletaria y de los primeros países socialistas. Después de haberla combatido por todos los medios, ahora la burguesía la denigra mediante cualquier medio: hasta aquella vía realista y practicable por parte de los explotados. Pero la mejor demostración de la falsedad de todas las documentadas verdades y teorías de sus “libros negros del comunismo”, está delante de nuestros ojos: en la miserable vida, en el embrutecimiento, en el sufrimiento y en la desesperación a la cual su ordenamiento social constriñe a miles de millones de seres humanos, en la guerra de exterminio con la cual para sobrevivir causa millones de víctimas, en el impulso con el cual, desde que el movimiento comunista ha declinado, se ha lanzado a eliminar las conquistas de civilización y de bienestar que las masas populares les habían arrancado durante la primera oleada de la revolución proletaria. Los izquierdistas que se unen a esta denigración (desde la banda del tipo de il Manifesto, a los Bertinotti, de los Bernocchi a los Ferrando, a todo el variopinto mundo de los trotskistas y de los bordiguistas) no han sabido ni podrían indicar ninguna vía realista de salida de este pantano burgués, una vía alternativa a aquella que como todo el resto de la burguesía denigran y deforman con fanático y ciego furor.

 

Recorrer la vía indicada por el marxismo para construir el nuevo mundo se ha hecho actual desde que se han dado ciertas condiciones: las condiciones objetivas del socialismo (un cierto grado de desarrollo económico) y las condiciones subjetivas del socialismo (un cierto grado de organización y de conciencia de las masas proletarias). Estas condiciones en Europa Occidental se dan a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Desde hace más de 150 años en Europa Occidental el principal problema de la burguesía ha sido “cómo mantener a raya a los obreros”. Las otras clases explotadoras y sus representantes, desde Cavaignac a Disraeli, desde León XIII a Bismarck, se han asociado a ella en esta “sacra cruzada para la defensa de la civilización del asalto de las masas de miserables interesados sólo en satisfacer sus necesidades animales” (W. Churchill).

 

Precisamente la experiencia de la lucha de clases en Europa Occidental y América Septentrional (y aquella más amplia que desde entonces poco a poco han ido realizando los otros países que la burguesía ha sometido a su explotación) sin embargo ha mostrado que aquellas condiciones son necesarias pero no suficientes. Para alcanzar a instaurar el socialismo la clase obrera debe tener un partido comunista

 

1. que posea la concepción del mundo más avanzada y revolucionaria, hoy el marxismo-leninismo-maoísmo,

2. que sea la organización clandestina de los comunistas: cohesionada, disciplinada y que funcione bajo la base del centralismo democrático,

3. Que una en sus filas a gran parte de los exponentes de vanguardia de la clase obrera (los obreros avanzados),

4. que tenga como principal método de trabajo y dirección la línea de masas, (5)

5. que tenga a la guerra popular revolucionaria de larga duración como estrategia para dirigir a la clase obrera a la conquista del poder,

6. que sea capaz de articular su estrategia en tácticas de lucha adaptadas a las diversas situaciones concretas,

7. que sea capaz de contener la influencia que la burguesía trata de ejercer en sus filas, en particular sobre sus dirigentes, con tanta más fuerza e iniciativa cuanto más inútiles se revelen los otros medios en juego para obstaculizar la instauración del socialismo (la lucha de dos líneas en el partido).

 

La experiencia ha demostrado que el partido comunista ha de tener todas estas características para estar a la altura de su deber histórico: dirigir a la clase en la toma de la dirección del resto de las masas populares y en la instauración del socialismo. (6) Esta experiencia ha demostrado que sin un partido dotado de todas estas características la clase obrera no esta en condiciones de conducir al resto de las masas populares a instaurar el socialismo, por muy grande que sea su organización y grandes sus aspiraciones por el socialismo. El malestar y el descontento que las vicisitudes del régimen burgués generan en las masas populares se transforman en acciones para instaurar el socialismo sólo a través de un tal partido que indique y abra el camino a la acción de las masas populares y las dirija fase tras fase. La falta de un partido de este tipo es la explicación racional de porqué la clase obrera no ha sido capaz de instaurar el socialismo en ningún país imperialista, aunque existan desde hace más de 150 años las condiciones objetivas y subjetivas necesarias para el socialismo indicadas más arriba. Esta es la cuestión con la cual todo comunista digno de ese nombre debe medirse, a más de 150 años del nacimiento del movimiento comunista.

