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EiLE - Presentación / La Voce / Sumario


La instauracion del socialismo en los paises imperialistas

 

(La Voce nº 21, noviembre de 2005)

En el último período el Partido ha dedicado mucha atención a la puesta a punto de la estrategia de la revolución socialista en los países imperialistas y en particular en nuestro país. No por casualidad esto ha coincidido con la fundación del Partido, decidida hace un año en la reunión ampliada de la Comisión preparatoria del Congreso fundacional. El partido comunista es la principal de todas las organizaciones de la clase obrera. Es pues, la organización por excelencia que elabora la estrategia de la clase obrera para instaurar el socialismo y la principal responsable de su actuación.

La primera oleada de la revolución proletaria mundial se ha desarrollado en la primera parte del S.XX. Ella ha creado los primeros países socialistas. Pero la clase obrera no ha conseguido tomar el poder e instaurar el socialismo en ninguno de los países imperialistas(1). Y sin embargo éstos son los países más avanzados desde el punto de vista capitalista. Son los países donde el capitalismo es desde hace tiempo el modo de producción dominante; los países donde es más alta la parte de la actividad económica que está directamente en manos de los capitalistas, desarrollada en empresas de su propiedad; los países donde el modo de producción capitalista ha revolucionado más amplia y profundamente la actividad, relaciones, ideas, sentimientos y comportamientos tradicionales y los ha remodelado, en lo bueno y en lo malo, para uso y consumo del nuevo modo de producción(2); los países que han impuesto el modo de producción capitalista en el resto del mundo. Son también los países donde hace casi 200 años se inició el movimiento comunista(3); los países desde los que, junto a un cierto desarrollo, el movimiento comunista se ha irradiado a los países coloniales y semi-coloniales, ha fecundado y transformado su resistencia a la penetración y opresión de los grupos y Estados capitalistas y ha acelerado el declive de los modos de producción tradicional. Son los países que todavía dominan, explotan, oprimen y dictan leyes en el resto del mundo, aunque los primeros países socialistas -un tercio de la humanidad- hayan logrado substraerse durante algunos decenios a la acción directa de los grupos y Estados imperialistas. La instauración del socialismo en los actuales países imperialistas supondría un paso adelante irreversible de la revolución socialista a nivel mundial.

El movimiento comunista en el curso de su todavía breve vida ha realizado grandes y evidentes progresos en todo el mundo(4). Pero el hecho de que la clase obrera no haya logrado instaurar el socialismo en ninguno de los países imperialistas plantea una interrogante. Nuestros enemigos no han dejado de señalarlo y subrayarlo como si la práctica hubiera desmentido nuestra concepción del mundo: “no es verdad que el comunismo es la salida inevitable de la sociedad capitalista”; “el comunismo se ha impuesto solamente en los países atrasados”. Los comunistas debemos dar una respuesta exhaustiva a esta interrogante y analizarla a la luz de nuestra concepción del mundo con nuestro método de investigación, el materialismo dialéctico. La actitud de un partido que se dice comunista con respecto a los hechos que parecen contradecir su doctrina, a las objeciones planteadas a su tesis, por los adversarios y amigos, es uno de los criterios más importantes y seguros para valorar si es un partido serio, si cumple de hecho con su deber para con la clase obrera y las masas populares. Examinar las objeciones hasta dar respuestas exhaustivas y prácticas (operativas) es indicio de la seriedad de un partido. Esto se llama cumplir con su deber, asegurar la continuidad de su actividad, educar e instruir a la clase obrera y por consiguiente a las masas populares y prepararlas para sus tareas revolucionarias.

El hecho de que la clase obrera no haya logrado instaurar el socialismo en ningún país imperialista concierne al balance del movimiento comunista. En efecto, ha sido una componente importante de las dificultades que los primeros países socialistas han tenido que afrontar. Cada vez que tratamos de comprender más a fondo los motivos de la deriva revisionista, burguesa, de los primeros países socialistas, no debemos olvidar nunca este aspecto de la situación que ciertamente ha facilitado el surgimiento del revisionismo moderno. Ellos eran la base roja de la revolución proletaria mundial, como ya indicó Stalin en 1924 (Fundamentos del leninismo). Concebirlos separados de este papel es contrario al internacionalismo, caer en la estrechez nacionalista. En primer lugar era posible instaurar el socialismo a partir de uno o más países atrasados. De hecho así han ido las cosas. Pero, para imponerse de modo irreversible, la revolución socialista debía triunfar también en los mayores países imperialistas, que todavía dominan el mundo.

Este hecho no concierne solamente al balance del pasado, a la comprensión de las causas del declive de los primeros países socialistas hasta su hundimiento. Concierne también al presente y al futuro.

Concierne a la relación entre la revolución en los países imperialistas y la revolución en los países oprimidos en el ámbito de la segunda oleada de la revolución proletaria mundial que madura a caballo de la segunda crisis general del capitalismo. No sólo en el sentido de tener en cuenta el papel destacado que, gracias a la obra de la primera oleada de la revolución proletaria, los países oprimidos desempenan en el movimiento de la humanidad; sino también en el de que, a pesar del abismo que separa a las masas populares de ambos tipos de países en el plano de las condiciones de vida, sus diferencias en cuanto a las relaciones sociales han disminuido.

Pero este hecho concierne, sobre todo, a la actividad de los comunistas de los países imperialistas. De hecho la respuesta que demos a esa interrogante debe ser justa, lo que significa que debe implicar, por consiguiente, la indicación de lo que debe hacer la clase obrera para vencer.

