La crítica dogmática

A propósito de un artículo reciente de Scintilla contra el maoísmo
lunedì 3 luglio 2006.
 

 La crítica dogmática

A propósito de un artículo reciente de Scintilla contra el maoísmo

"Sin teoría revolucionaria, es imposible que el movimiento revolucionario vaya más allá de un nivel elemental y espontáneo". Guiados por esta enseñanza del movimiento comunista, los CARC han establecido que una de las condiciones a crear para la reconstrucción del partido es la de "desarrollar el trabajo sobre el programa del partido, su método de trabajo, su análisis de la fase y su línea general". Todo el trabajo hecho en este campo, incluida la publicación del Proyecto de Manifiesto Programa (octubre de 1998), forma parte de la elaboración de los fundamentos teóricos del nuevo partido comunista. No basta invocar una concepción teórica justa, proclamar que dicha elaboración es indispensable, que todos los miembros del partido deben estar unidos en torno a la concepción comunista del mundo. Es preciso asimilar la concepción del mundo que el movimiento comunista en sus más de 150 años de historia ha elaborado, aplicarla y enriquecerla. Es una labor que los dogmáticos rechazan. Ellos a lo más que llegan es a repetir que es preciso hacerla.

Vale la pena detenerse sobre el escrito ¿Marxismo-leninismo o maoísmo? difundido en febrero de 2002 por la redacción de Scintilla-Roma (y compartido también probablemente por el Círculo Lenin-Catania y por la redacción de Política Comunista-Florencia que con la redacción de Scintilla han suscrito en 2001 una declaración de unidad de acción por la reconstrucción del partido comunista, en cuyo ámbito, según los comunistas, predomina el debate sobre los fundamentos teóricos del partido). En efecto, este escrito constituye un ejemplo del modo en que los dogmáticos combaten el marxismo-leninismo-maoísmo y revela su naturaleza. La esencia de las objeciones expuestas en el documento de Scintilla coincide con las expuestas por otros dogmáticos: por Enver Hoxha (1908-1985), el difunto secretario general del Partido del Trabajo de Albania, por los representantes del ISML (International Struggle Marxist-Leninist), por Antorcha (revista teórica del PCE(r)) y por otros. La discusión en curso sobre el maoísmo es una discusión sobre los fundamentos teóricos del nuevo partido: una cuestión esencial y discriminante. Con razón la Comisión Preparatoria del congreso fundacional del (nuevo) Partido comunista italiano la ha señalado como "octava discriminante" en el artículo homónimo de Nicola P. (1). Ningún camarada que quiera hacer una contribución a la fundación del partido puede eludir esta cuestión y rechazar analizar las objeciones. Es una cuestión en la que no caben medias tintas.

 

1.

 

En primer lugar es preciso aclarar que los dogmáticos trampean y por comodidad polémica deforman nuestra posición, expresada también en el Proyecto de Manifiesto Programa (1998). De esta forma presentan la cuestión del maoísmo como si contrapusiésemos el marxismo-leninismo y el maoísmo: o una cosa u otra. En cambio la relación entre el maoísmo y el marxismo-leninismo es análoga a la relación entre leninismo y marxismo señalada por Stalin en la introducción de Principios del leninismo (1924). El maoísmo no sustituye al marxismo-leninismo, pero está constituido por las aportaciones importantes y esenciales de Mao al marxismo-leninismo (2). Se trata sin embargo de aportaciones tan importantes e indispensables para los fines políticos, que se puede afirmar que hoy no se puede ser marxista-leninista si no se es marxista-leninista-maoísta, como en 1924 Stalin afirmaba que no se podía ser marxista si no se era marxista-leninista. Y los acontecimientos le han dado razón. Así plantea también la cuestión Nicola P. en el artículo citado. Como veremos, los mismos dogmáticos sin quererlo confirman nuestra afirmación.

 

2.

 

En segundo lugar, precisamente porque reivindicamos, hacemos nuestro y utilizamos el patrimonio teórico y la experiencia del movimiento comunista contra los revisionistas modernos y sus epígonos (también los del PRC), es necesario que nos distingamos netamente de los dogmáticos. Scintilla, como en general los dogmáticos, oculta que cada vez que ha surgido una corriente revisionista en el movimiento comunista, se han dado y se dan dos tipos de oposición.

