EiLE

EiLE - Presentación / La Voce / Sumario


 

La octava discriminante

(La Voce n. 9, noviembre de 2001 y La Voce n.10, mayo de 2002)

- Sobre la cuestión del maoísmo como tercera etapa superior del pensamiento comunista, tras el marxismo y el leninismo  

- Sobre la necesidad que los nuevos partidos comunistas sean  marxista-leninista-maoístas y no sólo marxista-leninistas

 

 «Creo que lo más importante para todos nosotros, tanto para los camaradas rusos como para los camaradas extranjeros, es esto: después de cinco años de revolución rusa debemos estudiar (...). Cada momento libre de la lucha, de la guerra, tenemos que utilizarlo para el estudio y además comenzando desde el  principio». 

(Lenin, Intervención en el IV congreso de la IC, noviembre-diciembre de 1922)


I

II

1. La guerra popular prolongada

2. Las revoluciones de nueva democracia

3. La lucha de clases en la sociedad socialista

4. La línea de masas

5. La lucha entre las dos líneas en el partido

NOTAS

Manchette


 

I

 

Constituir el nuevo partido comunista italiano es la síntesis de las tareas de los comunistas italianos en esta fase. 

Decimos "nuevo" no sólo en términos organizativos, sino, sobre todo, porque es erróneo pensar que se trata simplemente de reconstruir el viejo partido comunista que los revisionistas modernos han corroído, corrompido, disgregado y finalmente liquidado. No es una casualidad que todos los intentos que se han basado en este último criterio ("volver a crear el viejo partido", tal cual se encontraba antes de que los revisionistas se apoderaran de la dirección) no han tenido éxito. En Italia todos conocemos la trayectoria del Partido comunista de Italia (m-l) (Nueva Unidad). Pero esta tesis, por lo que conozco, tiene validez universal. Para nosotros, como marxistas, es fácil comprender que si todos o casi todos los partidos del viejo movimiento comunista (lo que constituyó la Internacional Comunista) han acabado siendo presa del revisionismo moderno, eso no ha sido a causa de ningún individuo o dirigente traidor, sino por un motivo que es universal: porque la parte mejor de los viejos partidos comunistas (la izquierda) no supo oponerse acertadamente a la influencia de la burguesía sobre ellos. La causa de esto reside en los límites de la concepción que guiaba a la izquierda. Los revisionistas modernos se apoderaron del viejo movimiento comunista y lo llevaron a la liquidación, tras algunas décadas, porque la izquierda no supo superar sus límites ni elaborar una línea adecuada para continuar avanzando y acometer las tareas planteadas precisamente por los grandes éxitos alcanzados por el movimiento comunista durante la primera mitad del siglo que apenas ha terminado. 

Los nuevos partidos comunistas tienen que identificar y superar esos límites (1). Sólo así desempeñarán con éxito  el papel que les compete en la nueva oleada de la revolución proletaria anunciada por la segunda crisis general del capitalismo y la situación revolucionaria en desarrollo.  

Los nuevos partidos comunistas tienen que basarse sobre todo en  el patrimonio del movimiento comunista y en el balance de toda su experiencia histórica. Por consiguiente, no deben basarse simplemente en el marxismo-leninismo, sino en el marxismo-leninismo-maoísmo. Limitarse al marxismo-leninismo significa el rechazo a tener en cuenta el balance de la primera oleada de la revolución proletaria (primera mitad del siglo XX) (2); significa rechazar los límites del viejo movimiento comunista que le impidieron aprovechar los grandes éxitos alcanzados hasta la mitad del siglo XX (3) y que permitieron al revisionismo moderno apoderarse de él, corroerlo y corromperlo desde dentro hasta la pérdida de gran parte de las posiciones conquistadas; significa también privarse de los instrumentos aportados por el balance del gran avance logrado por el movimiento comunista durante sus primeros cien años de vida y del gran retroceso sufrido en los cincuenta años siguientes. Este balance es indispensable para el éxito de la nueva oleada de la revolución proletaria, único acontecimiento que puede poner punto final a la segunda crisis general del capitalismo. 

En el Proyecto de Manifiesto Programa publicado por la SN de los CARC en octubre de 1998 se da por sentado que el nuevo partido comunista debe basarse en el marxismo-leninismo-maoísmo y que el maoísmo es la tercera etapa superior del pensamiento comunista, tras el marxismo y el leninismo (4). Pero esta tesis sólo es aceptada hoy abiertamente entre las FSRS italianas  por los CARC y Rossoperaio. Las demás FSRS se muestran reticentes a aceptarla en una y otra medida e incluso la rechazan. En el  n.19 de Rapporti Sociali de agosto de 1998 (Seis discriminantes y cuatro problemas) la aceptación del maoísmo se situaba entre los problemas sobre los que el posicionamiento de las FSRS no estaba todavía claro. Me parece que la situación sigue siendo esencialmente la misma. De hecho no se ha desarrollado entre las FSRS italianas un debate que se corresponda con la importancia que el tema reviste para los objetivos de la actividad política. 

Hace casi un año (en septiembre de 2000) la redacción de la revista Scintilla dirigió una "carta al movimiento comunista de Italia" titulada ¡Unir las fuerzas! En ella proponía un acuerdo entre «todos los grupos comunistas» y establecía como «condiciones indispensables, discriminantes y fundamentales veinte «puntos inamovibles», basados en la «aceptación de la ideología marxista-leninista» (5)!” - todos ellos igualmente importantes - sin las cuales no tiene sentido hablar de unificación de los comunistas». El Comité marxista-leninista de Italia ha publicado recientemente su "carta a los comunistas" con una propuesta de puntos y documentos de referencia para la reconstrucción del partido comunista a la que convoca a todos los comunistas (La vía  del comunismo n. 13, l 9 de abril de 2001). También estos puntos y documentos están basados en el marxismo-leninismo. Lo que caracteriza estas plataformas y otras análogas que se proponen, es que cada una de ellas selecciona algunas "verdades universales" o algunos documentos básicos del viejo movimiento comunista (lo recogido por la Internacional Comunista para entendernos) que los revisionistas modernos han negado y denigrado y proponen darles el lugar que ocupaban. Es una propuesta sobre la que indudablemente todas las FSRS deben estar de acuerdo, pero que tiene políticamente el mismo valor que si en los años 20 del siglo pasado se hubiera propuesto la unidad sobre la base del marxismo o, más exactamente, sobre la base del Manifiesto del partido comunista o de algún otro documento de Marx o Engels. Es como cuando los compañeros de Iniciativa Comunista proponen la "fusión del movimiento obrero con el comunismo científico" (La riscossa n.2) dando por descontado que todo el mundo conoce y comparte lo que ellos entienden por comunismo científico y que, en cambio, sobre lo que existen divergencias es sobre la fusión del comunismo científico con el movimiento obrero (La Voce n. 3 pág. 15)

El estudio de estas propuestas confirma precisamente la tesis de que si no se acepta que el maoísmo es la tercera etapa superior del pensamiento comunista después del marxismo y el leninismo, no se puede avanzar ni en la comprensión de los problemas a los que nos enfrentamos ni en la elaboración de la línea para afrontarlos con éxito.  

Todas este propuestas se basan, en efecto, en la vuelta a los principios revolucionarios del viejo movimiento comunista liberándolos de las deformaciones y mutilaciones que los revisionistas modernos han hecho de ellos. Pero si bastara con volver a lo viejo, si las armas del viejo movimiento comunista fueran suficientes para resolver  nuestros problemas, ¿por qué nuestros viejos compañeros (los Secchia y tantos otros compañeros de la izquierda del PCI, por referirnos solamente a Italia) nunca lograron hacer frente a los revisionistas modernos y proseguir el avance del movimiento comunista, a pesar de estar en condiciones mil veces mejores que en las que hoy nos encontramos? 

Para que el movimiento comunista renazca es necesario dar respuesta a los problemas que nuestros viejos compañeros no supieron dar. Esta respuesta está esencialmente en el maoísmo. 

En 1924,  Stalin ilustró en qué consistía el leninismo en las conferencias que impartió en la universidad de Sverdlov, recogidas posteriormente en el folleto de Fundamentos del Leninismo.(7) Tras demostrar que la respuesta de que "el leninismo es la aplicación del marxismo a las condiciones específicas de la situación rusa" y la de que "el leninismo supone el renacimiento de los elementos revolucionarios del marxismo" enterrados por los oportunistas de la Segunda Internacional eran dos respuestas restrictivas, Stalin responde que "el leninismo es el marxismo de la época del imperialismo y la revolución proletaria". Tesis que después expuso detalladamente señalando una por una las aportaciones originales de Lenin a la ciencia de la revolución proletaria, a la concepción del mundo y al método de pensamiento y acción del proletariado revolucionario. La conclusión a la que llegaba  Stalin era la de que en la nueva época ya no era posible ser marxista si no se era también leninista, es decir, que era preciso ser marxista-leninista. La conclusión a la que hoy llegamos es que hoy es imposible ser marxista-leninista si no se es también maoísta, es decir, que es preciso ser marxista-leninista-maoísta. 

¿Por qué los partidos comunistas fundados en los años 20 debían asumir como patrimonio teórico propio el marxismo-leninismo y no simplemente el marxismo? 

Porque los partidos comunistas, para estar a la altura de las tareas políticas que debían acometer, tenían que distinguirse de los partidos que no apoyaban la Revolución de octubre, no defendían la dictadura del proletariado, no se adherían a la Internacional Comunista y se limitaban a la lucha electoral, parlamentaria, sindical, cultural, a la lucha organizada por medio de cooperativas y en general al conjunto de actividades con las que la clase obrera de Europa occidental se convirtió en actor independiente de la lucha política durante la segunda mitad del siglo XIX, actividades que se habían demostrado completamente insuficientes para la conquista del poder. No bastaba con desprenderse de las deformaciones y mutilaciones llevadas a cabo por los oportunistas de la II internacional. No bastaba con no colaborar con la burguesía y desarrollar honestamente las viejas tareas que incluso habían sido tan útiles al proletariado y que en muchos aspectos todavía lo seguían siendo. Desde que se inició la época del imperialismo y la revolución proletaria, el rechazo del marxismo-leninismo en nombre del marxismo pasó a ser la bandera de los partidos burgueses que buscaban su clientela entre los obreros, es decir, del ala izquierda de la burguesía. Para estar a la altura de las tareas políticas de la época, era preciso dotarse no sólo de nuevos conceptos e instrumentos, sino también adoptar nuevas formas de lucha. Hoy sucede lo mismo. Para estar a la altura de las tareas políticas que debemos acometer tenemos que tener una comprensión clara de los motivos por los que el movimiento comunista ha perdido gran parte de las conquistas logradas, tenemos que distinguirnos de los partidos que no adoptan la guerra popular prolongada como forma universal de la revolución proletaria, que no adoptan la línea de masas como principal método de trabajo y dirección del partido y que no adoptan la lucha entre las dos líneas como instrumento para su desarrollo y fortalecimiento, etc. 

¿Cuáles eran los elementos innovadores (las nuevas discriminantes) del leninismo con relación al marxismo (entendido en sentido estricto, como cuerpo de pensamiento elaborado por Marx y Engels)? No voy a exponerlos en detalle uno por uno. Con respecto a esto remito a Stalin, Fundamentos del leninismo (1924). 