Algunos que, sin embargo, se proclaman comunistas no sienten la necesidad de dar una respuesta exhaustiva y constructiva a esta interrogante práctica, a una objeción basada en nuestra concepción. Es evidente que tienen una concepción espontaneísta. Conscientemente o sólo espontáneamente comparten la tesis de E. Bernstein (1850-1932), fundador del revisionismo y dirigente de relieve del movimiento comunista alemán entre 1880 y 1914: “el movimiento es todo, el fin, el objetivo final del movimiento comunista, no es nada”. Tienen una concepción que reduce el movimiento comunista a la lucha reivindicativa, por mejoras. Una concepción que, espontáneamente, sino también conscientemente, es el fundamento de la actividad de todos los camaradas que llaman a la lucha, pero que omiten sistemáticamente indicar, ilustrar, esclarecer que el fin último y común de la lucha de la clase obrera, de la lucha a la que la clase obrera llama y guía al resto de las masas populares, de toda la lucha que la clase obrera lleva a cabo, es la instauración del socialismo para marchar hacia el comunismo.

Contra la tesis revisionista de Bernstein (desviación de derecha) y contra las tesis de los partidarios de varias desviaciones de izquierda (anarcosindicalistas, militaristas y otros), los marxistas han afirmado y afirman que la esencia del carácter revolucionario del movimiento comunista no está en sus formas de lucha (que son y deben ser múltiples, y cambian -como la práctica ha mostrado y confirmado- según las circunstancias concretas), sino en su fin. Este es el derrocamiento radical del actual orden social; la instauración, sobre los presupuestos creados por el capitalismo, de un nuevo orden social que implica la extinción de la multimilenaria división de la humanidad en clases sociales. Es esta concepción marxista de la preminencia del fin sobre las formas de lucha la que llevaba a Lenin a decir de los Socialistas-Revolucionarios rusos de sus tiempo: “Como socialistas no son revolucionarios, como revolucionarios no son socialistas”(5).

No haber logrado instaurar el socialismo en ningún país imperialista en el curso de la primera oleada de la revolución proletaria, plantea una interrogante sobre la validez de nuestras concepciones. De hecho era y es opinión unánime de todos los grandes teóricos del marxismo que en los actuales países imperialistas (con excepción de Japón), las condiciones objetivas y subjetivas del comunismo (de la instauración del socialismo) existen desde la segunda mitad del siglo XIX(6). El hecho de que afirmemos esto y no hayamos logrado todavía instaurarlo en ni siquiera un país imperialista, plantea una interrogante sobre la validez de nuestras tesis, plantea, pues, un problema a todos los comunistas que utilizan la cabeza para luchar por el comunismo, para los que la tesis de los padres teóricos del movimiento comunista internacional (de Marx a Engels, y de éstos a Lenin, Stalin y Mao) no son jaculatorias con las que enjuagarse la boca y emborronar papeles, sino una guía para la acción, por consiguiente, verdades que deben verificarse en los resultados de la actividad llevada a cabo de acuerdo con ellas.

Para los comunistas el verdadero problema no está en el hecho de que los primeros países socialistas han surgido en países atrasados desde el punto de vista capitalista. Este hecho ha escandalizado a aquellos que habían asimilado como marxismo a las fórmulas dogmáticas seudo marxistas de Kart Kautsky (1854-1938). Este fue el principal teórico del movimiento comunista alemán del período de la Segunda Internacional (1889- 1914), y gozó de gran prestigio a lo largo de todo este periodo en todo el movimiento comunista internacional. Kautsky sostenía que cada país debía necesariamente recorrer de forma ordenada la sucesión de los modos de producción (primitivo, esclavista, feudal y capitalista) que Marx había mostrado que constituían la osatura de la historia europea y la clave de una lectura racional de ella. Sostenía, en cambio, que era imposible instaurar el socialismo en un país en el que el desarrollo del capitalismo no hubiese llegado a un punto tal que impulsase a la mayoría de la población a ponerse de lado de los comunistas(7).

Marx y Engels nunca anunciaron ni compartieron esquemas doctrinarios y metafísicos semejantes(8). ¡Todo lo contrario! Basta decir que en el prefacio de la traducción rusa del Manifiesto Comunista (publicado en Ginebra en 1882) Marx había dicho que “Rusia se había convertido ya en la vanguardia del movimiento revolucionario en Europa” y que “si la revolución rusa servía de señal a una revolución obrera en occidente, de modo que las dos se completen, entonces la actual propiedad comunal campesina rusa podrá servir de punto de partida para una revolución comunista”. ¡Tan poco compartía Marx las “doctrinas marxistas” de Kautsky! En cuanto a Lenin y Stalin, después (“Europa atrasada, Asia avanzada”, el papel de la revolución antiimperialista y antifeudal de los pueblos de los países coloniales y semicoloniales, la alianza obrera-campesina, el desarrollo desigual del capitalismo y sobre todo, la victoria de la clase obrera en el eslabón débil del sistema imperialista mundial, etc.), son tesis cardinales de su concepción y actividad tan conocidas que no viene al caso entrar en ellas en detalle (9).