Una es la oposición constructiva, que defiende eficazmente el patrimonio teórico del movimiento comunista porque identifica los problemas sobre los que se apoya la corriente revisionista y da a los mismos respuestas revolucionarias, coherentes con el patrimonio del movimiento comunista y adaptadas a las tareas prácticas del movimiento. Esta es la oposición que desarrolla el patrimonio teórico del movimiento comunista llevándolo a un nivel superior y abre vías de desarrollo y victoria al movimiento comunista como movimiento práctico. De este tipo ha sido la respuesta de Lenin al primer revisionismo (el promovido por Bernstein (1850-1932) en los últimos años del siglo XIX). Lenin no se limitó a demostrar la inconsistencia de las tesis de los revisionistas. Estos tenían un cierto predicamento en el movimiento comunista (que entonces se llamaba socialdemócrata), no por la inconsistencia de sus tesis, sino porque todavía no se habían dado respuestas justas a algunos problemas que el desarrollo de la lucha de clases había puesto al orden del día. Lenin identificó los nuevos problemas: la entrada del capitalismo en su fase imperialista y el inicio de la época de las revoluciones proletarias (1). Los viejos partidos no estaban preparados para responder a las nuevas tareas, razón por la cual no se hallaban en condiciones de hacer frente al revisionismo, tanto cuando no lo aceptaban como cuando incluso lo rechazaban. Lenin dio respuestas adecuadas a estos nuevos problemas tanto en el plano teórico como político: estas respuestas constituyen el leninismo (3). Del mismo tipo ha sido también la respuesta de Mao Tse-tung (1893-1976) al revisionismo moderno, al promovido por Kruschev (1894-1971) en los años 50 del siglo pasado y que ha tenido como principales representantes a Togliatti (1893-1964), a Breznev (1906-1982) y a sus sucesores. Mao ha reconocido que había algo nuevo, a lo que la ciencia de la revolución hasta entonces elaborada no daba solución: cómo continuar la revolución proletaria en las condiciones creadas por los grandes éxitos alcanzados durante la primera oleada de la revolución proletaria con la constitución de un campo socialista que cubría un tercio de la humanidad y con la creación de fuertes e influyentes partidos comunistas prácticamente en cada país. Precisamente era la falta de respuestas adecuadas a esta situación nueva lo que explicaba el éxito de los revisionistas modernos en el movimiento comunista, por devastadora que fuese su acción y por muy inconsistentes que fuesen sus concepciones. El maoísmo es el conjunto de respuestas dadas por Mao a este problema.

La otra es la oposición dogmática que quisiera defender las posiciones ya conquistadas, pero no identifica los problemas sobre los que se basa la corriente revisionista y menos aún les da solución. Esta posición es estéril y está destinada al fracaso. Según los dogmáticos, el éxito de los revisionistas es debido a la casualidad, a la traición de individuos, a la fuerza de la burguesía o a la ignorancia de las masas populares, situándose ya aquí fuera de la concepción comunista. Si eso fuese así, los comunistas no podrían hacer nada. Por consiguiente, los dogmáticos tienen la conciencia tranquila y no tendrían ninguna responsabilidad en el éxito de los revisionistas. En cuanto al futuro, según los dogmáticos, los comunistas deben solamente resistir a la espera de que las desgracias, que el predominio de la burguesía inevitablemente trae consigo, desmientan a los revisionistas y hagan entrar en razón al proletariado que entonces reconocerá la justeza de las ideas que los comunistas entretanto han seguido repitiendo a quien quiera escucharles. Pero las cosas no son así. En realidad, si los revisionistas han tenido éxito es debido a los límites del movimiento comunista que debemos identificar y superar. Y no bastan los acontecimientos para empujar a las masas hacia nosotros. Es preciso que nosotros, como comunistas, seamos capaces de dar soluciones justas, por lo menos, a los principales problemas que el movimiento de la sociedad plantea a las masas, que las llevemos a ellas y que las guiémos de lucha en lucha hasta la victoria.

Scintilla oculta que ha existido también una oposición dogmática al viejo revisionismo, para quitar de en medio un precedente embarazoso, ante el miedo de "verse reflejada en el espejo". Astutamente mete en el mismo saco a Kautsky (1854-1938) y a Bernstein como "padres del revisionismo". ¡Eh, alto, no confundamos las cosas¡ Desde 1899 hasta 1914 Kautsky fue el portavoz más relevante de los "marxistas ortodoxos" y el principal impulsor de la polémica contra el revisionismo de Berstein. En esos años hasta Lenin se refirió repetidamente a Kautsky como a su maestro en el campo teórico, a pesar de que repetidamente se enfrentase con él sobre las cuestiones políticas del partido ruso. Después de 1914, Kautsky y otros como él continuaron considerándose como "verdaderos marxistas" y sosteniendo que Lenin se había desviado del marxismo. La trayectoria seguida por Kautsky es significativa del papel de una de las familias de los críticos dogmáticos del revisionismo, aunque no todos tuvieron un final tan lastimoso. Es obvio el interés de los dogmáticos en ocultar a su ilustre predecesor.