En síntesis, la aportación teórica de Lenin concierne a aspectos relacionados con la concepción del mundo y el método de acción que en el pensamiento elaborado por Marx y Engels no tenían un relieve y una definición que en correspondencia con la importancia política que asumían en la nueva situación (fase imperialista del capitalismo y comienzo de la revolución proletaria). La concepción del mundo elaborada por Lenin desarrollaba esos aspectos de forma más acorde con las necesidades de la lucha política que estaba al orden del día. Gracias a estos desarrollos del pensamiento, el partido de Lenin logró abrir el camino a la revolución y hacer frente con éxito a los oportunistas. Es decir, allí dónde habían fracasado los compañeros que se opusieron a los oportunistas defendiendo las posiciones de Marx y Engels en los demás partidos de la Segunda Internacional, pero sin desarrollar concepciones apropiadas a la nueva situación. Estos nuevos elementos de la concepción del mundo que no habían supuesto una condición indispensable para pertenecer a los partidos de la Segunda Internacional se convirtieron en condiciones indispensables para pertenecer a los partidos comunistas. Por consiguiente, el paso del marxismo al marxismo-leninismo ha estado dictado por las tareas políticas que los partidos comunistas debían cumplir. 

Es necesario reconocer que también el desarrollo de nuestra ciencia, es decir, de nuestra concepción científica del mundo, que unas veces denominamos globalmente marxismo (entendido en un sentido amplio, como concepción del mundo y método del movimiento comunista) y otras materialismo dialéctico, se desarrolla mediante evoluciones (acumulación gradual y cuantitativa de experiencias y conocimientos) y saltos cualitativos. Todos los miembros del movimiento comunista contribuyen al desarrollo del marxismo: aportan la experiencia que mueve y verifica el desarrollo de la teoría. Muchos miembros del movimiento comunista contribuyen al desarrollo del marxismo a un nivel más elevado: hacen el balance de la experiencia colectiva (común) y elaboran teorías. Gran parte de los dirigentes del movimiento comunista elaboran teorías que desarrollan nuestra doctrina. El paso del marxismo (entendido ahora en sentido estricto, como cuerpo doctrinal elaborado por Marx y Engels) al marxismo-leninismo es un salto cualitativo. El paso del marxismo-leninismo al marxismo-leninismo-maoísmo es otro salto cualitativo. Cuando en el movimiento comunista se produce un salto cualitativo, tiene lugar una lucha entre su parte más avanzada y su parte atrasada. La parte más avanzada destaca el carácter indispensable del nuevo término: por consiguiente, subraya lo que es nuevo, reafirma que lo nuevo desempeña el papel principal y dirigente. La parte atrasada rechaza o atenúa lo nuevo, trata de reducir lo nuevo a lo viejo, afirma que "lo presuntamente nuevo es, en realidad, erróneo ", o bien que "no hay sustancialmente nada nuevo", que "lo presuntamente nuevo es insignificante".  Pero el salto cualitativo se realiza , precisamente mediante la lucha de la parte avanzada contra la parte atrasada porque corresponde a las exigencias prácticas, hasta llegar a convertirse en teoría-guía y después en práctica revolucionaria. La parte avanzada pasa a ser en un primer momento la guía del movimiento comunista y después se convierte en el nuevo movimiento comunista. La parte atrasada se convierte en un primer momento en elemento interno de freno del movimiento comunista (en un aspecto de la lucha interna entre lo nuevo y lo viejo y entre lo verdadero y lo falso) para pasar después a ser instrumento de la lucha de la burguesía contra el movimiento comunista. 

Hay que reconocer que también el desarrollo del marxismo (entendido ahora en un sentido amplio) se desarrolla siguiendo la ley según la cual "el uno se divide en dos". Una tesis es común a todo el movimiento y ha presidido una fase de su desarrollo. Frente al desarrollo de la lucha práctica, esta tesis se revela insuficiente y se divide en dos.  

Ejemplo. Los marxistas durante el siglo XIX mantuvieron (contra los socialistas utópicos, contra los prudhonianos, contra los anarquistas y contra los blanquistas) la necesidad de que los partidos proletarios participaran activamente y de forma independiente en la lucha entre burguesía, por una parte, y la nobleza (clero y monarquía), por otra, entre los elementos más radicales de la burguesía y los elementos burgueses favorables a un acuerdo con la nobleza (el clero y la monarquía) y también, por consiguiente, en la forma parlamentaria que esta lucha adoptaba. Desde un primer momento los partidos proletarios apoyaron al sector más avanzado de la burguesía, después pasaron a ser los portavoces directos de las instancias democráticas de las masas populares (expresadas en los "programas mínimos" de los partidos socialistas) contra la burguesía que cada vez más pasaba a ser la parte reaccionaria de la sociedad. A partir de un cierto momento la tesis de que los partidos proletarios debían participar activamente y con independencia en la lucha entre los elementos más radicales de la burguesía y los elementos burgueses más atrasados se dividió en dos: una tesis mantenía que los partidos proletarios debían asumir como suyas las instancias democráticas de las masas populares contra la burguesía (en la revolución socialista o en la revolución de nueva democracia); la tesis opuesta sostenía que los partidos proletarios debían marchar junto a la burguesía progresista contra la burguesía reaccionaria. 

El leninismo no era una negación del marxismo (entendido ahora en sentido estricto), como sus adversarios sostenían hasta el punto de que a veces oponían a Lenin algunas frases de Marx ("la letra" del marxismo). El leninismo era un desarrollo necesario del marxismo ante la nueva fase y las nuevas tareas del movimiento comunista. El marxismo si no engendraba el leninismo degeneraba, se vaciaba de su alma revolucionaria, se convertía primero en una herramienta inútil y estéril y después en una herramienta utilizable por los enemigos del movimiento comunista. Como la experiencia histórica ha enseñado. 

El marxismo es la ciencia de la revolución proletaria y del tránsito de la humanidad del capitalismo al comunismo. Al igual que la obra de cualquier científico, la obra de Marx y Engels no es un compendio de todo el conocimiento existente en su campo. Sólo los metafísicos pueden concebir la elaboración de un sistema que contenga todo el conocimiento pasado y futuro. En efecto, según ellos las ideas no son un producto del cerebro humano, sino que existen por sí mismas, independientemente de los hombres, en la mente de dios o bajo cualquier otra forma. Por consiguiente, es posible "revelar" toda la verdad. En realidad los hombres han elaborado poco a poco a lo largo de su historia nuevas ideas adecuadas a las tareas que afrontaban a medida que se apropiaban en la práctica del mundo. Las ideas se enriquecen y cambian a medida que la práctica de los hombres se hace más rica y más compleja. Toda ciencia pasa por este proceso de desarrollo. También el marxismo. Y así seguirá siendo hasta que no se haya agotado el fenómeno que es su objeto: la revolución proletaria y la transición del capitalismo al comunismo. Marx y Engels han sido los fundadores del marxismo. Lenin y Stalin han sido los representantes de una etapa de su posterior desarrollo, el marxismo-leninismo. La primera oleada de la revolución proletaria, la construcción de los primeros países socialistas, el desarrollo del movimiento comunista en todo el mundo, el predominio de la influencia de la burguesía en su seno y su declive son una gran experiencia histórica que ha enriquecido el pensamiento comunista. Los que hoy quieren mantenerse simplemente como marxista-leninistas se privan de este enriquecimiento. No logran resolver los problemas a los que nos enfrentamos, sus discursos son justos, pero insuficientes. Todavía hablan de la infancia a un hombre que ya tiene los problemas de la adolescencia.  

La conclusión de esta premisa es la siguiente. Es el examen de la fase política que afrontamos, de las tareas políticas que los nuevos partidos comunistas tienen que acometer lo que nos obliga a concluir que los nuevos partidos comunistas no tienen que ser solamente marxista-leninistas, sino marxista-leninista-maoístas. 

Los comunistas debemos hacer frente a la segunda crisis general del capitalismo y dirigir la segunda oleada de la revolución proletaria. Es evidente que en el curso de la primera crisis general del capitalismo y la primera oleada de la revolución proletaria el movimiento comunista alcanzó grandes éxitos (un campo socialista extendido a una tercera parte de la humanidad y la formación de influyentes partidos comunistas en casi todo el mundo). Esta ha sido una confirmación práctica del marxismo-leninismo. Pero también es un hecho evidente que, durante la primera oleada de la revolución proletaria, el movimiento comunista no logró tomar el poder en los países imperialistas y que, a partir de la mitad del siglo XX, ya no supo aprovechar los grandes éxitos conseguidos desde entonces y proseguir su avance. Es evidente que en los cuarenta años siguientes se ha impuesto en su seno el revisionismo moderno que lo ha llevado también a perder los éxitos ya conseguidos. El maoísmo enriquece al marxismo-leninismo con el balance de la primera oleada de la revolución proletaria, con el balance de la corta vida de los primeros países socialistas, e indica cuáles han sido los límites que han impedido al movimiento comunista conseguir mayores éxitos y permitido que el revisionismo moderno prevaleciera en su seno. Si así es, es evidente que es indispensable que los nuevos partidos comunistas hagan suyo el marxismo-leninismo-maoísmo como concepción del mundo y método de pensamiento y acción. Los partidos que no lo adopten y se mantengan obstinadamente aferrados al marxismo-leninismo no serán capaces de afrontar las tareas políticas que hoy se plantean a los partidos comunistas. Por consiguiente, antes o después acabarán por oponerse a la revolución proletaria y pasarán al campo de la burguesía imperialista. 

¿Cuáles son los avances teóricos que el partido comunista necesita para llevar a cabo sus tareas políticas? ¿Cuáles han sido los límites del viejo movimiento comunista que se desprenden del balance de su avance y declive? ¿Cuál es la respuesta a las tareas que tenemos que afrontar? 

A continuación expondré que la respuesta a estas preguntas corresponde en gran parte a las aportaciones que el maoísmo ha dado al pensamiento comunista y que hacen del mismo la tercera etapa superior del pensamiento comunista.

 

 

II

 

Parafraseando lo que Stalin dice acerca del leninismo (7), he de señalar que exponer las aportaciones que el maoísmo ha dado al pensamiento comunista no quiere decir exponer la concepción del mundo de Mao Tse-tung. La concepción del mundo de Mao y el maoísmo no son, por su amplitud, la misma cosa. Mao Tse-tung es un marxista-leninista y la base de su concepción del mundo es el marxismo-leninismo. Así pues, exponer el maoísmo no significa exponer toda la concepción del mundo de Mao, sino exponer lo que hay de particular y nuevo en la obra de Mao, lo que Mao ha aportado al tesoro común del marxismo-leninismo y que está ligado a su nombre. Éste es un rasgo distintivo que nos separa de todos esos "maoístas" que presentan al maoísmo como una concepción aparte, absolutamente nueva e independiente del marxismo-leninismo, como una ruptura con el viejo movimiento comunista (8)

En este artículo me limitaré a exponer cinco aportaciones de Mao al pensamiento comunista que esclarecen algunos de los principales problemas políticos que forzosamente todos los comunistas deben hoy afrontar. Estas aportaciones son  también indispensables para hacer un justo balance del viejo movimiento comunista y de la primera oleada de la revolución proletaria. En virtud de ellas los nuevos partidos comunistas tienen que ser y serán marxista-leninista-maoístas.(9) Los lectores que quieran tener un conocimiento más amplio del maoísmo, pueden encontrar expuestas otras aportaciones de Mao en otro lugar (10).

 

1. La guerra popular prolongada  

 

¿Qué camino debemos seguir los comunistas de los países imperialistas para llevar a la clase obrera a instaurar la dictadura del proletariado, iniciar la fase socialista de transformación de la sociedad y contribuir a la segunda oleada de la revolución proletaria mundial? 