El problema que los comunistas debemos explicarnos y explicar no consiste, pues, en el hecho de que los primeros países socialistas se han instaurados en países en los que el capitalismo estaba todavía poco desarrollado o nada implantado (en países atrasados desde el punto de vista capitalista), en que la clase obrera venció antes en el eslabón débil de la cadena de países que oprimían el mundo (el imperio ruso) y se extendió por consiguiente a los países oprimidos todavía más atrasados (en particular China). Esto era conforme a la correlación de fuerzas que el desarrollo desigual del capitalismo había creado en el mundo y al tipo de unificación del mundo (mundialización) que la burguesía podía crear dada su naturaleza y que en efecto creó. Las contradicciones sociales que por una causa u otra no podían ser resueltas en las metrópolis donde el capitalismo las producía y que ni siquiera podían estallar en guerras civiles abiertas, tenían efectos desgarradores en los países oprimidos donde la hegemonía y el poder político de la burguesía eran más débiles. Desde aquí, pues, iniciaba su solución revolucionaria para el mundo entero. Entonces como hoy la actividad desarrollada por los grupos y Estados imperialistas en los países oprimidos (su política exterior) ponía al descubierto, a quien había aprendido a ver, las contradicciones que se generaban en los países metropolitanos y era dictada por las contradicciones propias de estos países que por varias razones no encontraban todavía una forma abierta de expresarse y menos todavía una solución en su interior (en la política interna). A la luz de nuestra concepción del mundo y de cuanto se ha expuesto hasta aquí, las dificultades encontradas por los primeros países socialistas para proseguir el camino por sí solos, sin el concurso de países socialistas creados en los países capitalistas más avanzados y a pesar del asedio de los grupos y Estados imperialistas, no plantean problemas de comprensión, sino principalmente problemas prácticos. En efecto, la solución de esas dificultades dependía sobre todo, de la instauración del socialismo en los principales países imperialistas o al menos en algunos de ellos, por consiguiente sobre un movimiento práctico. Kruschev, como auténtico histrión que era, prometió, en 1962, la realización del comunismo en la Unión Soviética en el plazo de veinte años (Plan veintenar de tránsito al comunismo). Por el contrario, Stalin en sus escritos de 1951 y 1952 (Problemas económicos del socialismo en la Unión Soviética) había sostenido que en la Unión Soviética actuaban contradicciones que, de no ser tratadas adecuadamente, podrían hacerse antagónicas, y no por casualidad, en el mismo contexto, trató de la situación en los países imperialistas y de las relaciones internacionales. Es verdad que el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) no llegó a trazar la línea a seguir, ni en el tratamiento de las contradicciones internas ni en las relaciones internacionales, para hacer frente con éxito a la nueva situación. Por el contrario, bien pronto los revisionistas modernos, guiados precisamente por Kruschev, presionaron en esa dirección. Con la gran Revolución Cultural (1966-1976) el Partido Comunista Chino (PCCH), dirigido por Mao Tse Tung trató de asegurar el desarrollo del movimiento comunista internacional. Pero precisamente la falta de una respuesta adecuada en el PCUS y en los países imperialistas marcó el declive del movimiento comunista hasta el hundimiento de gran parte de los países socialistas y la disolución de gran parte de las instituciones creadas por la primera oleada de la revolución proletaria. Marcó también la derrota de la Gran Revolución Cultural del pueblo chino. Esta ocupa en la historia del movimiento comunista un puesto análogo al ocupado por la Comuna de Paris (1871). China era un país demasiado atrasado económicamente y en cuanto a las relaciones sociales para tomar el puesto ocupado por la URSS, y la situación internacional no era favorable a que ella actuase directamente como detonante de un movimiento revolucionario en la URSS o en el resto del mundo. En conclusión, aún siendo graves los efectos políticos del declive y su hundimiento, no plantean una objeción seria a nuestra concepción del mundo. La objeción seria es puesta por la frustrada instauración del socialismo en los países imperialistas en el curso de la primera oleada de la revolución proletaria.

Esta objeción es tanto más seria a la vista de que la evolución de las relaciones sociales en los países imperialistas ha confirmado a grandes líneas las previsiones que Marx había extraído del estudio de la naturaleza del modo de producción capitalista. Veamos brevemente las principales.

1. La concentración del capital. El capital se ha concentrado primero en algunos países y regiones y después a nivel mundial en unos pocos grandes grupos monopolistas en lucha entre sí a nivel financiero. Cada uno de ellos tiene estrechamente en sus manos sectores productivos enteros a nivel mundial. El monopolio productivo y comercial se combina con la concurrencia financiera. Las sociedades por acciones, el accionariado popular, el sistema de obligaciones, los fondos financieros y de seguros y otras instituciones análogas son consideradas por algunos como manifestaciones de la “difusión de la propiedad del capital entre millones de pequeños y mediados capitalistas”. Por consiguiente, desmentiría la tesis marxista de la concentración de capital. En realidad, esas instituciones concentran en las manos de pocos grandes grupos financieros los ahorros voluntarios y obligatorios (pensiones, seguros, etc.) de trabajadores y el capital líquido del resto de la burguesía. Y los tiburones se los comen, a bocados más o menos grandes, aprovechando las crisis coyunturales, cracs bursátiles y “escándalos financieros” (como los bien conocidos en Italia de Parmalat, de la Cirio y de la deuda argentina).