Para combatir eficazmente el revisionismo no basta repetir las verdades ya conocidas, ni mostrar la inconsistencia de sus concepciones. Es preciso sacar a la luz los problemas en los que el revisionismo se ha basado como trampolín para lograr imponerse en todo el movimiento comunista. ¿Qué es lo que han hecho los dogmáticos en este terreno?

En cuanto al maoísmo, Scintilla, como otros dogmáticos, deforma groseramente en diferentes terrenos las posiciones de Mao y la historia del partido comunista chino (PCCh). Es imposible y, en definitiva, también inútil volver a repasar uno por uno los diez textos de Mao que Scintilla arguye (de pasada y sin entrar en detalle) como "pruebas de cargo" de los diecisiete errores que atribuye a Mao. Scintilla remite a "un análisis detallado de algunas obras en futuras intervenciones específicas": las leeremos con interés si alguna vez ven la luz y no desisten de ello: cosa no descartable, dado que, como decía Mao, "el dogmatismo es propio de las personas perezosas". Me limitaré, pues, a examinar entre las críticas de Scintilla tres que el lector podrá valorar sin recurrir a la exégesis de los textos maoístas.

 

3.

 

Scintilla sostiene que Mao y el PCCh, tras la victoria de la revolución democrático-burguesa en 1949, no habrían dado comienzo en la RPCh a la revolución socialista, que el PCCh no ha sido un partido comunista y que la RPCh no ha sido nunca un verdadero país socialista.

Frente a tales afirmaciones, podría limitarme a pedir a los dogmáticos que explicasen qué ha sido la RPCh, si no era un país socialista, entre 1949 y 1976 y porqué ni Stalin ni otros eminentes marxista-leninistas nunca se dieron cuenta de lo que ellos afirman, hasta que Enver Hoxha en 1978 lo "descubrió" ante el nuevo curso que Teng Hsiao-ping y los revisionistas chinos habían impreso a la actividad del PCCh y a la política de la RPCh desde 1976 (4). Pero sus razonamientos se prestan a algunas consideraciones que creo útiles.

En efecto, contextualmente, Scintilla 1.sostiene que la revolución democrático-burguesa culminada en 1949 habría liberado a China del feudalismo y de la dominación imperialista, 2. que el partido comunista, reconstruido después de la Revolución Cultural, habría llevado a China, tras la muerte de Mao, "por el camino del desarrollo capitalista abierto y del predominio burgués" hasta convertirla en "un moderno país capitalista".

Es fácil darse cuenta que estas afirmaciones son una maraña de contradicciones lógicas que llevan a conclusiones políticas erróneas a quien las aplique prácticamente.

1. En primer lugar, implican que en la época imperialista son todavía posibles revoluciones democrático-burguesas victoriosas no dirigidas por la clase obrera mediante su partido comunista. Esta tesis ha sido refutada numerosas veces por Lenin en lucha contra los mencheviques. Estos precisamente sostenían que Rusia podía seguir la vía de una revolución democrático-burguesa dirigida por la burguesía, como habían hecho Inglaterra, Francia y otros países en la época precedente a la fase imperialista del capitalismo. Lenin sostenía en cambio contra los mencheviques que en la fase imperialista sólo era posible una revolución democrático-burguesa victoriosa si era dirigida por la clase obrera mediante su partido comunista, una revolución que, por consiguiente, abriría las puertas a la revolución socialista. En la fase imperialista la burguesía se había ya pasado a la reacción, había establecido vínculos con las clases feudales para explotar conjuntamente con ellas a los trabajadores de los países imperialistas y de los países oprimidos y había demostrado que no estaba dispuesta a llevar a fondo una revolución contra ellas. Los acontecimientos han demostrado numerosas veces que la tesis de los mencheviques era equivocada y justa la posición de Lenin. No sólo Rusia siguió la vía indicada por Lenin sino que todas las revoluciones democrático-burguesas que no han tomado esa vía han fracasado: ni han eliminado las relaciones de producción feudales ni han liberado a ningún país del yugo imperialista. Esto se verá confirmado a lo largo de todo el siglo XX por la marcha de la revolución democrático-burguesa en Turquía, en China hasta 1927, en la India, en Persia, en diversos países de América Latina, en los países árabes, en todos los países coloniales y semicoloniales. En cambio, la revolución democrático-burguesa sólo ha tenido éxito en China porque estaba dirigida por la clase obrera mediante su partido comunista. Fue, por usar la expresión acuñada por Mao, una "revolución de nueva democracia". Cosa que los marxistas-leninistas de todo el mundo, con Stalin a la cabeza, no han puesto nunca en duda. Ahora los dogmáticos nos vienen a decir, contrariamente a la concepción marxista-lennista y al curso general de las cosas, que fue una revolución victoriosa, a pesar de que no estaba dirigida por la clase obrera y que dio nacimiento a un país capitalista.