 

2. A pesar de todos sus meritos históricos, los partidos de la II Internacional (1889-1914) no supieron cumplir con su papel porque ni concibieron la necesidad de tener las siete características indicadas ni las cumplieron. (7) La única excepción entre los partidos de la II Internacional fue aquel que se convirtió en el primer modelo de partido comunista de la época de la decadencia del capitalismo y de las primeras revoluciones proletarias: el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso [POSDR], que en 1917 asume el nombre de Partido Comunista (bolchevique) Ruso [PC(b)R]. Éste se encontró ante el deber de guiar a la clase obrera en la dirección de la revolución democrático-burguesa y en la transformación de ésta en socialista en una época en la cual en Europa Occidental, a la cual Rusia estaba unida culturalmente y por miles relaciones económicas y políticas, 1. la revolución democrático-burguesa hacía tiempo que había concluido con un compromiso de la burguesía con los restos de las clases reaccionarias (la nobleza, el clero, la monarquía, los militares y los magistrados de profesión, los funcionarios de la administración publica) contra la clase obrera, 2. la clase obrera procedía ciegamente en su tentativa de instaurar el socialismo, 3. la burguesía había entrado en la fase imperialista del capitalismo. Esta posición particular fue el caldo de cultivo del leninismo. (8)

 

Que los partidos de la II internacional no estaban a la altura de su deber histórico ya fue más o menos claramente percibido por varios exponentes de la misma II Internacional. Son conocidas las desavenencias de F. Engels con la dirección del Partido Socialdemócrata Alemán (que fue el partido modelo de la II Internacional, en sus aspectos positivos y en sus limitaciones). (9) La percepción de esta inadecuación emerge también, ya al final del siglo XIX, a través de la polémica de Karl Kautsky y Rosa Luxemburgo contra el cabecilla de los primeros revisionistas, Eduard Bernstein. Esta sensación se manifestaba en la afirmación “las tesis teóricas del partido están de acuerdo con la teoría marxista y opuestas a aquellas de los revisionistas, pero la conducta política del partido, su táctica y su organización están exactamente reflejadas en las tesis teóricas de los revisionistas”. La misma percepción emergerá más tarde en las polémicas entre el mismo Kautsky y Rosa Luxemburgo después de la primera Revolución Rusa (1905-1906) y en la polémica de Rosa Luxemburgo con Lenin. Kautsky en su La vía al Poder (1909) indicara como vía sin alternativa para llegar al poder la consecución de la mayoría parlamentaria. Pero incluso él añadirá la reserva “si la burguesía se atiene a su Constitución”. Añadido y reserva que eran obviamente una declaración de su rendición a la burguesía: el éxito de la clase obrera dependía de la burguesía. (10) Rosa Luxemburgo, de frente a una dirección del partido que veía carente de una estrategia para la conquista del poder, en vez de promover la transformación del partido como hacía Lenin en el partido ruso, remitía a la iniciativa revolucionaria de las masas y luchaba por la autonomía política de las organizaciones locales de la dirección del partido. Alimentaba la ingenua confianza en que las organizaciones locales, no ahogadas por la dirección central, habrían resuelto el problema que no veía como la dirección central pudiese resolver. (11) Exceptuando a Lenin, que sin embargo hasta 1914 no se ocupó de la revolución socialista en Europa Occidental en calidad de dirigente, ninguno de los dirigentes de la II Internacional indicó una estrategia realista para la instauración del socialismo. Tampoco aquéllos de izquierda supieron indicar una vía a la revolución que previniese la Primera Guerra Mundial (1914-1918), (12) ni siquiera una vía a la revolución que obtuviese provecho de la situación revolucionaria creada por la guerra. Este límite de los partidos europeos de la II internacional está resumido y expuesto magistralmente por Stalin en Fundamentos del leninismo (1924), por lo cual no merece la pena entrar aquí en mayores detalles. En cuanto al Partido Socialista Italiano, la descripción hecha por Antonio Gramsci en el Programa del “Ordine nuovo” y la sección socialista turinesa, publicado en abril de 1920, basta para ilustrar sus límites en el campo del cual estamos hablando. La posición expresada por Togliatti y Tasca en la reunión conjunta de la Dirección nacional del PSI y del Consejo General de la CGL realizada en Milán el 9-10 de septiembre de 1920 durante la ocupación de las fabricas, confirma que la ruina de la sublevación popular fue consecuencia de que los dirigentes de la revuelta no sabían que hacer con las posiciones que las masas habían conquistado, cosa muchas veces repetida en la historia. (13)