 

Hay fuerzas subjetivas de la revolución socialista que participan espontáneamente en las luchas y superan el estadio en el que participan en las "luchas que se producen" y hacen "lo que pueden", tratan de dar vigor a cada lucha que tiene lugar y confian en que de lucha en lucha, lograrán finalmente la victoria si el número de luchas y trabajadores que participan en ellas aumenta y si las luchas se hacen cada vez más enconadas y decididas (se hacen más "militantes"). Las FSRS que no van más allá de esta actitud, se mantienen todavía al nivel de la espontaneidad (11). En cambio superan esta actitud  las que se plantean el problema de la vía para la conquista del poder, el problema de la estrategia a seguir desde hoy para la conquista del poder: cuál es la "vía a seguir" para llegar a instaurar la dictadura del proletariado, cuál es la orientación general de la que también depende la estrategia que seguiremos necesariamente en cada una de las fases por las que tendremos que pasar, la orientación general en base a la cual podemos elaborar planes a largo plazo y planificar nuestras actividades concretas, distinguir las iniciativas que nos convienen de las que no nos convienen, comprender cuáles son las clases y las fuerzas políticas y sociales con las que podemos contar en cada fase y en qué medida podemos contar con cada una de ellas y emplear de la forma más oportuna las fuerzas organizadas que dirigimos. Tener una estrategia justa es responder de forma justa a la siguiente cuestión: los que hoy están convencidos que en definitiva la clase obrera debe conquistar el poder e instaurar la dictadura del proletariado para resolver sus innumerables problemas, ¿qué deben hacer para aproximarse a la victoria, para dirigir a la clase obrera de etapa en etapa para que pueda crear las condiciones necesarias para instaurar finalmente su poder, en el curso de la actual crisis general del capitalismo, e inaugurar la nueva época de transformación de la sociedad, la época socialista? Esto es también dar una respuesta justa, basada en la experiencia y la ciencia del movimiento comunista y no sólo una respuesta espontánea, instintiva o de sentido común, a la "vía democrática y parlamentaria al socialismo", a la "vía de las reformas de estructura", a la "transición pacífica al socialismo", a la "convergencia gradual entre los dos sistemas" y a otras vías que los revisionistas han defendido en los países imperialistas y que en los últimos 15 años han mostrado, también en la práctica, su carácter  utópico. 

Para cualquiera que reflexione sobre el tema, se hace evidente, pues, que también la frecuencia e intensidad de las luchas, la cantidad de trabajadores que participan en ellas, el coraje con el que participan y, sobre todo, la eficacia de las mismas, es decir, todos los datos de los que parte el espontaneísta, dependen en realidad, en igualdad de otras condiciones, de la orientación que demos a nuestra actividad y de la vía que sigamos. Cada compañero ha vivido más de una vez situaciones en las que muchos trabajadores querrían hacer algo, pero no saben qué hacer o, si tienen una idea de qué hacer, no cuentan concretamente con los medios para hacerlo, o porque no se los han procurado previamente o porque no han creado a tiempo las condiciones para ello. El nivel de movilización de las masas populares que efectivamente se produce ante un acontecimiento no es el fruto espontáneo ni casual de numerosas voluntades individuales ni de las relaciones espontáneamente establecidas entre las masas populares en función del papel que desempeñan en la sociedad burguesa. Tampoco la conciencia que las masas populares tienen de un acontecimiento es el fruto espontáneo o casual de numerosas experiencias individuales. En ambos casos son fruto de las condiciones que la lucha política y el anterior movimiento político han creado. Cuántas luchas se producen, cuántos trabajadores participan en ellas y con qué determinación, que características tienen estas luchas, son datos que podemos modificar con una línea apropiada: si hemos creado una red organizativa y canales de entendimiento, si hemos difundido durante un tiempo una orientación justa, si hemos preparado adecuadamente las luchas, si hemos llamado a la lucha en el momento justo y si hemos conseguido victorias. Para vencer es indispensable seguir una estrategia justa, es decir, seguir una estrategia conforme a las condiciones concretas en las que se desarrolla la lucha y a las condiciones de las que partimos y que no dependen de nuestra voluntad e inteligencia, pues no podemos cambiarlas con nuestra actividad o sólo podemos cambiarlas realizando durante cierto tiempo una actividad adecuada. 

Así pues, es indispensable y obvio que los comunistas, que reconstruimos el partido comunista en medio de una fase de inestabilidad y perturbación del orden existente (12), definamos, aunque sea en términos generales y esquemáticos, la vía que debemos seguir desde ahora en los próximos años, hasta que logremos instaurar la dictadura del proletariado: nuestra estrategia. Una  FSRS que no se ocupa de esto, aunque afirme trabajar por la reconstrucción del partido comunista, se desvía del camino o contribuye a ello de forma limitada. 

Los comunistas se han planteado desde los tiempos del Manifiesto del Partido Comunista (1848) el problema de cuál era la vía que debían seguir, la orientación general a la que debían atenerse para cumplir con la tarea de conducir a la clase obrera a instaurar su poder. 

En 1848 y durante algunos años los comunistas se han ilusionado con la idea de que el proletariado conquistaría el poder en el curso de una revolución popular, de modo análogo a como lo conquistó la burguesía contra las fuerzas feudales. Por su naturaleza, la sociedad burguesa es continuamente teatro de innumerables luchas de intereses entre clases, grupos e individuos. Estas luchas de vez en cuando se sincronizan (si se combinan, se agravan y dan lugar a una lucha de extraordinaria intensidad), se agudizan, se entrelazan hasta dividir la sociedad en dos campos contrapuestos y estallan en un conflicto que implica a toda la sociedad. «Habría sucedido que una minoría, constituida por un partido proletario capaz de ponerse a la cabeza del movimiento y de expresar coherentemente las exigencias económicas, políticas y culturales del proletariado y de la mayoría de la población, sería capaz, a través de la lucha contra la minoría burguesa en alianza con la cual había combatido durante la primera fase de la revolución, de conducir a la mayoría del pueblo a la victoria sobre  la burguesía» (13).

En 1895 Engels reconocía que la historia había dado un mentís a esta concepción compartida por él y Marx y manifestaba que la clase obrera «para poder derrocar la sociedad burguesa, debía, al menos hasta a un cierto punto, haber creado ya dentro de ella los instrumentos y las condiciones de su poder».

En el escrito al que aquí se hace referencia (F. Engels, Introducción a Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850 de K. Marx, 1895), Engels explicó que la revolución socialista se distingue de todas las revoluciones que la han precedido en la historia. Todas las revoluciones fueron revoluciones de minorías, aunque la mayoría de la población tomase una parte activa en ellas. Se había tratado siempre de la sustitución del dominio de una clase explotadora por otra. Una minoría dominante era derrocada y otra minoría ocupaba su lugar. En cambio, la revolución socialista exige por su naturaleza no sólo la participación activa de la mayoría de la población en el derrocamiento del viejo poder, sino también su participación activa en la creación del nuevo poder y en la transformación social que el nuevo poder preside. Todavía más: entre la masa de los trabajadores y cualquier minoría explotadora hay una diferencia cualitativa que no existe entre una y otra minoría explotadora. El acceso de la masas trabajadoras al poder no tiene ninguna semejanza con la sustitución de un partido burgués por otro en la dirección del Estado. El nuevo poder no puede consistir en la toma de posesión del viejo Estado y sus instituciones a cuya actividad se trataría sólo de dar una orientación diferente y nuevas leyes. Es necesario destruir el viejo Estado, sus instituciones y su ordenamiento y reemplazarlo por un nuevo Estado a la medida de la nueva clase dominante y sus objetivos, con sus propias instituciones y ordenamientos. Esto presupone, por tanto, una adecuada preparación de la mayoría de la población para que pueda ejercer este papel, una acumulación de las fuerzas revolucionarias que se debe llevar a cabo en el marco de esa misma sociedad, mientras se mantiene el poder de la burguesía y no tras la conquista del poder. Una parte de este trabajo había sido hecha, decía Engels en 1895. En los mayores países capitalistas de Europa, reconocía Lenin veinte años después, «en el último tercio del siglo XIX y comienzos del XX, en el largo período 'pacifico' de la más cruel esclavitud capitalista y de más rápido desarrollo capitalista, la Segunda Internacional ha realizado su parte de trabajo preparatorio, de organización de las masas proletarias» (Lenin, La situación y las tareas de la Internacional socialista, 1 de noviembre de 1914). Ella había llevado a millones de proletarios a organizarse en partidos, a proponerse algunos objetivos comunes y a ejercer, como colectivo y gracias a su número, los mismos derechos políticos que la burguesía había reconocido a todo individuo (varón), pero que ningún proletario, a causa de su condición económica, podía ejercer individualmente. El partido proletario llegó a disfrutar de esos derechos y ejerció sobre la vida política del país la influencia que cada burgués podía alcanzar individualmente gracias a sus riquezas y a su papel en la sociedad civil. Ya en 1895 Engels afirmaba que, sin embargo, la burguesía de los países europeos violaría su propia legalidad, como los acontecimientos posteriores confirmaron sobradamente. De esta forma anunció el paso del sistema político burgués de la democracia burguesa a la contrarrevolución preventiva y llegó a la conclusión, en lo que se refiere al partido comunista, que la acumulación de las fuerzas revolucionarias no se desarrollaría principalmente mediante la lucha electoral y parlamentaria ni en general en el marco del sistema existente. 

No sólo era imposible que la clase obrera instaurara su poder de modo análogo a como lo hizo la burguesía, sino que también estaba fuera de lugar apostar por una conquista del poder por la vía electoral y parlamentaria y considerar adecuadas (a las tareas que la clase obrera y las masas populares tenían que desarrollar) su agrupación, organización y unificación ideológica y política en torno a las luchas parlamentarias y luchas crónicas de intereses (luchas reivindicativas). Estas luchas de intereses, totalmente consubstanciales y necesarias para la sociedad burguesa, daban lugar a la formación de partidos electoralistas, sindicatos, cooperativas y otras organizaciones de masas. Pero no eran suficientes para la conquista del poder. Engels no dijo cómo el partido comunista debía responder a esa transformación del régimen político de la burguesía, que pondría fuera de juego el modo en el que hasta ese momento había actuado para acumular fuerzas revolucionarias en el seno a la sociedad burguesa (14). En el artículo ya citado Lenin añadía a su vez que «a la Internacional Comunista corresponde la tarea de organizar las fuerzas del proletariado ¡para el asalto revolucionario contra los gobiernos capitalistas, para la guerra civil contra la burguesía de todos los países, para la toma del poder político y la victoria del socialismo! ». Quedaba en el aire como la nueva Internacional habría de realizar esta tarea. 

La primera Internacional Comunista no ha llevado a la instauración de la dictadura del proletariado en Europa, pero ha contribuido mucho a ese objetivo en el curso de la larga crisis que en la primera mitad del siglo pasado ha cambiado radicalmente al continente. Las concepciones y métodos con los que la IC ha tratado de hacer frente a los acontecimientos de aquel período y empeñado en la lucha las fuerzas de que disponía y los resultados de su actividad constituyen una valiosa experiencia. Los comunistas debemos apoyarnos en ella para elaborar las concepciones y definir los métodos y criterios con los que debemos afrontar a su vez la misma tarea durante el desarrollo de la nueva crisis general que desde hace treinta años sacude al mundo, pone en cuestión los ordenamientos de cada país e internacionales y elimina una tras otra las conquistas arrancadas por las masas populares de nuestros respectivos países. En resumen, tenemos que apoyarnos en la experiencia de la primera IC para elaborar nuestra estrategia encaminada a establecer la dictadura del proletariado (15).