Esta imagen denigratoria de la revolución china como revolución democrático-burguesa de viejo tipo y de la RPCh como un país capitalista la difundieron por primera vez, en los años 50, los trotskistas y bordiguistas. Pero por parte de ellos eso es comprensible: sus afirmaciones se corresponden perfectamente con el papel que desarrollaban contra el movimiento comunista y sus concepciones. Su tesis fue después recogida en los años 60 por los revisionistas soviéticos cuando tuvieron necesidad de contrarrestar la influencia del PCCh que llevaba la lucha contra el revisionismo en todo el movimiento comunista mundial (5). Finalmente, a partir de 1978, fue adoptada también por Enver Hoxha, que se había opuesto al revisionismo moderno, pero desde posiciones dogmáticas, al igual que una parte del "Movimiento marxista-leninista" de los años 60 (por ejemplo, Grippa en Bélgica).

2. En segundo lugar, cómo habría sido posible que Teng Hsiao-Ping metiera la RPCh, tras la muerte de Mao, "por el camino del desarrollo capitalista abierto" si la RPCh era ya un país capitalista? ¿Quizás se trataba de un desarrollo capitalista enmascarado? Es verdaderamente ridículo, además de contrario a los hechos, sostener que entre 1949 y 1976 un país de mil millones de personas desarrollaba el capitalismo a escondidas, furtivamente, mientras el partido que la dirigía seguía desarrollando en todo el movimiento comunista mundial una lucha a favor del comunismo. Y esto sin que durante años ningún marxista-leninista se diese cuenta de ello y mientras los imperialistas saboteaban y boicoteaban la RPCh, precisamente porque era un país socialista y retaguardia del movimiento comunista mundial. Y mientras Mao a partir de los años 60 lanzaba repetidamente, hasta su muerte en 1976, la alarma contra un posible regreso de la RPCh al capitalismo, lo que efectivamente tuvo lugar tras 1976, como los mismos dogmáticos reconocen (6).

3. En tercer lugar, hay que señalar finalmente que los dogmáticos en su argumentación dan por descontado que "la entrada abierta de China en el mercado imperialista mundial" es ya una cosa hecha. En realidad, la cautela con la que los revisionistas chinos proceden en la "condena del maoísmo" (7) y en la eliminación de las conquistas socialistas de las masas populares chinas es una confirmación de las resistencias que encuentran dentro de su país y una confirmación de la importancia de las conquistas socialistas que las masas populares habían logrado en el período 1949-1976. Dando por culminada la restauración del capitalismo, los dogmáticos tergiversan la situación, el marco de las contradicciones internacionales en las que operamos y debilitan la solidaridad internacionalista con cuantos ofrecen resistencia en la RPCh a la restauración en curso (8).

 

4.

 

Una tesis repetida por todos los dogmáticos, y también por Scintilla, es que Mao habría ocultado, desconocido o infravalorado la contradicción entre la clase obrera y la burguesía nacional en la fase socialista de la RPCh (1949-1976). Contra esta tesis están tanto la labor realizada por Mao a la cabeza del PCCh desde 1949 al 1976 para desarrollar la transición de la economía mercantil y capitalista al comunismo, como la opinión de todo el movimiento comunista hasta el "descubrimiento" hecho por Enver Hoxha en 1978. Pero para demostrar hasta qué punto Scintilla tergiversa las posiciones teóricas de Mao, quiero citar lo que él mismo dice en el informe presentado el 8 de marzo de 1949 a la segunda sesión plenaria del CC del PCCh, en vísperas de la victoria de la revolución de nueva democracia: "Una vez que la revolución china haya triunfado en todo el país y sea resuelto el problema de la tierra, todavía subsistirán en China dos contradicciones fundamentales. La primera, de orden interno, es la contradicción entre la clase obrera y la burguesía. La segunda, de orden externo, la contradicción entre China y los países imperialistas. Es por esto que, tras la victoria de la revolución democrática popular, el poder estatal de la república popular bajo la dirección de la clase obrera no deberá ser debilitado, sino reforzado. Las dos medidas políticas fundamentales que el Estado adoptará en su lucha en el terreno económico serán el control sobre el capital a nivel interno y el control del comercio con el exterior"(9).