 

Los partidos creados por la Internacional Comunista (1919-1943) en los países imperialistas, a pesar de las enseñanzas y del asesoramiento de la Internacional Comunista y el ejemplo del Partido Comunista de la URSS, del Partido Comunista Chino y de los partidos comunistas de otros países oprimidos, han permanecido anclados en muchos aspectos a la experiencia de los partidos socialistas de los cuales se habían formado bajo el impulso revolucionario que la Primera Guerra Mundial y la Revolución de Octubre habían suscitado en la clase obrera y en otras clases de las masas populares. Ninguno de ellos alcanza a elaborar una estrategia para la conquista del poder, a pesar de la situación revolucionaria en la cual se desenvuelve su actividad y el avance de la revolución proletaria en los países oprimidos. (14) La dirección revisionista del viejo PCI conquistó tanto prestigio entre los partidos comunistas de los países imperialistas, con sus míseras y fracasadas elaboraciones sobre la “vía democrática al socialismo mediante las reformas estructurales”, porque en ninguno de los partidos comunistas de los países imperialistas la izquierda había puesto sobre la mesa ninguna estrategia para la instauración del socialismo. Los revisionistas presentaban un plan estratégico, aunque erróneo. La izquierda no presentaba ninguno. Mao Tse-tung en 1957 había indicado que la situación era favorable para una ofensiva revolucionaria a nivel mundial (“El viento del este prevalece sobre el viento del oeste”) pero sus indicaciones se las llevó el viento. (15)

 

Aunque éstas sean verdades amargas, nosotros, comunistas italianos, como los comunistas de los demás países imperialistas, debemos confrontarnos con ellas. Pasar en silencio, esconder, ignorar el singular contraste entre el heroísmo con el cual centenares de millares de obreros, de trabajadores, de estudiantes, de amas de casa, de intelectuales se han batido en los países imperialistas por el socialismo primero contra el fascismo, contra el franquismo, contra el nazismo y después contra los regímenes de oligarquía financiera instaurados después de la Segunda Guerra Mundial gracias a la intervención de los grupos imperialistas USA y la miseria de los resultados obtenidos, quiere decir no sólo ceder a la campaña de denigración del movimiento comunista que la burguesía conduce a gran escala, sino también negarse a aprender de las derrotas y en general de la experiencia.