2. La desaparición de las clases intermedias entre la gran burguesía y el proletariado. Es un hecho incontestable que en las sociedades imperialistas la pequeña-burguesía ha perdido su independencia económica, política y cultural de la gran burguesía. En cada país imperialista las pequeñas y medianas empresas son muy numerosas. En Italia en nuestro análisis de clases el número de trabajadores independientes lo evaluamos en 6 millones(10). En base a ello, como buenos empiristas ajenos al análisis científico de la realidad, burgueses y revisionistas de ayer y de hoy, han gritado que la realidad desmentía las previsiones de Marx. Pero tenemos en cuenta el papel real que estos millones de trabajadores independientes de falsas cooperativas, de empresas familiares, de pequeñas y medianas empresas capitalistas tienen en el sistema económico de nuestra sociedad. Tenemos en cuenta sus relaciones con los bancos, con las aseguradoras, con sus clientes, con sus proveedores de materias primas y de medios de producción, de licencias, de autorizaciones y técnicas de producciòn y con la Administración Pública. Veremos entonces que, unas en un sentido y otras en otro, la enorme mayoría de ellas más que empresas independientes son en realidad secciones separadas, oficinas externas, filiales, firmas que trabajan bajo contratos, comisión o concesión. En muchos casos son más semejantes a “trabajadores a domicilio” que a empresas realmente autónomas: propietarias de su capital, de sus propios medios de producción y de su propia tecnología y que tratan de igual a igual con una multitud de clientes y proveedores. Ocupan los nichos del mercado que los monopolios desdeñan o trabajan por su cuenta. Son las primeras víctimas de sus movimientos y de sus perturbaciones. Todas las charlas y doctas exposiciones sobre el “señor Brambilla”, sobre “lo pequeño es bello” se han desinflado. Sólo las grandes sociedades hacen investigación y desarrollo, se mueven con independencia. Las pequeñas y medianas empresas están sometidas a los monopolios y a sus Autoridades. La proletarización de la población es ampliamente llevada a cabo. Solo que un tercio de ella es formalmente independiente y realmente dependiente de los grandes grupos capitalistas que deciden qué música deben tocar, cuándo comenzar y cuándo acabar, con algunas ventajas pero también con muchas desventajas para los autónomos con respecto a los dependientes.

3. La caída de la tasa de ganancia. Entre las principales previsiones de Marx con respecto al desarrollo del capitalismo ésta es la menos cuestionada. Ha ido tan adelante que no se ve ya compensada por el aumento de la masa del capital. La disminución de la masa de ganancia se evita dejando inoperante una parte del capital, con la consiguiente superproducción crónica de mercancías, desocupación (superpoblación) y lucha antagónica entre los grupos capitalistas(11). Las privatizaciones, las deslocalizaciones (a China, a los otros países ex-socialistas y a los países semifeudales o semicoloniales) y la eliminación de las conquistas desplazan allá en el tiempo, pero no eliminan el problema ni sus efectos. Está confirmado que el modo de producción capitalista tiene en sí mismo sus límites. Es verdad, sin embargo, que las grandes destrucciones de las dos guerras mundiales y las realizaciones revolucionarias habían producido un crecimiento de la tasa de ganancia que, sin embargo, se ha venido agotando en el curso de los “treinta años gloriosos” (1945-1975). Burgueses y revisionistas modernos se basaron en esta efímera recuperación para entonar sus cantos a la eterna juventud del capitalismo. Ahora desde hace tiempo han silenciado sus instrumentos con tristeza.

4. La tendencia a la miseria creciente del proletariado. La primera oleada de la revolución proletaria produjo una mejora en las condiciones de vida del proletariado y del resto de las masas populares en los países imperialistas: “capitalismo de rostro humano”, Welfare State, sociedad del bienestar, consumismo, etc. Burgueses y revisionistas modernos han gritado también en este aspecto que los hechos desmentían la teoría de la base económica de la sociedad burguesa que Marx ha elaborado. El declive del movimiento comunista y en particular el hundimiento de los primeros países socialistas han dejado cada vez más vía libre a los capitalistas para comportarse según su naturaleza y mostrar libremente sus inclinaciones y sus vergüenzas. Y se ven los efecto, tanto más monstruosos porque entre tanto ha crecido la proletarización de la población, el proletariado se ha hecho mucho más dependiente de forma directa e inmediata para su supervivencia elemental de la burguesía (trabajo) que hace cien años y mucho más dependiente de los sistema de previsión o seguridad social o de las obras de beneficencia. La masa de la población está privada de toda propiedad, excluida de toda independencia económica individual, de las actividades económicas de subsistencia que permitía la menor separación entre la ciudad y el campo. Las filas de pobres y marginados se engrosan a partir de los países imperialistas más ricos y avanzados: los países anglosajones. La mayor libertad de la burguesía del movimiento comunista se traduce en todos los países imperialistas en reducción de las rentas de los trabajadores, aumento de la precariedad, de la pobreza, de la desocupación, eliminación o restricción en el mejor de los casos, de las conquistas cívicas y de bienestar que el movimiento comunista arrancó para todas las masas populares: enseñanza gratuita, asistencia sanitaria universal, pensiones de vejez e invalidez, formación no sólo profesional, sino sobre todo cultural, servicios de base universales, garantías de ocupación, derechos laborales, etc.

En suma, ante nuestras narices tenemos la confirmación práctica y a gran escala de la tendencia de los capitalistas. Esta se expresa libremente ahora que el movimiento comunista no está en condiciones de oponerse a ella eficazmente, por motivos propios de su historia. Es la guerra de exterminio no declarada.