Lo que los dogmáticos no comprenden es que el modo de tratar las contradicciones varía en función de los cambios en las condiciones concretas internas y externas y que, de acuerdo con estos cambios en las condiciones concretas, el carácter de las contradicciones puede pasar de antagónico a no antagónico y viceversa. Si el poder de la clase obrera está asegurado y la burguesía se ha resignado a la derrota, el modo en el que la clase obrera trata las contradicciones con ella es distinto del que emplea si la burguesía opta por la guerra civil o fomenta el sabotaje y el boicot. Esto se ve confirmado también por el relevante parecer de Marx y de Engels (ved, por ejemplo, el discurso tenido por Marx en Amsterdam el 8 de septiembre de 1972 y el prefacio de Engels a la primera edición inglesa del libro I de El capital de noviembre de 1886). Ni uno ni otro excluían la posibilidad de que en algunos países, como Inglaterra y los EEUU de entonces, los trabajadores consiguieran hacerse con la dirección del país y llevar a cabo la revolución por medios pacíficos y que la burguesía pudiese resignarse a lo inevitable a cambio de una renta vitalicia. Esto se vería confirmado por la experiencia del Partido comunista ruso tras la Revolución de Octubre. Desde octubre de 1917 a finales de 1918 Lenin hizo planes y tomó medidas que contemplaban la sumisión de la burguesía al poder soviético y una cierta colaboración de la misma en la reconstrucción económica del país a cambio de la concesión de algunos privilegios (10). Sólo después de que a finales de 1918 la burguesía imperialista puso precipitadamente fin a la primera Guerra mundial y concentró sus fuerzas en ahogar al poder soviético y en Rusia todas las clases reaccionarias y todos los partidos (incluidos los socialistas revolucionarios y los mencheviques) se coaligaron contra el poder soviético, sólo entonces fue tratada de nuevo la burguesía de forma antagónica. Pero en 1921, una vez vencida la guerra civil, Lenin retornó con la NEP a establecer las condiciones necesarias para actuar de forma que la burguesía, la pequeña burguesía y hasta grupos del capital internacional (con las "concesiones" mineras, forestales, etc.) colaborasen con el poder soviético en la reconstrucción económica del país. Sólo cuando se crearon las condiciones económicas y políticas internas e internacionales necesarias el Partido comunista ruso, bajo la dirección de Stalin, lanzó los planes quinquenales para el desarrollo industrial y cultural y la colectivización del campo. Las medidas tácticas dependen de las situaciones concretas. Una medida equivocada hoy, se hace oportuna y necesaria mañana y puede ser nuevamente equivocada pasado mañana. Cuando en 1927-28 el partido en la URSS lanzó la colectivización del campo y los planes quinquenales, los trotskistas gritaron que Stalin copiaba el programa que ellos habían propuesto algunos años antes. Pero su griterío equivalía a la satisfacción de un individuo que cree ser un hombre genial y de vanguardia porque cuando llega el verano los hombres salen sin abrigo como él les apremiaba a hacerlo desde hacía tiempo, todavía en pleno invierno.