 

La causa principal por la cual en los países imperialistas no se han formado partidos comunistas a la altura de su deber, está en el atraso ideológico de los dirigentes de esos partidos. (16) Precisamente el atraso de las concepciones, de los análisis y de las líneas que los dirigentes llevaban a los partidos en contraste con el impulso revolucionario de tantos miembros del partido y de tantos trabajadores y exponentes de las masas populares, muestra la solución del problema. Que no tiene nada que ver con la concepción anarquista o semianarquista de negar a los dirigentes, sino con construir partidos conforme a las siete características indicadas más arriba. El atraso ideológico de los dirigentes esta obviamente ligado con la fuerza de los medios empleados por la burguesía para atraer a su campo y para influenciar a los intelectuales, esto es con la madurez del comunismo. Pero hacerle frente es un objetivo posible, una vez que el problema se ha individualizado.

 

3. Ciertamente aquellas siete características se condicionan recíprocamente, están dialécticamente ligadas las unas a las otras. En concreto, los pasos hacia delante que damos en un campo están condicionados en distinta forma por los pasos hacia delante que damos en otros. Pero quien se detuviese en esta justa consideración, no daría pasos hacia delante. Dirigir un proceso quiere decir distinguir cosas distintas que en la realidad inevitablemente se presentan entrelazadas, comprender la naturaleza de cada una de ellas y las relaciones que une cada una de ellas con las demás y que relacionan todo el conjunto y dirigir sobre la base de esta comprensión la propia actividad. Como siempre en estos casos, es necesario individualizar cuál es hoy el elemento principal, aquél por el que comenzar para “mover la cadena completa”. En las actuales condiciones, después de la primera oleada de la revolución proletaria que llevó hasta la constitución de los primeros países socialistas y después de la destrucción de gran parte de las instituciones que había creado, el elemento clave y decisivo de la vida de un verdadero partido comunista es la unidad sobre la concepción del mundo, que es también balance del pasado y dirección de marcha. Por lo tanto es la unidad sobre el marxismo-leninismo-maoísmo. El trabajo realizado en múltiples campos en los años pasados por la “caravana” y en los últimos años por la CP demuestra concretamente a todo camarada interesado en conocerlo, que esto quiere decir.

 

Es de esta unidad de la que parte hoy nuestro trabajo de partido. Sólo los camaradas que asuman conjuntamente y sin reservas el punto más alto alcanzado por el movimiento comunista, el marxismo-leninismo-maoísmo, pueden constituir el punto de partida para la construcción de partidos comunistas a la altura de los deberes que la nueva situación revolucionaria pone al orden del día. La formación del Partido es el reconocimiento de la unidad alcanzada y la puesta en práctica de esta concepción. Desde aquí comienza el trabajo de reclutamiento para el partido de los obreros avanzados y el resto de las construcciones del Partido conforme a las siete características. Es sólo a partir de la unidad sobre la concepción del mundo como poco a poco uniremos en el Partido a un número creciente de obreros avanzados y consolidaremos en la práctica del Partido sus otras características.

 

Nicola P.

 



 

 

NOTAS

 

1 Quien no este convencido, que reflexione sobre lo que ha sucedido y cómo se ha reanudado el movimiento comunista después de la derrota de la Revolución de 1848, después de la derrota de la Comuna de París (1871) y la disolución de la I Internacional, después del derrumbe de la II Internacional (1914). Y vuelva a examinar estos hechos históricos a la luz de las leyes de la dialéctica materialista.

2 Desde hace siglos a este mundo mejor se le conoce, por parte de los soñadores del retorno o del advenimiento de una mítica “edad de oro”, desde Platón a Tomas Moro, a Campanella, a Cervantes, como comunismo. Sólo cuando el comunismo se ha convertido para los explotadores en una amenaza real e inminente, esto es, desde que las condiciones para el comunismo están maduras, esta palabra se ha convertido, en el vocabulario de los explotadores a la Berlusconi (y sus ilusos o astutos imitadores, a lo Bertinotti, para entendernos), en sinónimo de toda infamia, de todo “error y horror”: el “reino del mal” que obsesiona a Woityla.