Ciertamente, las cuatro leyes del capitalismo que hemos señalado, como todas las demás, al igual que como todas las leyes de las ciencias naturales, han de entenderse en el sentido del materialismo dialéctico. Toda ley, considerada en sí misma y por sí sola es una abstracción que debemos hacer en el camino para conocer la realidad. Debemos aislar un aspecto de la realidad: hacemos mentalmente lo que ha veces se hace en el laboratorio, en la experimentación científica; lo que se hace en el análisis matemático, cuando se cambia sólo una variable de una función que depende de muchas variables. En la realidad toda ley es sólo un aspecto de la cosa. La realidad es concreta, cada aspecto se combina con otros y lo concreto es resultado de su combinación, de su acción recíproca (12). Cada aspecto y el todo se transforman continuamente. El materialismo dialéctico formula una ley que expresa un aspecto (y uno sólo) de la realidad. El metafísico (idealista o materialista vulgar, aquí no importa la diferencia), toma esa ley como si fuese toda la realidad, es decir, la toma unilateralmente: abstrayéndola de sus relaciones con otras leyes y prescindiendo del devenir del todo. Entonces descubre obviamente que la realidad no es acorde con esa ley considerada así unilateralmente, asumida en abstracción por todo el resto. Pero asumida unilateralmente, abstrayéndola de todo lo demás, también la ley de la gravitación universal se ve desmentida por la realidad: existen de hecho tantos cuerpos distantes entre sí. “Por consiguiente ¡no es verdad que se atraigan!”, dice el metafísico, si es coherente. Se cuenta que una vez una oveja que escuchaba por primera vez rugir a un león, exclamó con desprecio: “¡Hay que ver como bala esa oveja!”. Por desgracia no tuvo la ocasión de sentirla “balar más” una segunda vez. Todo metafísico se encuentra antes o después ante el hecho de que la realidad contrasta con esta o aquella ley que tiene en su cabeza. En 1916 Lenin anotaba que era imposible comprender “El capital” de Marx sin haber asimilado el método dialéctico de pensamiento. No por casualidad, además de los “demoledores de Marx”, se multiplican en los mismos periodos también los irracionalistas y subjetivistas: la realidad es incognoscible, en la realidad no existen leyes, etc. Toda circunferencia cuando se quiere medir por su diámetro es inmensurable, sin embargo toda circunferencia es mesurable (13).

Dicho esto, los marxistas debemos explicarnos y explicar, consecuentemente con nuestra concepción del mundo y con nuestro método de conocimiento, porqué la clase obrera no ha conseguido todavía instaurar el socialismo en ningún país imperialista.

La reunión ampliada de la Comisión Preparatoria del 3 de octubre 2004 ha decidido la fundación del (n)PCI animada por el hecho de que hemos dado respuesta al interrogante principal planteado por la experiencia de la primera oleada de la revolución proletaria que he ilustrado hasta aquí. Esta está expuesta en el artículo del camarada Incola P. “El nuevo partido comunista”, publicado en el nº 19 de “La Voce”. “¡Pero ella es sólo una teoría!” exclamará desilusionado cualquier lector! ¡Cierto! Frente a un problema práctico (la instauración del socialismo en los países imperialistas y, por lo que a nosotros respecta, en Italia), o se actúa a ciegas, aunque sea también con mucho celo o buena voluntad, o se utiliza todo el conocimiento y experiencia disponible para analizar el problema práctico, captar su naturaleza (que en general, no es su apariencia, la impresión que da) y trazar una línea para resolverlo y ponerla en práctica: práctica-teoría-práctica. Este es el modo científico de afrontar un problema práctico. La verdad de nuestra teoría se confirmará, en definitiva, solamente por el éxito de su aplicación, en la práctica. Pero quien rechaza aplicarla sólo porque no se ha visto confirmada por el éxito en la práctica, o no hace nada o actúa a ciegas. No existe otro modo de llegar a la verdad que elaborar la experiencia con los mejores instrumentos que hay a nuestra disposición (14).

De la elaboración de la experiencia del movimiento comunista hemos sacado la respuesta al interrogante planteado al inicio de este artículo. De esa experiencia vienen la línea de masas, la lucha entre las dos líneas en el partido, la guerra popular prolongada y otras aportaciones fundamentales del maoísmo. También en el pensamiento de los teóricos del movimiento comunista antecesores de Mao se encuentran aquí y allá estas enseñanzas, como observaciones accidentales sugeridas por la experiencia que examinan, que, sin embargo, ellos no han desarrollado posteriormente en todas sus fecundas consecuencias y conexiones (15).

Queda por decir que la verdad de nuestra respuesta y de cada una de sus partes, se ha visto confirmada hasta ahora, además de por la experiencia pasada del movimiento comunista, también por la fecundidad de respuestas operativas a los problemas presentes de la lucha de clases: como sucede con toda teoría científica en el momento de su formulación. A la luz de ésta, elementos de la experiencia pasada que parecían casuales, caóticas e inexplicables muestran, en cambio, sus conexiones y significado. Cada uno de ellos se inserta en una cadena genética de causa a efecto. No es la casualidad, el destino, la fatalidad y la fuerza del enemigo lo que ha hecho vano el heroísmo en nuestras filas, lo han atenuado paso a paso y en definitiva han abierto el camino a la influencia de la burguesía (de la que los oportunistas, reformistas, revisionistas y derrotistas fueron portadores), sino las potencialidades que todavía no hemos desarrollado y los límites de nuestra comprensión de las condiciones, formas y resultados de la lucha de clases (16).