Los dogmáticos no tienen en cuenta las situaciones concretas. Confunden la estrategia con la táctica. Dado que la estrategia de la revolución socialista es la eliminación de la burguesía como clase, para ellos toda medida táctica debe ser de "eliminación". A la vista de que la ofensiva es la ley general de la revolución socialista, para ellos toda medida táctica debe ser ofensiva. En cambio, el PCCh siguió justamente bajo la dirección de Mao una estrategia de eliminación de la burguesía nacional aplicando una sucesión de medidas tácticas de acuerdo con las condiciones concretas internas e internacionales y los cambios en la correlación de fuerzas entre las dos clases en el terreno político, económico y cultural. La estrecha ligazón con las masas populares y en particular con las distintas clases campesinas establecida por el PCCh durante la revolución de nueva democracia, la existencia de un campo socialista ( hasta que la RPCh pudo contar con él), la misma hostilidad intransigente del imperialismo (bloqueo económico, boicot y sabotaje) y la servidumbre semicolonial a la que China había estado sometida en el pasado permitieron al PCCh aplicar sucesivamente con respecto a la burguesía nacional, primero, una política de control y limitación mediante contratos de compraventa entre las empresas de la burguesía nacional y el Estado, después transformar las empresas capitalistas en empresas mixtas entre el Estado y los capitalistas, y más tarde transformar la propiedad de las empresas en una renta vitalicia para los viejos propietarios y finalmente abolir la renta vitalicia (bien entendido asegurando a los titulares posibilidades de vida y de trabajo como al resto de la población). En el discurso Sobre la justa solución de las contradicciones en el seno del pueblo del 27 de febrero de 1957 (cuando todavía pensaba que la RPCh pudiese contar con el apoyo del campo socialista), Mao explica claramente: "En nuestro país, la contradicción entre la clase obrera y la burguesía nacional forma parte de las contradicciones en el seno del pueblo. La lucha de clases entre la clase obrera y la burguesía nacional es, en general, una lucha de clases en las filas del pueblo, porque la burguesía nacional de China tiene doble carácter. En el período de la revolución democrático-burguesa, ella tenía un carácter revolucionario y al mismo tiempo, un carácter conciliador [con el imperialismo, los terratenientes y la burguesía burocrática, ndr]. En el período de la revolución socialista, al tiempo que explota a la clase obrera para extraer de ella ganancias, apoya la Constitución y se muestra dispuesta a aceptar la transformación socialista. La burguesía nacional difiere del imperialismo, de la clase terrateniente y de la burguesía burocrática. La contradicción entre la clase obrera y la burguesía nacional es una contradicción entre explotados y explotadores y es por su naturaleza una contradicción antagónica. Sin embargo, en las condiciones concretas de China, esta contradicción antagónica entre las dos clases, si la tratamos apropiadamente, puede transformarse en no antagónica y ser resuelta por medios pacíficos. Pero la contradicción entre la clase obrera y la burguesía nacional se convertirá en una contradicción entre nosotros y el enemigo si no la tratamos como es debido, es decir, si no aplicamos la política de unidad, crítica y educación respecto a la burguesía nacional, o si ella no acepta esta política nuestra"(11).

Pero, ¿ por qué los dogmáticos no examinan las "condiciones concretas" y se apresuran a decir que serían los métodos utilizados por el PCCh para tratar las contradicciones con la burguesía nacional en el período 1949-1976 los que habrían llevado, en 1976, al golpe de estado victorioso de los revisionistas modernos y al inicio del retroceso de la RPCh hacia el capitalismo (retroceso iniciado ya desde 1956 en la URSS donde la "influencia perniciosa" del maoísmo estaba excluída)? Porque ellos no aceptan el hecho de que la burguesía continua y continuará existiendo durante toda la época histórica del socialismo, incluso después de la eliminación completa de la propiedad privada capitalista de los medios de producción. La posibilidad de restauración (de retorno al capitalismo) no deriva de la supervivencia de la vieja burguesía, la que existía en el momento de la conquista del poder por parte del proletariado. Ella había sido expropiada completamente tanto en la URSS en 1956 como en la RPCh en 1976 y había sido privada de la influencia social necesaria para tomar el poder. La posibilidad de un retorno gradual al capitalismo está ligada a la burguesía específica de la fase socialista y a las relaciones de producción propias de la fase socialista de la sociedad, bien analizadas por la izquierda del PCCh bajo la dirección de Mao durante la Revolución Cultural (12). El socialismo es socialismo, y el socialismo no es todavía el comunismo, pero tampoco es capitalismo, precisamente porque en la sociedad socialista elementos de capitalismo subsisten en lucha con elementos de comunismo. Por eso es una sociedad de transición que puede avanzar  hacia el comunismo o retroceder al capitalismo. Un proceso que precisamente Mao ha sacado a la luz y explicado y que Nicola P. expone claramente en el punto 3 de la segunda parte de su artículo La octava discriminante al que remito (13). Los dogmáticos en cambio reducen la restauración del capitalismo en la Unión Soviética al milagro del complot, de la traición de individuos (Kruschev, Breznev o al "judas Gorbachov") y de las tramas imperialistas, como en general atribuyen el hundimiento del campo socialista en 1989-1991 a un milagro de la Virgen de Fátima de Woityla y a la Guerra contra el Imperio del Mal de Ronald Reagan.

 

5.

 

Finalmente Scintilla, al igual que todos los dogmáticos, repite la calumnia, puesta en circulación por Enver Hoxha, que Mao sería el autor de la reaccionaria "teoría de los tres mundos" con la que sus adversarios, los revisionistas Teng Hsiao-ping y compañía, a los que Mao había denunciado repetidamente como portavoces de la nueva burguesía china, justificaron su colaboración con los imperialistas europeos y americanos contra los revisionistas soviéticos y sus seguidores. La falsedad de esta paternidad ha sido demostrada por numerosos autores. Cito entre otros el artículo de Natale Bentivegna, Lucha contra el revisionismo y unidad de los marxista-leninistas: el debate sobre el papel de Enver Hoxha, publicado en Teoría & Praxis, n.1, enero 2000, revista del Círculo Lenin de Catania que los redactores de Scintilla ciertamente conocen. ¿Por qué entonces repiten viejas y ya desmentidas calumnias? Porque el dogmatismo engangrenado para defender sus propios esquemas puede llevar paso a paso a denigrar movimiento comunista.