3 La idea de que los obreros puedan liberarse a sí mismos del sometimiento a los capitalistas sin liberar a todas las masas populares, por tanto sin movilizar y dirigir también al resto de las masas populares a liberarse y por tanto a liberar a toda la humanidad de la milenaria división en clases de explotadores y explotados, es la transposición en términos de teoría política general del corporativismo reivindicativo de los primeros grupos de obreros, en los albores del movimiento comunistas. Es una idea que no ha resistido y no resiste a su confrontación con la práctica. No es casualidad que ASLO haya pasado de una línea caracterizada por “sólo nosotros obreros” (que en la práctica era eludida por la militancia silenciosa de los no obreros en la Asociación), al llamamiento abierto a los “camaradas, que no vienen de las filas obreras” a unirse a la Asociación. Pero la persistente costra corporativa continua produciendo su daño. De más de veinte años a esta parte, en las resoluciones promovidas por la Asociación resuena el estribillo: “Los obreros no tienen un Partido que les pertenezca, independiente de todos los demás Partidos, capaz de luchar por un nuevo modo de producción social, sin beneficio ni esclavitud asalariada. Hoy nosotros obreros reunidos en asamblea lo exponemos como problema, un problema urgente al cual debemos dar una solución” (de la Resolución final de la Asamblea del 12 de noviembre de 2004 en Sesto S. Giovanni - Mi). Pero han pasado más de veinte años desde la primera vez que han cantado este estribillo y la aspiración y el propósito todavía no se han traducido en un plan de construcción del partido de los obreros independiente de la burguesía. Repetir que es necesario hacer una cosa y no hacerla jamás, a la larga genera desmoralización y resignación, genera la convicción de que no se es capaz de hacerla. Pero no se trata de incapacidad de los individuos. La reacción indignada hacia la incoherencia de los “intelectuales comunistas” que en los años 70 dirigían a los “obreros comunistas” se ha establecido unilateralmente como principio general de la lucha de clases. Ha producido una concepción errónea la cual, para salir de la impotencia, es necesario repudiar.

4 La emancipación del proletariado y de las masas populares de la burguesía da los primeros pasos ya en el capitalismo, en el ámbito de la dictadura de la burguesía: son los progresos en las movilizaciones, en la unidad y en las organizaciones contra la burguesía. Estos prosiguen, en un nivel nuevo y en una forma diferente, en el socialismo, en el ámbito de la dictadura del proletariado: son los progresos en construir relaciones e instituciones que, abolida la propiedad individual de las fuerzas productivas excepto la fuerza de trabajo, superan la división en el ámbito del proceso de trabajo entre trabajo manual y trabajo intelectual, entre ejecución y dirección, entre mujeres y hombres, entre campo y ciudad, entre sectores, zonas y países atrasados y sectores, zonas y países avanzados, etc. y las divisiones en las distribuciones del producto. Los primeros países socialistas han mostrado tanto los pasos formidables en este proceso como los obstáculos que encuentra. El maoísmo analizando los tres aspectos de las relaciones de producción, ha señalado la “nueva burguesía”, como la clase hostil al avance hacia el comunismo, que inevitablemente se forma (pero no es inevitable que subsista) en el socialismo.

5 “Línea de masas” y “trabajo de masas” son cosas distintas. Por “línea de masas” indicamos un método de trabajo consistente en individualizar, en cada agregado social y en cada nivel de trabajo, la izquierda, movilizarla y organizarla para que una en torno a sí al centro y aísle a la derecha. Dicho en otras palabras, el método consiste en recoger las ideas, los sentimientos, las sensaciones que en las masas existen dispersas, confusas y aisladas, dividirlas y elaborarlas, hacerlas línea y llevarlas a las masas para que las realicen y por tanto volver a empezar de nuevo. Para mayores detalles sobre la “línea de masas” véase La voce nº 10, pág. 33.

6 Sulla características que la experiencia ha demostrado necesarias para que el partido este a la altura del rol que debe ejercer después de la instauración del socialismo, en la fase socialista, en la fase de la transición del capitalismo al comunismo bajo la dirección de la clase obrera. Para esta cuestión, remitimos a Marco Martinengo, Los primeros países socialistas, 2003, ediciones Rapporti Sociali.