El balance de la experiencia de la primera IC lleva a algunos compañeros a conclusiones que, aunque diferentes entre sí, no sólo no esclarecen ni encuadran los acontecimientos, ni tampoco orientan y estimulan la labor  que debemos realizar, sino que también impiden en distinta medida tanto la comprensión de la misma como el trabajo práctico y desmoralizan nuestras fuerzas. Estas conclusiones tienen en común la subestimación de las potencialidades revolucionarias de la clase obrera y de las masas populares de los países imperialistas. Al no querer reconocer que las concepciones y los métodos de la primera IC fueron inadecuados al objetivo que perseguía, deben refugiarse en la tesis de que la clase obrera de los países imperialistas no quiere el socialismo o que la instauración del socialismo en los países imperialistas es imposible o, como mínimo, no saben qué hacer salvo confiar en el desarrollo del movimiento revolucionario de los países oprimidos o en la suerte. En líneas generales, se trata de balances invalidados por el empirismo (16). Un balance basado en hechos, pero elaborado a la luz del materialismo dialéctico lleva en cambio a la conclusión de que también en los países imperialistas la vía para la conquista del poder por  la clase obrera, la forma de la revolución socialista, es la guerra popular prolongada (17).

A diferencia de la Segunda Internacional, la IC ha tenido en cuenta en su practica la diferencia cualitativa entre las luchas de intereses (consubstanciales a la sociedad burguesa y crónicas) y la lucha por el socialismo. Pero siempre ha contrapuesto, como elementos excluyentes, lucha pacífica y lucha violenta, actividad  dentro de la sociedad burguesa y actividad contra la sociedad burguesa, actividad parlamentaria y guerra civil, alianza y lucha, contradicciones no antagónicas y contradicciones antagónicas, contradicciones entre las masas populares y la burguesía imperialista y contradicciones entre los grupos de la clase dominante, política reivindicativa y política revolucionaria, organización legal y organización clandestina. Por el contrario, estos elementos constituyen en la realidad una unidad de opuestos. La estrategia de la guerra popular prolongada reconoce estas unidades de opuestos, desarrolla ambos términos de la unidad y basa en ellos la lucha de la clase obrera para minar y, en definitiva, eliminar el poder de la burguesía imperialista e instaurar su poder. Los conflictos crónicos (estructurales, fisiológicos) de la sociedad imperialista enfrentan a los miembros de las masas populares a la burguesía imperialista (como individuos, como colectivos de trabajo y como clases), pero esos conflictos por sí mismos no les unen de modo permanente en una frente antagónico contra la sociedad burguesa. Porque al mismo tiempo, mientras la sociedad burguesa implica a cada miembro de las masas populares en conflictos repetidos y crónicos con el capitalista y su Estado, los somete también a la dirección e influencia ideológica y moral de la burguesía y atenúa y erosiona el aspecto antagónico que, por otro lado, crea continuamente.   

Para el partido comunista se trata entonces de aprovechar el aspecto antagónico que la sociedad burguesa contiene en sí misma y que aflora una y otra vez de ella para crear sobre esa base las organizaciones adecuadas y consolidarlas. Se trata de recoger y unir organizadamente todos los elementos antagónicos que genera la sociedad burguesa, educar en el antagonismo a todos los que la experiencia ha llevado a seguir esta vía, reforzar su antagonismo con la fuerza de la organización y la acción, actuar de forma que el antagonismo ejerza su influencia en toda la sociedad aunque sea externo a ella y contrapuesto. En resumen, en cada país imperialista el partido comunista debe plantearse como tarea promover, organizar y dirigir la guerra de las masas populares contra la burguesía imperialista. Pero para los partidos comunistas no se trata de declarar una guerra que no existe. Por el contrario, se trata de que los  partidos comunistas tomen conciencia de la guerra no declarada que ya se está desarrollando y dirijan por etapas a las masas populares para que ellas también la lleven a cabo de forma cada vez más adecuada.  

La segunda crisis general del capitalismo y la correspondiente situación revolucionaria en desarrollo constituyen el contexto de la descomposición de la sociedad actual y de la lucha por la instauración de la sociedad socialista en los países imperialistas. La burguesía imperialista, con el fin de valorizar su capital, lleva ya a cabo hoy también una guerra no declarada contra las masas populares de los países imperialistas en el curso de la cual aplasta y tortura física y espiritualmente de distintas formas a gran parte de la población de los países imperialistas. Ella misma destruye los ordenamientos y prácticas en los que la sumisión de las masas populares de los países imperialistas a la burguesía se había convertido en costumbre. El curso que la cúpula de los grupos imperialistas americanos ha impreso a los acontecimientos a partir del pasado verano confirma de forma cada aún más evidente que el blanco principal de los grupos imperialistas son precisamente las masas populares de los países imperialistas. Está claro, por lo demás, que mientras consigan someter de alguna manera a las masas populares de los países imperialistas, también lograrán mantener a raya a los pueblos de los países oprimidos: dividiéndolos, enfrentando a unos con otros, bombardeando a los irreducibles y aterrorizándolos. Por otra parte, los grupos imperialistas sólo pueden actuar como gendarme mundial si instauran en los países imperialistas Estados cada vez más policíacos y logran una creciente movilización reaccionaria de las masas. Éste es el proceso de la crisis general del capitalismo. Este adopta una extraordinaria variedad de formas, sufre frecuentes transformaciones y avanza con altos y bajos, de modo muy irregular y diferenciado. Períodos en los que la represión es particularmente cruel se alternan con  períodos casi de tregua. Períodos en los que la represión afecta de lleno a amplios sectores de las masas populares se alternan con períodos en los que los golpes peores se concentran en sectores minoritarios. Unas veces le toca a un grupo, otras a otro; a unos la burguesía les ataca de una manera, a otros de otra. Cada individuo, grupo, categoría y clase de las masas populares reacciona actualmente ante esta guerra lo mejor que puede y de forma dispersa. La burguesía cuenta con distintos medios para dividir, reprimir a un grupo tras otro, obstaculizar la concentración de las clases y los grupos golpeados y enfrentar a unos contra otros. Pero es un proceso que continuará hasta que la actual crisis general no tenga fin y desemboque ya sea en la revolución socialista o bien en una nueva guerra interimperialista de la que surgirá un nuevo orden mundial capitalista (cosa que no podemos en absoluto excluir). Para cada partido comunista se trata, por tanto, de transformar por etapas esta guerra declarada que sufren solamente las masas populares, en una guerra que las masas populares lleven a cabo de forma cada vez más organizada, cada vez más unidas y tomando cada vez más en sus manos la iniciativa. La experiencia de la Resistencia contra el nazifascismo en Italia y en Francia muestra que también la guerra revolucionaria es posible en los países imperialistas más desarrollados: todo depende de en qué medida las masas populares participan en ella. Cada partido comunista tiene que comprender de forma cada vez más profunda la guerra no declarada que se está desarrollando, tener en cuenta las formas de resistencia que las masas adoptan, elaborarlas, generalizarlas y llevarlas a un nivel superior. Combinar todas las formas de lucha que las masas practican, legales y violentas, abiertas y clandestinas. Encontrar las formas de hacer confluir cada vez más a todos los grupos, sectores y clases de las masas populares en un frente único que se oponga al campo de la burguesía imperialista. Obviamente cada partido tendrá que aprender a aplicar las tesis generales a sus condiciones concretas y en cada situación concreta y deberá hacer un esfuerzo constante para extraer lo particular de lo general, apoyándose más en lo particular cuanto más atrasada sea la situación política. Este será un proceso prolongado, tortuoso y doloroso. La estrategia de la guerra popular prolongada es una estrategia para la transformación de la clase obrera en clase dirigente, para substraer a las masas populares de la dirección de la burguesía y ponerlas bajo la dirección de la clase obrera y para establecer la dictadura del proletariado barriendo la dictadura de la burguesía. La guerra popular prolongada es una guerra revolucionaria de carácter especial, distinta a las que se han visto hasta ahora, que la clase obrera conducirá a su manera. En esta guerra el aspecto militar es esencial, pero la importancia de su papel variará sensiblemente de una etapa a otra. Sólo la práctica nos permitirá definir mejor poco a poco las tareas a desarrollar. En términos generales ahora se puede decir que para cada partido se tratará  de

1. determinar las fases para llegar a la instauración de la dictadura del proletariado, de descubrir los  objetivos y las líneas justas de cada fase (es decir, conformes al desarrollo objetivo de las contradicciones del mundo actual y  a las contradicciones específicas de cada país) y de organizarse de modo adecuado para realizarlas; 

2. movilizar a cada clase y grupo de las masas populares para defender con la mayor eficacia posible todo interés particular contra la burguesía imperialista y aprovechar de todas formas las luchas de intereses crónicas que se desarrollan en la sociedad burguesa y en sus instituciones como aspecto auxiliar del desarrollo del proceso revolucionario (18);

3. llevar a la clase obrera, identificándose con su vanguardia organizada, a actuar de acuerdo con las líneas y objetivos marcados por el partido, de tal forma que asuma la dirección del resto de las masas populares (19);

4. movilizar en cada circunstancia  a los sectores avanzados de las masas con el fin de incorporar a la lucha a los sectores más atrasados que sólo pueden radicalizarse si dan expresión práctica a la tendencia anticapitalista dictada por la experiencia práctica de la opresión y explotación (20);

5. construir y dirigir (directa o indirectamente) desde fuera de las relaciones políticas burguesas (por consiguiente, el partido es necesariamente ilegal) un frente lo más amplio posible de clases y fuerzas políticas para realizar los objetivos de cada fase, promoviendo la máxima organización de las masas en organizaciones públicas y clandestinas, legales e ilegales, pacíficas y armadas; 

6. prestar atención desde todos los puntos de vista al desarrollo de las fuerzas armadas revolucionarias dirigidas por el partido porque, en definitiva, es a la lucha armada a la que corresponde una tarea decisiva y conclusiva para realizar las aspiraciones de las masas populares e instaurar la dictadura del proletariado ("el poder nace de la punta del fusil"). 

En suma, se trata de desplegar todo el potencial de la guerra popular prolongada, constituyendo un amplio frente de fuerzas y clases revolucionarias en torno al partido que mantiene con cada parte del frente una relación de unidad y lucha (21).

Mao Tse-tung ha elaborado las experiencias de la revolución rusa y de la revolución china hasta sacar de ellas la teoría más avanzada de la guerra popular prolongada. Él ha sido quien ha desarrollado de modo sistemático la ciencia de esta guerra popular revolucionaria, la teoría más acabada de la forma de la revolución proletaria, de la vía que la clase obrera debe seguir también en los países imperialistas para tomar el poder. Por lo demás, es la teoría que ilumina y esclarece la experiencia de la primera Internacional Comunista cuyos pasos y resultados serían un misterio, si no fuera porque sólo a la luz de esa teoría se hacen plenamente instructivos.