 

6.

 

Pero la cuestón del maoísmo como tercera y superior etapa del pensamiento comunista no es una cuestión que se pueda resolver únicamente, ni siquiera principalmente "analizando los textos" y mostrando la inconsistencia de las argumentaciones de sus adversarios. Se puede resolver en definitiva definiendo los fundamentos teóricos del nuevo partido. A este respecto Scintilla señala justamente: "Ser partidarios de la ortodoxia revolucionaria, ser intransigentes con los principios no significa sin embargo - como sostiene cualquier marxista de pega - considerar como inmutable, establecida para siempre’, la teoría revolucionaria, cerrarse al debate, rechazar toda crítica, defectos en los que se manifiesta no sólo el dogmatismo sino también el oportunismo. El marxismo-leninismo es la ciencia de la revolución socialista del proletariado y de las masas oprimidas, la ciencia de las leyes del desarrollo de la naturaleza y de la sociedad. Como tal tiene necesidad de enriquecerse, de perfeccionarse, de desarrollarse a la luz de los cambios que tienen lugar en las condiciones de desarrollo de la sociedad, de los avances de otras ciencias, de nuevos conocimientos. Por esto no puede permanecer inmóvil, sino que por el contrario sus conclusiones y fórmulas deben cambiar y ser sustituidas por otras conclusiones y fórmulas adecuadas a las nuevas tareas, si no quieren convertirse en artículos de fe inutilizables". ¡Justísimo! El problema es que Scintilla desde que existe sigue repitiendo estas sacrosantas tesis y compilando listas de afirmaciones sacadas de los manuales de marxismo-leninismo (que nosotros compartimos), pero no ha avanzado todavía, que yo sepa, ninguno de los enriquecimientos, perfeccionamientos o desarrollos que señala ni ha intervenido nunca de modo argumentado con relación a los enunciados por otros. En este sentido pienso que se adapta perfectamente a la situación la observación que hace Nicola P. en el artículo ya citado publicado en La Voce: "Es probable que algunos lectores mantengan su perpejlidad ante las argumentaciones expuestas en este artículo. Esto es comprensible. El valor de una concepción se verifica en definitiva sometiéndola a la prueba de la práctica, aplicándola (...) Invito pues a los lectores a ’hacer la prueba de la práctica y a que respondan ellos mismos a las siguientes tres preguntas: 1. ¿Por qué el revisionismo moderno en un cierto momento se ha apoderado de la dirección de casi todos los partidos comunistas creados por la primera Internacional Comunista y los ha corrompido hasta transformarlos en su contrario (en promotores de la restauración pacífica y gradual del capitalismo) y destruirlos? 2. ¿Cuáles han sido los límites de la izquierda de estos partidos comunistas debido a los cuales no ha logrado impedir el auge del revisionismo moderno? 3. ¿Cuáles son las principales enseñanzas a extraer de la experiencia de la primera oleada de la revolución proletaria para tenerlas en cuenta en la reconstrucción de los partidos comunistas y en la preparación, promoción y dirección de la segunda oleada de la revolución proletaria? Quien trate de responder a estas tres preguntas, y es evidente que cualquiera que quiera desempeñar un papel de vanguardia en la reconstrucción del partidos comunistas debe responderlas, encontrará en el maoísmo la guía para llegar a respuestas fecundas. Con ello verificará que el maoísmo es la tercera y superior etapa del pensamiento comunista".

 

NOTAS

 

1.  Nicola P., La octava discriminante en La Voce n.9 y 10. En Rapporti Sociali n.19 (agosto 1998) en el artículo Seis discriminantes y cuatro problemas se decía que la cuestión del maoísmo era uno de los cuatro problemas sobre los que las posiciones de cada una de las FSRS no estaban todavía claras. El Proyecto de Manifiesto Programa de la Secretaría Nacional de los CARC (octubre 1998) sostiene (pág.54) que el maoísmo es la tercera y superior etapa del pensamiento comunista.

 

2.  Es verdad sin embargo que no son solamente los dogmáticos los que contraponen el maoísmo al patrimonio teórico del viejo movimiento comunista, es decir al marxismo-leninismo. Lo han hecho una serie de autodenominados maoístas, una mezcla de comunistas ingenuos y anticomunistas, en particular en los años 70 y lo siguen también haciendo otros hoy día: Pero Scintilla no critica a este tipo de falsos maoístas, sino precisamente a los que quieren "añadir un ismo al marxismo-leninismo, meternos el maoísmo", es decir, a nosotros marxistas-leninistas-maoístas.