7 La Liga de los Comunistas (1847-1850) ha permitido la primera formulación del marxismo. La I Internacional (1864-1872) ha permitido la difusión del marxismo entre los exponentes más avanzados del movimiento obrero. Por consiguiente, tanto la Liga como la I Internacional pertenecen a la fase en la cual en los países avanzados se han creado las condiciones para que la clase obrera desarrollase una acción política autónoma tanto de la burguesía como de las otras masas populares, a la cabeza del resto de las masas populares. Es sólo con la II Internacional cuando la clase obrera inicia en varios países de Europa Occidental a ejercer como protagonista de la lucha política.

8 Las condiciones objetivas que favorecieron el nacimiento en Rusia del leninismo están claras y sintéticamente expuestas por J. Stalin, en Fundamentos del leninismo (1924).

9 Véase 1. su polémica con los dirigentes del Partido Socialdemócrata Alemán en 1891 a propósito de la publicación (sólo en 1891 y en el extranjero, a iniciativa de Engels) de la Critica del programa de Gotha con la cual Marx había ya en 1875 criticado la desviación del partido alemán; 2. su introducción de 1895 al opúsculo de Marx Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850; 3. su carta, con fecha 8 de marzo de 1895, a Richard Fischer en la cual defiende aquella Introducción de la censura legalista de los dirigentes alemanes.

10 F. Engels en su introducción de 1895 había ya claramente dicho que la burguesía no respetaría su Constitución.

11 De Huelga de masas, partido y sindicatos (1906) extraemos la concepción que Rosa Luxemburgo tenía de la vía al socialismo, similar como dos gotas de agua a la “táctica proceso” de los mencheviques contra la cual había luchado y continuaba luchando Lenin. La revolución consistiría en “huelgas de masas, luchas políticas de masas” que harían caer el gobierno del país en manos de las masas. Los primeros a su vez serían el efecto de “una verdadera y resuelta acción de clase revolucionaria, que estuviese en grado de ganarse y arrastrar tras su estela a las grandes masas proletarias sin organisacion, pero revolucionarias por disposición y condiciones”. ¿Y de donde proviene esta “verdadera y resuelta acción de clase revolucionaria”? Es “un simple resultado de la directa acción revolucionaria de las masas”, responde Luxemburgo alguna línea después. En otras palabras: la “directa acción revolucionaria de las masas” debería producir una “verdadera y resuelta acción de clase revolucionaria capaz de arrastrar a la acción también a las masas proletarias no organizadas” ¡y esto haría caer en las manos de las masas el gobierno del país! Si así fuese, ¿por qué el partido debería preocuparse de estrategia y de táctica? El partido hace propaganda, enseña, organiza sindicatos, asociaciones culturales, deportivas, etc. Crea conciencia y organizaciones de masa. La revolución es el resultado de una acción de las masas avanzadas que en circunstancias favorables arrastra a la acción también a las masas atrasadas. El partido, el elemento consciente, si tiene un papel en la preparación de las condiciones subjetivas del socialismo (en crear “un cierto grado de conciencia y de organizaciones de la masa del proletariado”), desaparece cuando se trata de hacer la revolución propiamente dicha. El partido prepara el material inflamable, excita a la revolución, hace propaganda de la revolución, pero no se preocupa ni siquiera de encender el fuego y, cuando el fuego por cualquier motivo prende, deja que las cosas sigan su curso. Por sí misma, la revolución es un acontecimiento muy complicado y condicionado por demasiados elementos imprevisibles para que tengamos que preocuparnos de prever y organizar cuantos más posibles de aquéllos que son previsibles y organizables. Esta concepción infravalora el papel del elemento consciente y organizado de la revolución. A semejanza de los mencheviques, Rosa Luxemburgo proponía como estrategia del partido, línea maestra del partido, aquella que se desarrollaba independientemente del partido y eludía los verdaderos deberes de los cuales el partido debía ocuparse en el curso de la revolución y que la revolución rusa había puesto en evidencia: ejército revolucionario (obreros y otros miembros de las clases populares organizados y armados en masa, destacamentos de vanguardia armados, unidades de militares profesionales), frente revolucionario, insurrección, gobierno revolucionario. De por sí, esta concepción atrasada en nada mengua el heroísmo personal de Rosa Luxemburgo, que se ha distinguido claramente de las malas compañías con las cuales había hecho tanto camino. Es más, su heroísmo es la confirmación de cuál ha sido el principal punto débil de los partidos de la II Internacional: la falta de las siete condiciones indicadas.