 

2. Las revoluciones de nueva democracia 

La estrategia de los comunistas de los países colonizados y semicolonizados oprimidos por el imperialismo 

 

La primera oleada de la revolución proletaria y el desarrollo del imperialismo han hecho madurar posteriormente las condiciones de la revolución democrática en los países colonizados y semicolonizados en los que vive la mayoría de la humanidad y también desarrollarse algunas de las más importantes condiciones para su éxito. Los obreros (los trabajadores de las empresas capitalistas) son más numerosos. El nivel cultural y la capacidad organizativa han crecido enormemente. Durante la primera oleada de la revolución proletaria y la lucha que eliminó el sistema colonial se ha acumulado una gran experiencia revolucionaria. En numerosos países actúan grupos y partidos comunistas, en algunos (Perú, Colombia, Filipinas, Nepal, Bangladesh, India, Turquía, etc.) se desarrollan actualmente guerras populares revolucionarias y en otros  hay fuertes movimientos revolucionarios. La derrota del viejo sistema colonial y la quiebra del neocolonialismo han cambiado de modo irreversible la situación. El capital financiero ha destruido finalmente, a amplia escala, las condiciones que hacían posible la miserable supervivencia de otros trabajadores a los que expolia con impuestos, intereses, derechos, tarifas y precios de monopolio. Movidos por la crisis general de superproducción absoluta de capital que los atenaza, los grupos imperialistas en competencia entre sí han invadido y depredado cada vez más en profundidad a los países oprimidos, sometiéndolos abiertamente a nuevas agresiones. La "política de los bombarderos" renueva con mayor potencia y ferocidad los "empresas civilizadoras" de la "política de las cañoneras" de principios del siglo XX e impone a todos los pueblos la "superioridad de la civilización cristiana" personificada por la pareja conflictiva de amigo-enemigo de Bush y Woityla: el verdugo que mata y el capellán que reconforta. Los grupos imperialistas alegan un sin fin de pretextos de todo tipo en cada campo. Y los avanzan con una arrogancia tanto más descarada cuanto mayor es la resistencia a satisfacerles. Éste es el terreno del que nace el fermento que crece en todos los países oprimidos. La rebelión que se encuba en estos países y que da lugar a estallidos cada vez más frecuentes, es una manifestación de los grandes pasos adelante dados por la humanidad durante la primera oleada de la revolución proletaria y de las mejores condiciones con las que afronta la segunda oleada. El declive del viejo movimiento comunista y la agresión del imperialismo no han acabado más que con una parte de las conquistas alcanzadas, mientras que hacen objetivamente contradictorias y subjetivamente intolerables las nuevas y crecientes pretensiones de los grupos imperialistas y de sus fantoches y agentes locales (22). Esto es lo que precisamente les empuja a plantearlas con una arrogancia cada vez más abierta e intolerante, con armas más potentes y con un terrorismo más feroz. La lucha de clases se hace más aguda a medida que el capitalismo se acerca a su fin, aunque los acontecimientos y alineamientos no sigan al pie de la letra todas las instrucciones de nuestros manuales. 

Todo esto hace asumir a los países colonizados y semicolonizados en la nueva oleada de la revolución proletaria que avanza, un papel aún más importante del que tuvieron en la primera oleada, tanto en su preparación como en su desarrollo (23). Los países colonizados y semicolonizados ya están hoy dando una importante contribución al desarrollo de la segunda oleada de la revolución proletaria. En ellos se desarrollan por el momento las batallas más cruentas. La lucha por la imposición del maoísmo en el movimiento comunista como tercera etapa superior del pensamiento comunista ha sido iniciada por el Partido comunista peruano y su presidente Gonzalo. Los partidos comunistas de los países colonizados y semicolonizados ejercen una gran influencia en la formación de los nuevos partidos comunistas en todo el mundo. El movimiento político de las colonias y semicolonias, gracias a los golpes que asesta a los intereses de los grupos imperialistas, alimenta en medida creciente y acelera el movimiento político de los países imperialistas. Sean cuáles sean sus promotores, organizadores y ejecutores, los atentados del martes 11 de septiembre en Nueva York y Washington también son resultado de la rebelión de los países colonizados y semicolonizados: o bien de allí vienen sus promotores o bien los grupos imperialistas americanos han dado vía libre a la estrategia de la tensión a nivel planetario para también tomar la iniciativa ante la serie de golpes inferidos a sus intereses en los países árabes.

Las posiciones más avanzadas de las que parten los países colonizados y semicolonizados, junto a las condiciones más avanzadas de la lucha contra la discriminación racial, la opresión nacional y la discriminación y opresión de las mujeres, contribuyen a asegurar que con la segunda oleada de la revolución proletaria las clases explotadas, los pueblos, las naciones y  razas oprimidas y las mujeres alcanzarán éxitos y conquistas mayores de las alcanzados bajo la primera oleada. 

La importancia que tiene la revolución de las colonias y semicolonias es tal que lleva algunos grupos y partidos, incluso de los países imperialistas, a creer que es ella y no la revolución socialista en los países imperialistas el centro motor de la nueva oleada de la revolución proletaria a nivel mundial y el terreno en el que finalmente se decidirá su resultado. Esta concepción es globalmente equivocada. La contradicción entre países oprimidos y países imperialistas, al igual que la contradicción entre grupos imperialistas, asume en determinadas fases de la segunda oleada el papel principal pero éste papel lo desempeña, desde el punto de vista global de la segunda oleada, la contradicción entre la clase obrera y la burguesía imperialista. La revolución proletaria es ante todo una revolución socialista. Esa tesis equivocada refuerza la subestimación de las potencialidades revolucionarias de la clase obrera y de las masas populares de los países imperialistas y tiene, por tanto, un efecto negativo sobre la actividad revolucionaria de los comunistas de los países imperialistas y, en suma, debilita a todo el movimiento revolucionario. 

En la mayor parte de los países oprimidos, colonizados y semicolonizados, la revolución que se está desarrollando es una revolución por su naturaleza democrática. Sus tareas principales son 1. la eliminación de los restos feudales y de otras formas de economía basadas en las relaciones personales de dependencia y opresión y 2. la liberación de la dominación imperialista, por tanto, la lucha contra el imperialismo y sus agentes locales (la burguesía compradora y burocrática). 

La única estrategia que permite desarrollar plenamente la revolución en los países oprimidos y llevarla al éxito es la estrategia de la revolución de nueva democracia: una revolución democrática dirigida por la clase obrera bajo la dirección del partido comunista. Esta revolución forma parte de la revolución proletaria mundial y crea las condiciones para el comienzo de la transformación socialista de la sociedad. 

Mao Tse-tung ha desarrollado la concepción de Lenin sobre la alianza entre los obreros y campesinos y entre los obreros de las metrópolis y los pueblos oprimidos de las colonias y semicolonias, así como la concepción sobre las dos etapas de la revolución. Él ha elaborado una doctrina sistemática y relativamente completa de la revolución de nueva democracia y su desarrollo en revolución socialista. Luego también por este lado se confirma que el maoísmo es la tercera etapa, superior, del pensamiento comunista. 

 

3. La lucha de clases en la sociedad socialista 

La contribución histórica de los países socialistas construidos durante la primera oleada de la revolución proletaria y las enseñanzas de su experiencia 

 

Es imposible lograr el renacimiento del movimiento comunista, más allá de un nivel elemental y espontáneo, sin un balance de la experiencia de los países socialistas. La Unión Soviética, la República popular china y el campo socialista asumieron un papel muy importante en la revolución proletaria mundial. La degeneración, primero, y el derrumbamiento del campo socialista, después, han producido y producen efectos negativos sobre todo el movimiento comunista mundial y sobre cada una de sus partes. En 1926 Stalin dijo: «¿qué sucedería si el capitalismo lograra ahogar y destruir la república de los soviets? Advendría la época de la más negra reacción en todos los países capitalistas y coloniales, la clase obrera y los pueblos oprimidos serían asfixiados, se perderían las posiciones del comunismo internacional» (24). Lo que Stalin dijo en el lejano 1926 se ha cumplido después de algo más de 60 años y todavía pesa sobre nosotros. 

La burguesía todavía difunde hoy el cuento de que Reagan y su lucha contra "el imperio del Mal" y Woityla con su Virgen de Fátima habrían sido los causantes del derrumbe del campo socialista. Cada comunista tiene que tener una comprensión clara de las causas de la degeneración y derrumbamiento del campo socialista y en particular de la Unión Soviética. Es un elemento indispensable tanto para la solidez ideológica en la lucha que tenemos que librar, como para evitar repetir los errores ya cometidos. Además, al igual que una experiencia más avanzada permite comprender mejor también el pasado y las experiencias más atrasadas, la historia de los primeros países socialistas, aunque breve, ilumina con una nueva y fecunda luz toda la doctrina y experiencia del movimiento comunista.

Mao Tse-tung realizó un balance sistemático y relativamente completo de las características de la transición del capitalismo al comunismo llevada a cabo en los primeros países socialistas. En particular, ilustró las leyes de la transición en base a la experiencia acumulada en la URSS y en la RPCh (25).

Era ya doctrina establecida en el movimiento comunista y había sido repetidamente ilustrada por Marx, Engels, Lenin y también por Stalin (aunque en este caso con alguna contradicción acerca del nivel al que había llegado en la URSS en la extinción de los antagonismos de clase), 1. que el socialismo era la fase de transición del capitalismo al comunismo, de la transformación de las relaciones de producción, de las demás relaciones sociales y de las ideas, concepciones y sentimientos que se correspondían con ellas, hasta eliminar los fundamentos y  manifestaciones de la sociedad capitalista y establecer relaciones sociales basadas en el principio "de cada uno según sus posibilidades, a cada uno según sus necesidades" y las concepciones correspondientes; 2. que esta transición ocuparía todo un período histórico y  se completaría a nivel mundial con la consiguiente extinción de los Estados, de las barreras de raza y nación que todavía dividen a los hombres y de todo tipo de opresión sobre las mujeres, 3. que, hasta que este proceso no concluyese, sobrevivirían, incluso en medida decreciente y específica, los Estados y las divisiones entre clases explotadas y clases explotadoras y la lucha de clases seguiría siendo el motor de la transformación de la sociedad. 

Mao ha enseñado que para comprender la lucha de clases en los países socialistas es preciso tener claramente en cuenta tres aspectos distintos de las relaciones de producción: 1. la propiedad de los medios y condiciones de producción, 2. las divisiones entre los hombres en la producción (la división entre trabajo manual y trabajo intelectual, la división entre dirigentes y dirigidos, la división entre hombres y mujeres, la división entre la ciudad y el campo y la división entre zonas y sectores avanzados y zonas y sectores atrasados, etc.), 3. las relaciones de distribución del producto. Considerando todos estos tres aspectos era posible saber con seguridad dónde estaba la burguesía en los países socialistas (ésta estaba constituida por los dirigentes del partido, del Estado y de las demás instituciones sociales que patrocinaban la vía al capitalismo) y hacer un análisis de clase completo de las sociedades socialistas y, por tanto, dirigir la lucha de las clases oprimidas en el marco de las nuevas condiciones políticas y culturales específicas de la sociedad socialista. La Revolución Cultural Proletaria fue una manifestación práctica de la fuerza que la lucha de clases podía emanar en favor del comunismo en la sociedad socialista.  

Mao ha mostrado que la transformación de las relaciones sociales y de las concepciones y sentimientos correspondientes se producía por etapas (en cada una de las cuales se alternaban evoluciones graduales y saltos). La transformación podía, por tanto, estudiarse con precisión ("con la precisión de una ciencia experimental") y en una cierta medida ser dirigida de acuerdo con sus propias leyes, las cuales debían ser investigadas, descubiertas y aplicadas (26). Era posible tanto avanzar en la transformación como retroceder. En la sociedad socialista se presentaban dos vías ( la de avanzar hacia el comunismo y la de retroceder hacia el sistema capitalista) y se enfrentaban entre sí dos clases (la burguesía y la clase obrera). Por tanto, dos líneas se disputaban la dirección del partido comunista, del Estado y de las demás instituciones de la sociedad. Esto también ponía las bases para afrontar la lucha contra la restauración después de que los revisionistas modernos tomaron la dirección (27). Si no se parte del maoísmo ningún análisis de los países socialistas permite valorizar su experiencia, sacar a la luz los límites y problemas reales e indicar  una vía para superarlos. Todos los análisis tratan de ver a los países socialistas con las lentes deformadas de las categorías de sociedades más atrasadas (capitalismo de Estado, modo de producción asiático, sistema burocrático, etc). Aunque la República popular china, debido a su atraso global, no ha podido reemplazar a la Unión Soviética como puntal de la revolución proletaria mundial y ha caído en manos de los revisionistas modernos (Teng Hsiao-ping y sus sucesores), el maoísmo permite a los comunistas de todo el mundo comprender la experiencia de los países socialistas y extraer las enseñanzas necesarias para marchar adelante. 