Pero esta sistematización y comprensión del pasado es la parte menor, por importante y saludable que sea políticamente. Nos hace ver que hemos perdido una batalla sólo porque no estábamos armados adecuadamente en el plano de la comprensión de las condiciones, de las formas y de los resultados de la lucha de clases. Y es ya mucho. Pero no es la parte decisiva. Lo más importante es que la respuesta dada a esta interrogante abre el camino a la elaboración de líneas particulares en cada campo y permite el despliegue de múltiples operaciones tácticas. La estrategia de la guerra popular prolongada permite, por ejemplo, promover y valorizar en toda su potencialidad iniciativas que, en ausencia de una estrategia, cada una de ellas han sido precisamente fuente o componente de desviaciones, portadora de ilusiones y causa de derrotas. La intervención en la lucha política burguesa, la lucha sindical y reivindicativa y el movimiento cooperativo son los tres ejemplos más significativos de líneas de construcción que han tenido cada una de ellas un papel importante en el movimiento comunista. Asumidas y practicadas unilateralmente han caracterizado otras tantas desviaciones. Pero cada una de ellas, por su aspecto positivo, ha contribuido a la construcción del movimiento comunista consciente y organizado. Ha contribuido a la emancipación del proletariado de la burguesía, pero, al mismo tiempo, precisamente porque cada una de ellas se ha asumido unilateralmente, como expresión única o principal, o porque se ha combinado eclécticamente con otras, ha sido tambien vehículo de la intervención de la burguesía en el movimiento comunista: una intervención encaminada a obstaculizar el camino y desviarlo a un callejón sin salida.

El Plan General de Trabajo del Partido para la fase de acumulación de fuerzas, para la primera fase de la guerra popular revolucionaria, asigna a cada una de esas tres luchas el papel que pueden desarrollar y valoriza el lado positivo de cada una de ellas. Situando a cada una de ellas como componente de un plan estratégico, hemos puesto la premisa necesaria para no asumir ninguna de ellas aisladamente, como estrategia; por consiguiente, para impedir que prevalezca el inevitable lado negativo que alarma a algunos compañeros acerca del riesgo que corremos al ponerla en práctica. Cada línea particular es principalmente positiva si se promueve como componente de la estrategia. Cada organización y organismo que la aplica como tarea principal, desarrolla un trabajo útil y necesario si el Partido es capaz de dirigirla: la línea de masas es el principal método de trabajo y dirección. Es el que permite al Partido desarrollar esa tarea.

Hay que añadir que es indispensable tener una estrategia justa para vencer, pero ésta no es una garantía de victoria. Lo que nos asegura la victoria es la combinación de los siete aspectos ilustrados en el citado artículo de Nicola P. La estrategia debe articularse en líneas cada vez más particulares para cada campo de la vida y de la actividad de la clase obrera y de las masas populares. Y cada línea se realiza a través de múltiples operaciones tácticas. Cada uno de estos pasos es el resultado de la combinación de la línea de actuación y de la investigación de la situación concreta en la que se realiza. Son dos cosas que deben a cada paso fundirse en una. Por consiguiente, son obvias y múltiples las posibilidades de cometer errores que pueden comprometer el éxito y causar derrotas concretas y temporales. Elaborar una línea justa a ciegas, sin la investigación adecuada de la situación concreta, es también una manera de sabotear su aplicación. La investigación de la situación concreta es indispensable para el éxito.

Actuando con este método justo, si la línea que preside nuestra actuación es justa y si nuestras fuerzas persisten en la lucha, cada derrota concreta será superada.

La instauración del socialismo no sólo es posible: es la única solución realista de las múltiples contradicciones, inextricables en su ámbito, a las que nos ha precipitado el orden social burgués. Frente a la destrucción de la cohesión social que sus medidas anti-crisis provocan, con tonos diversos todos los partidos burgueses tienen una sola respuesta: represión. Más policía, más controles, más cárceles y más prohibiciones. Todas estas cosas, si el Partido trabaja bien, hacen avanzar la revolución, porque no dejan otra vía de desarrollo a las masas populares. La burguesía con sus medidas muestra que no puede convivir con la clase obrera sin la cual ella no puede vivir. Frente a la crisis económica todos los partidos burgueses auspician el desarrollo del consumo de las familias, al mismo tiempo que reducen las rentas de las familias de las masas populares. Frente al desastre ambiental auspician la reducción del consumo, predican la austeridad y desarrollan nuevas industrias. La serpiente se muerde la cola. Los comunistas no hemos logrado instaurar el socialismo en los países imperialistas durante la primera oleada de la revolución proletaria. Pero el estudio de esa experiencia muestra claramente cuáles son los límites de nuestro movimiento que nos han impedido cumplir esa obra decisiva. Son todos límites que, armados del marxismo-leninismo-maoismo, podemos superar en el terreno práctico, después de haber comprendido su solución teórica. Las luchas de hoy, la resistencia de la clase obrera y de las masas populares al desarrollo de la crisis general del capitalismo, generan día tras día y educan a las nuevas promociones de comunistas que cumplirán esta tarea histórica, la obra que abrirá la nueva fase de la historia de la humanidad.

Humberto C.

NOTAS

1 Aquí y en adelante llamo socialismo a la fase inferior de la sociedad comunista, según la concepción introducida por K. Marx (Crítica al Programa de Gotha, 1875). El socialismo es el orden social fruto directo e inmediato de la victoria de la clase obrera que reprime los intentos de revancha de las viejas clases dominantes (vencidas, pero no extinguidas) y guía a las masas para que reorganicen sus actividades de forma que sean dirigidas a la satisfacción de sus necesidades materiales y espirituales, individuales y colectivas, y a tomar cada vez más directamente en sus manos su gestión.