12 La idea de oponerse a la guerra mediante un ultimátum a los gobiernos y a las clases reaccionarias, concretadas en el Manifiesto contra la inminente guerra imperialista aprobado el 25 de noviembre de 1912 en Basilea por el congreso extraordinario de la II Intencional, era una idea absurda y reaccionaria. El ultimátum es una palabra militar que suena como un vulgar puff cuando no se dispone de una fuerza militar ya preparada. En la lucha de clases intimidar y lanzar ultimátum sin tener la fuerza para realizar las acciones es de aventureros y charlatanes. Adormece a las clases revolucionarias y alimenta en ellas la ilusión de que sea posible inducir al zorro a defender las gallinas. Incrementa la credulidad de las masas populares hacia la clase dominante, que siempre en cualquier medida existe y es un freno a la acción revolucionaria de las masas populares.

13 Véase La voce n. 1 (marzo 1999), pág. 27.

14 Más y más veces primero Lenin y después Stalin advirtieron a los dirigentes de los partidos comunistas de los países imperialistas que ellos no podían “hacer como en Rusia”, que sus países eran formaciones económico-sociales profundamente diferentes de Rusia, con una composición de clase y una sedimentación histórica de relaciones sociales muy diferentes, que en sus países sería más difícil que en Rusia instaurar el socialismo y, viceversa, más rápido después el avance hacía el comunismo.

Antonio Gramsci se da cuenta rápidamente de los límites de la capacidad revolucionaria del grupo dirigente del viejo PCI, insiste en la forma en la cual el Partido había nacido y, en los años en los cuales estuvo a la cabeza del Partido (1923-1926), realizó un intenso trabajo de formación para superarlos, documentado por sus escritos de aquel periodo (Véase la recopilación La construcción del Partido comunista (1923-1926), ed. Einaudi).

Por cuanto concierne tanto a las incertidumbres de los partidos comunistas de los países europeos como a la estrategia a seguir, véase La actividad de la primera Internacional Comunista en Europa y el maoísmo en La voce n. 10 (marzo 2002), pag. 52 y siguientes y El papel histórico de la Internacional Comunista en La voce n. 2 (luglio 1999), pag. 31 y sig. Una útil exposición y análisis de las estrategias entre las cuales osciló la IC en Europa son fácilmente localizables en las dos obras de Willi Dickhut, Strategy and Tactics in the Class Struggle (1981) y en Trade Unions and Class Struggle (1988), editadas, en varias lenguas, por Verlag Neuer Weg del Pardito Marxista-Leninista de Alemania (MLPD) y localizables también en www.mlpd.de.

15 Mao Tse-tung, A los estudiantes chinos de Moscú, 17 de noviembre de 1958, en Obras de Mao Tse-tung, vol.15.

16 Lenin nos ha enseñado: “En la historia ninguna clase ha alcanzado el poder sin haber encontrado entre sus propias entrañas a los jefes políticos, a los representantes de vanguardia capaces de organizar el movimiento y dirigirlo”. “Los jefes influyentes y probados del partido se forman lentamente y con dificultad. Sin ellos la dictadura del proletariado y su unidad son palabras vacías”.