La profundidad y justeza del balance hecho por Mao Tse-tung sobre la sociedad socialista se ven confirmadas también por el hecho de que, aunque dirigió la Revolución Cultural Proletaria y la lucha por echar del partido y del Estado a los dirigentes que patrocinaban la vía capitalista, sin embargo señaló que los resultados alcanzados en la República popular china eran precarios y que era muy elevada la probabilidad de que los revisionistas modernos lograran apoderarse de la dirección del PCCh y hacer retroceder a la RPCh de las posiciones conquistadas, a no ser que se hubiese producido en la Unión Soviética una revolución comunista (28).

 

4. La línea de masas

La línea de masas como principal método de trabajo y dirección de todo partido comunista 

 

Todo partido comunista ha afrontado y tendrá que afrontar la antinomia entre la independencia ideológica y organizativa del partido y la estrecha ligazón del partido con las masas. La primera es la condición necesaria para que el partido pueda "elaborar" una línea justa. La segunda es la condición necesaria para que el partido pueda "descubrir" y "aplicar" la línea justa. Todo  partido comunista ha afrontado y tendrá que afrontar la antinomia entre los objetivos inmediatos, el objetivo de la fase y el objetivo final. Todo partido comunista ha tenido que luchar a menudo y tendrá que luchar contra dos desviaciones opuestas: el aventurerismo de quien se aparta de las masas convencido de poder ir más rápidamente hacia el objetivo y el seguidismo de quien se confunde entre las masas y se limita a ilustrar lo que ya las masas hacen y refleja el estado medio, general, común, extendido entre las masas. 

La línea de masas es la superación de esas antinomias y el criterio para evitar ambas desviaciones. 

Ella consiste en recoger los elementos de conocimiento esparcidos y confusos que existen entre las masas y sus aspiraciones, elaborarlos y extraer de ellos objetivos, líneas, métodos y criterios y llevarlos a las masas hasta que éstas los hagan suyos y los pongan en práctica. Luego, volver a recoger los elementos esparcidos y confusos de la experiencia de las masas en la nueva situación y sus aspiraciones, elaborarlos y sacar de ello nuevos objetivos, líneas, métodos y criterios y llevarlos a las masas hasta que éstas los hagan suyos y los pongan en práctica. Así, hasta repetir este proceso una y otra vez, de tal forma que las concepciones de los comunistas se hagan cada vez más ricas y concretas y el proceso revolucionario se encamine hacia la victoria.

Vista desde otra óptica, la línea de masas consiste en identificar en cada grupo a la izquierda (es decir, a la parte cuyas aspiraciones llevarán al grupo a confluir en el cauce de la revolución socialista, si el grupo actúa de acuerdo con esas aspiraciones), al centro y a la derecha y en movilizar y organizar a la izquierda para que atraiga al centro y aísle a la derecha.

Para aplicar la línea de masas el partido debe, por consiguiente, asimilar bastante bien el materialismo dialéctico ("sin teoría los hechos son ciegos"), hacer buenas investigaciones ("sin hechos la teoría resulta vacía"), tener una buena visión de conjunto sobre el proceso revolucionario en curso y sobre el papel desempeñado por las distintas clases en el mismo. 

Si el partido reúne estas condiciones va hacia su objetivo final (la revolución socialista) no apuntando directamente y en cada circunstancia concreta a su objetivo final, sino con la vista puesta, durante cada fase y circunstancia concreta, en ese objetivo que las masas populares pueden realizar y cuya realización las acerca  al objetivo final del partido. La línea de masas lleva al partido a reunir en cada fase de la lucha el más amplio frente posible de clases, fuerzas y personalidades con el fin de alcanzar el objetivo de esa fase. Ella implica la máxima autonomía ideológica y política por parte del partido, una gran capacidad de comprensión de las contradicciones reales y del movimiento en curso, amplitud de miras y libertad de maniobra. Si el partido se aparta de las masas, no es porque esté demasiado avanzado con respecto a ellas, sino porque no es capaz de comprender la situación concreta y se encuentra atrasado. Un buen médico o un buen maestro son mucho más avanzados y autónomos cuanto mejor saben comprender la situación efectiva del enfermo o alumno: no se atienen a lo que el enfermo o el alumno les dicen, no hacen lo que uno y otro les sugieren, sino que comprenden lo que uno y otro son y lo que les mueve a alcanzar el objetivo que cada uno quiere alcanzar. La línea de masas permite al partido ya sea mantener la iniciativa, ya sea mantenerse estrechamente ligado a las masas y  reforzar continuamente sus vínculos con ellas. La ligazón con las masas se hace tanto más estrecha cuanto más alta es la calidad del partido y cuánto más fuerte es su independencia ideológica y política. La línea de masas también es la síntesis entre el partido de masas y el partido de cuadros: es decir, el partido de cuadros que dirige a las masas. Es la síntesis entre dirección del partido y autonomía de las masas, entre política desde arriba y política desde abajo. 

Que las ideas venían de la práctica, de la experiencia, era un principio establecido en el movimiento comunista. Y otro tanto sucedía con el principio de que en la práctica de las masas estaban en germen, en forma confusa y dispersa, los elementos de todo conocimiento superior. Se pueden citar innumerables pasajes de Marx, Engels, Lenin y Stalin que ilustran y remachan esta concepción de la relación entre ideas y sensaciones, entre conciencia y experiencia y sus reflejos en la actividad política. Mao Tse-tung ha expresado de manera sistemática y orgánica esta concepción y señalado la línea de masas como principal método de trabajo y dirección del partido comunista (29).

 

5. La lucha entre las dos líneas en el partido 

La lucha entre las dos líneas en el partido como principio para el desarrollo del partido comunista y como defensa frente a la influencia de la burguesía 

 

Cada partido comunista ha hecho frente y ha tenido que hacer frente a la antinomia entre "cohesión ideológica y política y disciplina organizativa". La primera requiere un esfuerzo sistemático y organizado (con instituciones e instancias dedicadas especialmente a ella) para promover el libre desarrollo de cada miembro y la máxima valorización de su experiencia y que en todo el partido reine un clima de debate libre y de franca discusión de las ideas. La segunda implica unidad de dirección en la acción y aplicación leal, activa y fiel de las normas adoptadas por el partido y subordinación del individuo al colectivo, de las instancias inferiores a las superiores y de la parte al todo. Los partidos comunistas creados por la IC han afrontado esta antinomia reconociendo la unidad de los opuestos que ella encierra y adoptando el centralismo democrático como principio organizativo. Lenin ha sido nuestro maestro en este campo. 

La experiencia ha mostrado, sin embargo, que la lucha por la cohesión ideológica y política del partido plantea problemas para cuya solución los partidos comunistas de la IC no tuvieron una línea claramente definida. También esto ha sido una brecha para la acción de los revisionistas modernos.  

Cada partido afronta frecuentemente situaciones nuevas y tiene que solucionar nuevos problemas. Toda cambia, al igual que también cambian las tareas que el partido tiene que afrontar. Es inevitable que en el partido surjan divergencias. Estas son más bien un factor de desarrollo del partido. También las ideas se desarrollan con evoluciones graduales y saltos, mediante la confrontación ideológica y la división del uno en dos. También las ideas tienen una historia: nacen en pocos hombres y, a medida que demuestran su validez en la práctica, logran asentimiento y seguidores. El burgués que tiene una nueva idea, la pone en práctica: si le va bien, peor para sus competidores; si le va mal, fracasa (y en ambos casos el trabajador paga los gastos). Entre los comunistas (y en la sociedad socialista) las cosas resultan de otra manera. El compañero que tiene una idea la somete al colectivo. Necesita que el colectivo le aporte el modo de ilustrarla, defenderla y verificarla. Las nuevas ideas son un bien preciado. Concepciones y líneas que se confrontan son consecuencia de la contraposición entre lo verdadero y lo falso, entre lo nuevo y lo viejo, entre lo avanzado y atrasado: éstos son aspectos inseparables de todo desarrollo. Un partido en el que no existan divergencias de puntos de vista, será un partido muerto ("sin contradicción no hay vida"). Ante concepciones divergentes, es preciso desarrollar el debate, la investigación y la verificación para llegar a la unidad. No hay otro modo de llegar a la verdad. Si nosotros prohibimos a alguien expresar y poner a prueba una idea distinta a la ya establecida y común, impedimos el desarrollo del pensamiento en el partido y obligamos al pensamiento a encontrar vías transversales para imponerse. De esta forma minamos la cohesión ideológica y política del partido y ésta es, en definitiva, condición necesaria para que la disciplina organizativa se mantenga en el tiempo y sea un elemento de fortaleza y victoria del partido.  

Los comunistas somos partidarios de la libertad de crítica. Al mismo tiempo, estamos en contra de que convivan y coexistan en el partido concepciones y líneas contradictorias. Por consiguiente, estamos en contra de la coexistencia de concepciones divergentes, y en contra de la indiferencia ante concepciones: si "cada uno piensa lo que quiere", también hará lo que quiere y no habrá disciplina organizativa. Por el contrario, somos partidarios de la lucha abierta entre concepciones divergentes para llegar a la unidad en base a las posiciones revolucionarias más avanzadas y justas. El partido tiene que promover la confrontación, el debate y la verificación. Una dirección que ahoga las divergencias, que las teme, que no promueve el debate y la verificación, no es una buena dirección. 

Pero las divergencias ideológicas son un medio para buscar la verdad y, al mismo tiempo también expresión de intereses opuestos. Las divergencias de concepciones y línea en el partido son  resultado del progreso de los conocimientos (contradicción entre verdad y error) y de la aparición de nuevas situaciones (contradicción entre lo nuevo y lo viejo, entre lo avanzado y atrasado).,  de la lucha entre la clase obrera que avanza hacia el socialismo y la burguesía que trata de perpetuar el mayor tiempo posible el viejo mundo, son el reflejo de los intereses antagónicos entre las dos clases en lucha por el poder. Las ideas son un arma de la lucha. Una vez que se convierten en patrimonio de las masas, son una fuerza material que transforma el mundo. Una orientación equivocada lleva al partido comunista a la derrota, una orientación justa lo lleva a la victoria. Por tanto, la concepción y la orientación del partido comunista son un campo de confrontación entre las dos clases, un terreno en disputa: precisamente porque un partido comunista con una orientación suficientemente justa es invencible, como la experiencia de la primera oleada de la revolución proletaria ha demostrado. Para derrotar la revolución, la burguesía tiene que apoderarse ante todo del partido comunista y desviarlo. Para impedir la revolución, la burguesía tiene que impedir la formación de un partido comunista capaz de darse una orientación suficientemente justa. Por eso se presentan repetidamente en el partido concepciones ya derrotadas teóricamente bajo formas apenas diferentes y a veces bajo las mismas viejas formas. Por eso la burguesía busca influenciar por todos los medios las ideas de los miembros del partido. La burguesía imperialista intenta aprovechar por todos los medios y formas cada divergencia que inevitablemente se desarrolla en las filas del  partido, contactar a los disidentes, apoyarlos de mil formas (el fascismo publicó la obra de Trotski, Historia de la revolución rusa), aunque sólo sea instrumentalmente (es decir, sin compartir sus tesis, para antagonizar las divergencias en nuestro partido), se apoya en el individualismo (en el deseo de hacer carrera, en la presunción, en la búsqueda de fama y dinero, en el deseo de revancha) aprovechando el hecho que en la sociedad burguesa el individuo puede tener en todos este terrenos un desarrollo que en el partido no tiene. La burguesía aprovecha las divergencias que se desarrollan en el partido como algo consubstancial con su naturaleza, al igual que hace otro tanto con todo atraso de las masas populares que obviamente se transmite en parte al partido. La sumisión ideológica y moral de las clases oprimidas a la clase dominante es consubstancial a la sociedades clasistas ("la cultura dominante es la cultura de la clase dominante"): por tanto, en  tanto exista, la burguesía tendrá cierta influencia sobre las masas populares y, a través de ellas, en el partido. Esa influencia atraviesa toda barrera, pues no existen "murallas chinas" entre las clases.