 

3.  La exposición más orgánica del leninismo ha sido realizada por Stalin en Principios del leninismo (1924), localizable en el vol. 6 de las Obras de Stalin (Ediciones Rapporti Sociali) que será publicado próximamente.

Obviamente hay una gran diferencia en la relación entre nosotros comunistas de hoy y el leninismo y la relación entre nosotros y el maoísmo. La experiencia de la primera oleada de la revolución proletaria ha confirmado que el leninismo daba soluciones justas a las tareas que se planteaban a los comunistas a comienzos del pasado siglo. La práctica no ha confirmado todavía definitivamente a gran escala que el maoísmo da soluciones justas y suficientes a las tareas que se plantean a los comunistas a comienzos de este nuevo siglo. A grandes rasgos, nosotros nos encontramos con respecto al maoísmo, en la posición en la que se encontraban a comienzos del siglo pasado nuestros predecesores con respecto al leninismo. Esta situación deja inevitablemente un cierto espacio también a los enemigos dogmáticos del maoísmo, que se instalan en la cómoda posición de quien se contenta con repetir verdades ya confirmadas por la práctica.

 

4.  No me detengo aquí en los motivos por los que Enver Hoxha buscó e inventó en la obra de Mao y en la línea seguida por el PCCh hasta 1976 las causas por las que el revisionismo moderno consiguió imponerse en el PCCh en 1976, veinte años después de haberlo logrado en el PCUS.

 

5.  Algunos de los trabajos difundidos al respecto por los revisionistas soviéticos han sido recogidos en el volumen Por el estudio de la Revolución China, 1972, a cargo de la redacción de la revista pro-brezneviana Ideologie en la que colaboraron también algunos de los personajes hoy agrupados en torno a Scintilla.

 

6.  Quien quiera profundizar directamente en el problema, puede partir de la lectura de las afirmaciones localizables en Obras de Mao Tse-tung (Ediciones Rapporti Sociali), vol.23, págs. 68 y 69 (1966); vol. 24, pág. 91 (1969) y vol. 25, pág. 172 (1975).

 

7.  La condena más solemne y oficial del maoísmo a la que se han arriesgado los revisionistas chinos está contenida en la Resolución sobe algunas cuestiones de la historia de nuestro partido tras la fundación de la RPCh., adoptada por el CC del PCCh el 27 de junio de 1981.

 

8. Para una periodización de la vida de los países socialistas, remito a Rapporti Sociali n.11, Sobre la experiencia histórica de los países socialistas. Distinguir los diversos períodos de la vida de los países socialistas es esencial. Los que no lo hacen no lograran extraer las enseñanzas que son posibles, caen en la denigración de la experiencia de los países socialistas y crean confusión. También Scintilla para denigrar la obra de Mao y del PCCh mezcla políticas pertenecientes a la fase de la revolución de nueva democracia (1927-1949), con políticas pertenecientes a la fase de construcción del socialismo (1949-1976), con las correspondientes a la fase de restauración gradual y pacífica del capitalismo (iniciada en 1976 y que todavía prosigue). Si se valoran las políticas de una fase a la luz de las tareas de otra, se llega lógicamente a conclusiones sin sentido.

 

9.  Obras de Mao Tse-tung (Ediciones Rapporti Sociali), Informe a la segunda sesión plenaria del VII Comité Central del PCCh 8 de marzo de 1949, vol. 11, pág. 86.

 

10.  Véase, por ejemplo, el folleto de Lenin Las tareas inmediatas del poder soviético, marzo- abril de 1918 (Obras, vol. 27 ). Dice Lenin entre otras cosas: "Si ahora queremos proseguir la expropiación del capital con el mismo ritmo que antes, ciertamente sufriremos una derrota, pues es evidente para toda persona que piensa, que nuestro trabajo de organización del inventario y del control proletario se encuentra manifiestamente rezagado con respecto al trabajo de inmediata ’expropiación de los expropiadores’ ".

 

11.  Obras de Mao Tse-ung (Ediciones Rapporti Sociali), vol.14, págs .96 y 97.

 

12.  Véase, por ejmplo, el escrito de Chang Chun-chiao, La dictadura completa sobre la burguesía (abril 1975) en Obras de Mao Tse-tung (Ediciones Rapporti Sociali), vol.25.

 

13.  Véase también Marco Martinengo, Crítica a "Por una discusión sobre la experiencia de la construcción del socialismo", en Rapporti Sociali n. 22.