La sociedad socialista se distingue de la que será la futura sociedad comunista en que porta todavía en sí la herencia de la vieja sociedad de la que nace y de los modos de producción que hay en ella, con las respectivas clases, divisiones (entre dirigentes-dirigidos, entre trabajo intelectual y trabajo manual, entre hombres y mujeres, entre naciones, entre la ciudad y el campo, etc.), ideas, comportamientos y sentimientos. La sociedad socialista es una sociedad de transición bajo la dirección de la clase obrera y se libera por etapas de la herencia de la vieja sociedad. Las Diez Medidas Inmediatas (v. La Voce nº 15) muestran a grandes rasgos cómo podrá ser, en sus comienzos, la sociedad socialista en nuestro país.

2 En el lenguaje marxista este último proceso se llama “subsunción real de la sociedad en el capital” y se contrapone a la “subsunción formal”. Esta consiste en indicar que los capitalistas han tomado en sus manos las actividades tradicionales y las hacen desarrollar a los trabajadores asalariados para valorizar (aumentar) su capital. El contenido de las actividades (tipo de trabajo y objetos producidos) es el de antes. Sólo ha cambiado la forma: la relación en el ámbito del cual las actividades se llevan a cabo.

3 Aquí y en adelante, siguiendo la concepción de Marx y Engels (La ideología alemana, 1846), llamo “movimiento comunista” al movimiento práctico de transformación y superación de la sociedad burguesa (del estado actual de las cosas). Llamo “movimiento comunista consciente y organizado” al conjunto de escuelas de pensamiento y organizaciones proletarias que se plantean la tarea de eliminar el sometimiento de los obreros a los capitalistas (la emancipación del proletariado de la burguesía), sean cuáles sean los límites con los que han concebido las condiciones, las formas y los resultados de su actividad, sea cuál sea la denominación que ellos mismos se han dado (socialistas, socialdemócratas, sindicalistas, etc.). Desde hace casi 160 años, desde 1848, cuando el Manifiesto del partido comunista fue publicado, en el movimiento consciente y organizado, el marxismo ha venido asumiendo el papel de concepción dominante.

4 Para ilustrar este punto remito al artículo de Tonia N. Las dos vías al comunismo, en La Voce nº15, noviembre de 2003.

5 Con esto Lenin quería decir que la concepción que los Socialistas-Revolucionarios tenían del socialismo no comportaba un efectivo derribo y superación del capitalismo: era un socialismo utópico que representaba un capitalismo sin sus lados negativos. En la medida en que eran revolucionarios, la revolución para la que los Socialistas-Revolucionarios trabajaban no llevaba a la instauración del socialismo, sino a la eliminación de los vestigios feudales de la sociedad rusa, y por consiguiente despejaba el camino a un mayor desarrollo del capitalismo. En suma, los Socialistas-Revolucionarios no distinguían la revolución democrático-burguesa de la revolución socialista.

6 Parafraseando las expresiones utilizadas por Lenin en 1905, por condiciones objetivas del comunismo entendemos un grado de desarrollo económico tal que no sea ya el resultado de la lucha de los hombres contra la naturaleza (para arrancarle cuanto es necesario para vivir), sino que el orden social se ha convertido en el obstáculo principal a que todos los miembros de la sociedad (por consiguiente, en particular, la masa de los trabajadores), dispongan de las condiciones necesarias para una vida civil (ya en el siglo XIX las crisis periódicas de superproducción de mercancías evidenciaban que el obstáculo principal era el orden social). Por condiciones subjetivas del comunismo entendían un cierto grado de organización y un cierto nivel de conciencia de la masa del proletariado (entiéndase bien: de la masa del proletariado, no de los miembros del partido) que hacen capaz al proletariado para actuar como clase diferenciada del resto de la sociedad y contrapuesta a la clase dominante: condiciones que se alcanzaron en Engleterra con el movimiento cartista (1838-1850) y en los demás países imperialista (excepto Japón) en la segunda mitad del S. XIX.

7 Estas doctrinas de Kautsky llegaron a ser hasta tal punto “lugares comunes marxistas” que hasta un joven cultivado de sentimientos revolucionarios como A. Gransci en 1917 con 26 años (en un artículo publicado de forma destacada por G. M. Serrato en Avanti! de Milán el 24 de diciembre), saludó con entusiasmo la Revolución de Octubre como La revolución contra “El Capital”. Gransci consideraba que la realidad contradecía la concepción del mundo que Marx había expuesto en su obra. Por consiguiente la concepción de Marx, así entendida, le “quedaba estrecha” al joven de sentimientos revolucionarios.

Trotsky, Parvus y otros partidarios de la versión trotsquista de la “revolución permanente”, admitían por su parte que la revolución como hecho militar podía comenzar en un país atrasado desde el punto de vista capitalista, pero debía extenderse inmediatamente a los países capitalistas avanzados porque los campesinos por su naturaleza eran hostiles al socialismo. Es decir, no se daban cuenta de las transformaciones que comportaba la entrada en la fase imperialista en la posición social de los campesinos y, a nivel internacional, en la posición de los pueblos oprimidos. Y además tenían una visión esquemática de las relaciones de clase en los mismos países capitalistas: eran, en esencia, kautskianos de izquierda. Hasta para el caso de Alemania, Francia e Italia, Marx y Engels habían siempre presentado a una clase obrera que arrastra tras ella y se pone a la cabeza de los campesinos contra los grandes terratenientes y la burguesía ¡pero no una guerra de la clase obrera contra los campesinos!