Los intentos de impedir la influencia de la burguesía única o principalmente con medidas disciplinarias, ahogando las divergencias, manteniendo las divergencias dentro de círculos estrechos de dirigentes del partido y dando la impresión de cara al exterior que el partido es un muro compacto, o sea, con las comisiones de control, a la larga se han demostrado desastrosas. Los intentos de asegurar la cohesión ideológica y política del partido mediante la disciplina organizativa o bien fracasan o bien llevan el partido a la esclerosis y, antes o después, a la desintegración. La burguesía ha identificado y aprovechado también las divergencias en el partido cuando éstas estaban prohibidas y estaban, por tanto, ocultas (la historia del PCI y de otros partidos comunistas presenta muchos casos de este tipo). La prohibición ha favorecido la transformación de las divergencias en conspiración. En la mayor parte de los partidos comunistas de la primera Internacional Comunista la burguesía se ha apoderado de la dirección del partido y en este sentido ha encontrado facilitada su labor por la costumbre establecida en el partido de ahogar las divergencias o mantenerlas en círculos reducidos de dirigentes y ha impuesto con medidas disciplinarias su línea al partido hasta corromperlo y provocar su disgregación. La izquierda ha sido paralizada por el rechazo dogmático a la lucha entre las dos líneas en el partido. 

Es inevitable que en el partido comunista la contradicción de clase (la influencia de la burguesía y la lucha contra ella) se combine con la contradicción entre lo verdadero y lo falso y con la contradicción entre lo avanzado y lo atrasado (lo nuevo y lo viejo). Pero no hay otro modo de tratar estas contradicciones que el debate abierto, la lucha ideológica activa, la investigación y la verificación práctica. Actuar de otro modo significa impedir el desarrollo del partido, impedir que desarrolle su labor y abrir brechas mayores a la influencia de la burguesía.  

Tenemos que combatir la infiltración de la burguesía y su influencia en nuestras filas con una serie de instrumentos: el compromiso de los miembros del partido y toda su estructura en respetar y favorecer la discusión y la verificación de las ideas y en no aceptar apoyos (instrumentales o no) de la burguesía a alguno de sus miembros o grupos de opinión del partido (revistas, círculos, centros de estudio, etc.); la lucha política e ideológica abierta; la lucha de masas contra espías, infiltrados, elementos influenciados por la burguesía, etc. Pero en absoluto sin prohibir en general o ni siquiera desanimar la expresión de las ideas y su abierta discusión, que más bien debemos favorecer con iniciativas y medidas apropiadas. El partido necesita tener un conocimiento muy desarrollado. Si no se aplica una línea conscientemente y con conocimiento de causa, se aplica inconscientemente y entonces tanto el atraso como la influencia de la burguesía encuentran un terreno favorable. La izquierda, si lleva a cabo una lucha justa, siempre puede apoyarse en la experiencia de clase de los miembros del partido y prevalecer. 

No nos libraremos de la influencia de la burguesía eliminando la discusión abierta entre nosotros y prohibiendo disentir mediante los estatutos. Sólo la lucha entre las dos líneas asegura la cohesión ideológica y política. Cuanto más consciente es el partido de que la influencia de la burguesía en su filas es inevitable, cuanto más preparado está para identificar el origen de clase de las ideas; cuanto más habituado está a investigar los intereses de clase y el modo de actuar de clase que se reflejan en cada idea, tanto más el partido será capaz de rechazar la influencia de la burguesía y reforzar de este modo su cohesión ideológica y política. Cada partido tiene que combinar, por tanto, el principio de la lucha entre las dos líneas con el principio del centralismo democrático.  

La lucha entre las dos líneas siempre ha existido en los partidos comunistas. Si repasamos la historia de la Liga de los comunistas (1847-1850) y de la Primera Internacional (1864-1872), podemos reconstruir la sucesión de luchas entre líneas que han marcado su desarrollo. En la Segunda Internacional las luchas entre líneas han sido numerosas, pero han sido llevadas a cabo sin conciencia del carácter de clase de las líneas en lucha (como si las ideas estuvieran por encima de las clases) y con espíritu conciliador. La historia del partido de Lenin es una sucesión de luchas entre dos líneas: la misma Historia del partido comunista (bolchevique) de la URSS de Stalin (1938) lo ilustra de manera brillante. Lenin y Stalin han sido maestros en investigar el carácter de clase de las concepciones y líneas que se enfrentaban en el partido. Sin embargo, en la IC no fue reconocida ni universalmente establecida la ley de la inevitabilidad de la lucha entre dos líneas en el partido y los intentos de mantener alejada la influencia de la burguesía con medidas disciplinarias estuvieron muy arraigados. En muchos partidos esto obstaculizó precisamente su desarrollo y, en definitiva, no evitó la influencia de la burguesía. Los portadores de la influencia de la burguesía en los partidos comunistas se han aliado a menudo con los dogmáticos al sostener que en el partido la influencia de la burguesía había sido eliminada al cien por cien y definitivamente. Así pudieron llevar a cabo en condiciones más favorables su trabajo de destrucción. 

Mao Tse-tung ha desarrollado bastante detalladamente la concepción de la lucha entre las dos líneas en el partido. También en este aspecto es indispensable que los nuevos partidos comunistas asimilen el maoísmo y sean marxista-leninista-maoístas. 

Como conclusión de esta ilustración de las cinco aportaciones más importantes de Mao Tse-tung al pensamiento comunista con vistas a nuestra orientación en esta fase, creo útil recordar, aunque sea obvio, que el estudio del maoísmo y, en general, del marxismo-leninismo-maoísmo, no es suficiente de por sí para hacerse comunista, al igual que el estudio de un manual de química, aunque sea un buen manual, no basta para ser un químico reconocido. El estudio del maoísmo servirá a quien busca una vía para la revolución socialista, dando por supuesto la capacidad de asimilarlo y aplicarlo a la práctica y a las características específicas del movimiento revolucionario de nuestro país. 

 

Nicola P. 

 

NOTAS 

 

1. El papel histórico del internacional Comunista.  Conquistas y límites, en La Voce n. 2, págs. 31-36.

2. Nunca en la historia de la humanidad un movimiento político-ideológico se desarrolló tan ampliamente ni en tan poco tiempo como el movimiento comunista entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX).

3. Una demostración ejemplar de esto la ha dado el compañero A. Serafini en su conferencia Revolución socialista y dictadura del proletariado en el pensamiento leninista y en la experiencia histórica del bolchevismo (esta conferencia tuvo lugar en la casa del pueblo Andrea del Sarto, Florencia). En la segunda y última parte, su exposición llega a 1926. Para el período siguiente (¡y estábamos en  mayo de 2001!) afirma que "es hoy tarea de los comunistas analizar a fondo tal experiencia [la posterior a 1926], tanto para extraer todas las enseñanzas válidas... como para verificar..." ¡Todo el problema es ése! 

4. Los CARC se posicionaron desde hace tiempo a favor del marxismo-leninismo-maoísmo. Rapporti Sociali n. 9/10 (septiembre de 1991) publicó el artículo Por el marxismo-leninismo-maoísmo. Por el maoísmo (en el mismo se exponen 10 contribuciones de Mao al pensamiento comunista). Entre 1991 y 1994 Ediciones Rapporti Sociali  publicaron las Obras de Mao Tse-tung en 25 volúmenes. En 1993 publicaron también  el folleto Sobre el maoísmo, tercera etapa del pensamiento comunista (donde se señalan 22 contribuciones).

5. En febrero de 2001 el Círculo Lenin de Catania se asoció a la redacción de Scintilla y publicó con ella una declaración conjunta que volvía a proponer los "puntos inamovibles" (mientras tanto los 20 puntos se convirtieron en 19, tras haber perdido silenciosamente por el camino ¡el punto 17!). En mayo de 2001 también la redacción de Política Comunista (Florencia) ha suscrito los 19 puntos.

6. Véase Lenin, Dos líneas en la socialdemocracia sobre la revolución democrática (1905), en Obras completas, vol. 9.

7. Stalin, Fundamentos del leninismo (1924), Introducción.

8. Semejantes maoístas son una "especie" que floreció, sobre todo, en los años 70, pero que todavía no se ha extinguido. En ella han confluido a caballo de la ola de entusiasmo por el socialismo que invadió a distintos sectores sociales y clases en aquellos años, además de comunistas entusiastas pero algo ingenuos, también personas sin vínculos con el viejo movimiento comunista (en particular procedentes del mundo católico y universitario) y hasta auténticos opositores activos al viejo movimiento comunista y antisoviéticos (miembros de grupos socialistas como los de Quaderni Rossi, intelectuales y estudiantes formados en ambientes derechistas como, por ejemplo, Gioventú Studentesca (GS) y Giovani Lavoratori (GL) de don Giussani, etc.). Hago esta diferenciación porque no faltan ni faltarán, entre quienes se oponen al marxismo-leninismo-maoísmo, personas que, de buena o mala fe, en vez de afrontar las argumentaciones aquí expuestas, adopten el recurso polémico de referirse a las palabras de esos maoístas y se subleven contra "el intento de los maoístas de renegar o revisar el marxismo-leninismo".  Pongo en guardia a los lectores contra semejantes trucos.

9. Es probable que la perplejidad de algunos lectores no desaparezca totalmente con las argumentaciones expuestas en este artículo. Eso es comprensible. El valor de una concepción se verifica, en definitiva, poniéndola a prueba en la práctica, aplicándola. A las argumentaciones aquí expuestas es fácil contraponer la objeción que "sin embargo los seguidores de Mao no han logrado tampoco impedir que los revisionistas se hayan impuesto en el Partido comunista chino". A esta objeción, si se ocuparan en serio de la teoría, efectivamente deberían dar una respuesta los que (como, por ejemplo, Rossoperaio) proclaman que el maoísmo es la tercera etapa superior del pensamiento comunista, mientras mantienen, al mismo tiempo, que los países colonizados o semicolonizados pueden desempeñar el papel de centro de la revolución proletaria, rechazan por tanto la simple verdad de que, a pesar del maoísmo, la RPCh no ha sido capaz de ser el centro de la revolución mundial. Si se ocuparan en serio de la teoría, deberían efectivamente dar una respuesta a esa objeción. Invito, por tanto, a los lectores a "hacer la prueba de la práctica" y a que ellos mismos respondan a las siguientes tres preguntas. 1. ¿Por qué en cierta fase el revisionismo moderno ha tomado la dirección de casi todos los partidos comunistas creados por la primera IC y los ha corroído hasta transformarlos en su contrario (en promotores de la restauración pacífica y gradual del capitalismo) y destruirlos? 2. ¿Cuáles han sido los límites de la izquierda de estos partidos comunistas para que no haya logrado impedir el éxito del revisionismo moderno? 3. ¿Cuáles son las principales enseñanzas que extraen de la experiencia de la primera oleada de la revolución proletaria y de la que debemos sacar provecho para la reconstrucción de los partidos comunistas y la preparación, promoción y dirección de la segunda oleada de la revolución proletaria? Quien trate de responder a estas tres preguntas, y es evidente que cualquiera que quiera desempeñar un papel de vanguardia en la reconstrucción del partido comunista tiene que responderlas, encontrará en el maoísmo la guía para llegar a respuestas fecundas. Con ello verificará que el maoísmo es la tercera etapa superior del pensamiento comunista.

10. Para una reseña más amplia de las aportaciones de Mao al pensamiento comunista véanse los tres documentos siguientes: 

- El artículo Por el marxismo-leninismo-maoísmo. Por el maoísmo, en Rapporti Sociali n. 9/10, pág. 7 y siguientes (septiembre de 1991). En el mismo se exponen 10 contribuciones de Mao relativas a los siguientes temas: el análisis de las clases en que se encuentra dividida la sociedad, la situación revolucionaria en desarrollo, la teoría del conocimiento y el estilo de trabajo del partido, los métodos de dirección del partido comunista en la guerra revolucionaria, la actitud hacia el enemigo, el pueblo como campo de las fuerzas no hostiles a la revolución, la sociedad socialista, el revisionismo moderno en los países socialistas, el revisionismo moderno en los países imperialistas y el materialismo dialéctico. 

- El folleto Sobre el maoísmo, tercera etapa del pensamiento comunista, Edizioni Rapporti Sociali (1993). En este folleto se exponen en detalle 5 contribuciones (la teoría del proceso revolucionario como teoría de la contradicción como fuerza motriz del mismo, la lucha de clases en la sociedad socialista, la situación revolucionaria en desarrollo, el frente unido de las clases y pueblos revolucionarios, la línea de masas como método principal de trabajo y dirección del partido comunista) y se señalan otras 17 contribuciones, 2 de ellas en el campo filosófico (teoría de la contradicción y teoría del conocimiento), 3 en el campo de la economía política (capitalismo burocrático, países semicoloniales y semifeudales, economía política del socialismo) y 12 en el campo del socialismo (análisis de las clases en la sociedad burguesa, situación revolucionaria en desarrollo, revoluciones de nueva democracia, frente unido de las clases revolucionarias bajo la dirección de la clase obrera, distinción entre contradicción entre nosotros y el enemigo y contradicciones en el seno al pueblo [contradicciones antagónicas y no antagónicas], la guerra popular prolongada como forma universal de la revolución proletaria, la teoría militar del proletariado, la lucha entre las dos líneas como ley del desarrollo del partido comunista, la línea de masas como principal método de trabajo y dirección del partido comunista, la teoría de la lucha de clases en el socialismo y el análisis de las clases en la sociedad socialista [dónde está la burguesía en los países socialistas: los tres aspectos de las relaciones de producción, el segundo aspecto y el Estado], las fuentes del revisionismo moderno y la revolución cultural proletaria). 

- Las Obras de Mao Tse-tung, Edizioni Rapporti Sociali (1991-1994), 25 volúmenes, disponibles también en CD. 

11. Aquí no equiparo la espontaneidad al espontaneísmo. La primera es la condición inicial positiva, de crecimiento: cada individuo primero hace, a grandes rasgos, lo que otros ya hacen y luego empieza a pensar en cómo puede hacer mejor lo que está haciendo ya y en qué es lo que puede hacer mejor. Entonces sale de la espontaneidad y empieza a actuar cada vez más conscientemente y con conocimiento de causa. En cambio, el espontaneísmo es

- ya sea la teoría en base a la cual se hace necesario mantener el estadio primitivo (hacer lo que se ha acostumbrado a hacer, lo que sucede por azar, no elaborar  una ciencia en el campo en que se trabaja, no tratar de prever las circunstancias de la lucha, no tratar de trazar planes, no tratar de hacer proyectos, no tratar de crear condiciones más adecuadas, no tratar de establecer alianzas, no tratar de buscar las vías más convenientes, etc.),

- ya sea el comportamiento de quien no quiere reflexionar y emplear la materia gris en la lucha, sino sólo actuar. 

12. A esta fase de inestabilidad y perturbación del orden existente la denominamos "situación revolucionaria en desarrollo", la cual todavía se prolongará durante muchos años cualesquiera que sean las iniciativas de individuos, grupos y partidos.

13. CARC, F. Engels. 10, 100, 1000 CARC por la reconstrucción del partido comunista, 1995, pág. 14.  

14. En la carta a Richard Fischer del 8 de marzo de 1895, en la que Engels defiende su Introducción a Las luchas de clases en Francia del 1848 al 1850 de la censura legalista de los dirigentes del partido en Alemania, escribe: "¿Si vosotros no queréis hacer comprender a los del gobierno que nosotros esperamos [desencadenar una revolución] sólo porque no somos todavía bastante fuertes para hacerlo solos y porque el ejército no está todavía fuertemente impregnado [de nuestras ideas], entonces, queridos míos, por qué os jactáis cada día en los periódicos de los progresos gigantescos del partido y de sus éxitos? Ellos saben muy bien con cuanta fuerza estamos marchando hacia la victoria, que dentro de algunos años ya no podrán oponernos resistencia y es por esto por lo que quieren ahora eliminarnos, sólo que no saben cómo hacerlo. Nuestros discursos no pueden cambiar nada. Ellos conocen estas cosas no menos bien que nosotros e igualmente las conocen tan bien como nosotros que, una vez tomado el poder, lo usaremos en función de nuestros intereses y no en su provecho ... Legalidad hasta cuando nos convenga  y en la medida en que nos convenga, pero nada de abogar por 'la legalidad a cualquier precio', ni siquiera de palabra" (F. Engels, Obras completas, vol. 50).  

15. El artículo La actividad de la primera Internacional Comunista en Europa y el maoísmo, La Voce n.10 es un complemento necesario de este artículo.

16. La subestimación de las potencialidades revolucionarias de la clase obrera, del proletariado y de las masas populares de los países imperialistas empapa la concepción de varias FSRS. Un ejemplo son las posiciones expresadas por Il futuro (órgano del área MPA, ahora ANA) según las cuales la clase obrera de los países imperialistas, gracias a las conquistas que ha arrancado, constituiría una enorme aristocracia obrera (v. Rapporti Sociali n.23/24 ¡Ante todo hagamos limpieza en nuestra cabeza!). Otro ejemplo es la posición de Rossoperaio (ver el Comunicado Opongamos a la "guerra global" del imperialismo la guerra popular hasta el comunismo publicado en Rossoperaio n.12, octubre de 2001) que, al analizar los atentados del martes 11 de septiembre en Washington y Nueva York y sus efectos, no ve entre los blancos de los grupos imperialistas precisamente a las masas populares de los países imperialistas. Esta posición se entrelaza con la tesis de que la contradicción principal hoy en el mundo es la que existe entre países oprimidos y países imperialistas.  Para quien reflexiona a fondo sobre esas cuestiones, esta tesis es inconciliable con la tesis de que el maoísmo es la tercera etapa superior del pensamiento comunista, que Rossoperaio dice compartir. 

Estas concepciones son empiristas, en el sentido preciso que se basan en cuántas luchas y en qué tipo de luchas lleva a cabo hoy la clase obrera de los países imperialistas, sin ilustrar estos datos con una teoría que explique su origen, muestre el estado contradictorio de los mismos e indique, por tanto, cómo actuar a partir de ellos y de las potencialidades que encierran.  

17. Acerca de esto véase Sobre la forma de la revolución proletaria en La Voce n. 1, págs. 23 y siguientes. A esta conclusión también llega el PCE(r) en su balance de la historia de la sección española de la IC. Este balance ha sido publicado en Italia por Edizioni Rapporti Sociali bajo el título La guerra de España, el PCE y la Internacional Comunista (1997). 

18. Los militaristas opinan que la lucha por los intereses particulares e inmediatos de las masas las aleja (desvía) de la revolución. En cambio, los  comunistas sustentamos 1. que en el curso de la crisis general del capitalismo la burguesía imperialista lesiona, por lo general, los intereses particulares e inmediatos de todas las clases de las masas populares, aunque sea con medidas y tiempos diferentes y 2. que la clase obrera tiene que movilizar, promover, apoyar y dirigir cada grupo y clase de las masas populares para que luche también por sus intereses específicos inmediatos contra la burguesía imperialista, porque precisamente esta lucha también puede movilizar a gran escala a las capas más atrasadas de las masas y hacerlas confluir en la lucha dirigida por los comunistas encaminada a la instauración de la dictadura del proletariado. Si el partido no acomete esta tarea, deja la vía abierta a la movilización reaccionaria de las masas. 

19. No se trata principalmente de llevar a los obreros a compartir las ideas de su vanguardia comunista y a proclamar los mismos objetivos. Se trata principalmente de llevar a los obreros a luchar por los objetivos y según la línea indicada por su vanguardia.  

20. Es equivocada la tesis sustentada por algunas fuerzas subjetivas, según la cual si las masas se radicalizan, entonces hay trabajo para los comunistas; si, por el contrario no se radicalizan, los comunistas debemos esperar. 

21. Son las circunstancias las que deciden cuál de los dos opuestos, la unidad o la lucha, es en cada momento el principal. El partido puede dirigir tanto las fuerzas aliadas en torno a él como a las fuerzas hostiles, si conoce las leyes de las contradicciones objetivas a las que éstas últimas se someten debido a su naturaleza. Mao ha mostrado numerosas veces como el partido comunista ha llevado a los ejércitos enemigos a caer en la trampa. 

22. La tesis de que los países colonizados y semicolonizados han sufrido un retroceso absoluto con respeto "al pasado" sólo puede ser defendida por quien ignora, oculta o adorna las atrocidades de la economía natural, de las sociedades esclavistas y feudales y del viejo colonialismo, o bien por quien generaliza arbitrariamente fenómenos y casos particulares, limitados a algunas zonas, a períodos relativamente breves y a sectores relativamente restringidos. 

23. Recordemos las revoluciones en China, México, Persia, Afganistán, Turquía, Sudán y otros países colonizados y semicolonizados que a comienzos del siglo XX contribuyeron a preparar la primera oleada de la revolución proletaria. 

24. Informe sobre la cuestión rusa presentado el 7 de diciembre por Stalin a la VII Reunión plenaria del CE  ampliado de la IC (noviembre-diciembre de 1926). 

25. Sobre la experiencia histórica de los países socialistas, Rapporti Sociali n. 11 (noviembre de 1991),. 

26. SN de los CARC, Proyecto de Manifiesto Programa, pág. 45 y siguientes. 

27. La restauración del capitalismo en la Unión Soviética, Rapporti Sociali n. 8 (noviembre de 1990),

28. La importancia de estas alarmas lanzadas por Mao resalta aún mayor si se tiene presente que a principios de los años 80 Enver Hoxa, en cambio, no mostró tener tampoco ninguna comprensión sobre el derrocamiento que se preparaba en Albania, a pesar de la tenaz defensa de las posiciones revolucionarias que llevó a cabo contra los revisionistas modernos,. 

29. Línea de masas y teoría marxista del conocimiento y La línea de masas en Rapporti Sociali n. 11 (noviembre de 1991) y Rapporti Sociali n.12/13 (noviembre de 1992),

 

 

Manchette   

En cuanto al posicionamiento actual de las FSRS italianas con respecto al maoísmo (octava discriminante) me parece el siguiente: 

Partidarias del marxismo-leninismo-maoísmo: CARC, Linearossa, Rossoperaio. 

Contrarias al m-l-m: Scintilla, Comitato Lenin de Catania, Politica Comunista de Firenze, ANA (Il Futuro), Nuova Unità, Inchiesta Operaia de Torino y quizás el Comitato m-l de Italia. 

Después existe un amplio abanico de FSRS que descuidan en general la teoría hasta el punto de no haberse ocupado nunca, por lo que sabemos, de la cuestión y de tener un balance ecléctico sobre el movimiento comunista: AsLO, Coordinamento Comunista (Movimento per la Confederazione dei Comunisti), Contropiano (Rete dei Comunisti), Laboratorio Marxista, Iniziativa Comunista, Crítica y Conflitto.