8 La doctrina de Kautsky, bien entendida, implica en efecto que el mundo real se desarrolla por un camino que no está determinado por las fuerzas que actúan en su seno. Por ejemplo, la aparición del capitalismo en un país es un hecho que influye en la marcha de todos los demás países que están en relación con él; las ideas, sentimientos y comportamientos que nacen en el primero tienen también determinados efectos en otros países y viceversa; de ello resulta que en general las cosas no van en los demás países como han ido en el primero. O viceversa. Durante algunos decenios el imperio feudal ruso fue el bastión de la reacción en los demás países de Europa occidental contra la burguesía. El pensamiento de Kautsky implica también una ley y un orden al que todos los países se adaptan a pesar de sus condiciones distintas. En esencia, algo semejante a los mandamientos de Dios o al “orden natural” que Dios había establecido. Se trata, pues, de una doctrina que implica la existencia de otro mundo, exterior y superior a aquél en que vivimos, un mundo metafísico al cual se subordina el mundo físico en que vivimos.

9 Para ilustrar estas tesis remito a Fundamentos del leninismo (1924) de Stalin.

10 Véase al respecto el Proyecto de Manifiesto Programa (PMP) de 1998, capitulo 3.2.

11 Estos aspectos de la situación actual son ilustrados en detalle en el nº 17/18 de la revista Rapporti Sociali, en el artículo Por el debate sobre las causas y la naturaleza de la crisis actual y en los escritos citados en el mismo.

12 Esta parte del materialismo dialéctico está bien ilustrada por K. Marx en El método de la economía política (en los Grundrisse).

13 Una ley recoge un aspecto de la realidad o lo separa, en nuestra cabeza, de otros. Con ella afirmamos que en la realidad está presente un elemento que empuja en la dirección que indicamos. Pero es posible empujar en una dirección porque en la realidad hay también en ella un elemento que se opone a ir en esa dirección: no hay acción donde no hay reacción. Enunciar una ley verdadera, no equivale a decir que en una circunstancia específica concreta las cosas van al sentido indicado por esa ley. La realidad no es un experimento de laboratorio.

14 Estas son tareas y características de los comunistas que los distinguen de otros proletarios, según K. Marx y F. Engels (ver cap. 2 del Manifiesto del partido comunista, 1848).

15 Baste un ejemplo sacado de Nuestras tareas y el Soviet de diputados obreros (noviembre de 1905) de Lenin. “El gobierno zarista es ya impotente para aplastar la revolución y la revolución no es todavía suficientemente fuerte para barrer al gobierno de las centurias negras”. Así Lenin describe el equilibrio alcanzado por las fuerzas de la revolución respecto a las de la contrarrevolución en vísperas de los enfrentamientos que decidieron el desenlace de 1905. Por consiguiente aconsejaba ganar tiempo antes de afrontar una batalla decisiva. La coexistencia pacífica con países con regímenes sociales distintos sobre la que los gobiernos de los primeros países socialistas, comenzando por la Unión Soviética, plantearon sus relaciones con los países imperialistas, fue expresión política del equilibrio estratégico entre revolución y contrarrevolución que la victoria de la Revolución de Octubre había creado a nivel mundial.

16 Todo nuestro conocimiento viene de la experiencia, incluso si se remonta a tiempos y espacios muy lejanos de nuestra experiencia y a aspectos de la realidad absolutamente inaccesibles a nuestros sentidos. El maoísmo es el resultado de la elaboración de la experiencia de la primera oleada de la revolución proletaria. Algunos camaradas piensan que esa gran experiencia no nos ha enseñado nada importante a los comunistas, ni en positivo ni en negativo. Las objeciones planteadas a la adopción del maoísmo como tercera etapa superior del pensamiento comunista (véase en Italia la redacción de la revista Teoria & Prassi y, en el exterior, el PCE(r) con su revista Antorcha) se basan en esa visión.

Nosotros sostenemos, por el contrario, que la primera oleada de la revolución proletaria es rica, en positivo y en negativo, de enseñanzas absolutamente necesarias para la victoria de la segunda oleada. “La línea de masas, de la que habla precisamente nuestro Partido -sostiene Mao- es extraída de la experiencia de la Unión Soviética en ese periodo [de la Revolución de Octubre y de la guerra civil]” (Una vez más acerca de la experiencia de la dictadura del proletariado, 1956). Algunos dicen que copiamos la estrategia de la guerra popular prolongada de China. Pero no es verdad. La extraemos de toda la experiencia del movimiento comunista consciente y organizado, en particular de la experiencia de la primera oleada de la revolución proletaria en cada país y a nivel mundial. Ya Mao advertía a los comunistas sudamericanos: “La experiencia de la revolución china, es decir, crear bases de apoyo en el campo, cercar las ciudades partiendo del campo y finalmente conquistar las ciudades, probablemente no es aplicable en muchos de vuestros países” (Algunas experiencias históricas de nuestro Partido, 1956). Es preciso distinguir las leyes universales de la guerra popular prolongada de las leyes particulares y Es necesario reelaborar las experiencias del pasado y elaborar las experiencias presentes a la luz de la teoría de la guerra popular prolongada son dos artículos aparecidos en los números 17 y 18 de La Voce, respectivamente.