LA CUESTIÓN DEL PCE(R)
(Artículo
de Umberto C., miembro de la redacción de La
Voce del (nuevo)Partido comunista italiano)
A
partir del otoño del año 2000 Arenas y algunos otros dirigentes del PCE(r),
insensibles a las medidas de intimidación que el gobierno italiano de
centro-izquierda estaba tomando precisamente contra los CARC y la CP al volver
a exhumar y potenciar el delito de asociación subversiva introducido por el
fascismo, han iniciado una campaña de calumnias y delaciones contra los CARC y
la CP. La campaña ha proseguido también después que, en noviembre, la policía
francesa, a instancias del gobierno español, detuviese en París a Arenas y a
otros miembros del PCE(r) y de los GRAPO (1). Asimismo dicha campaña ha
derivado en un intento de disgregación de la Comisión para la constitución del
Socorro Rojo Internacional (SRI). En efecto, la AFAPP ha puesto como condición
a su participación en dicha Comisión la expulsión de la ASP (Asociación de
Solidaridad Proletaria) de la misma y su exclusión de todo tipo de
participación en las labores del SRI. La última demostración de esta campaña de
calumnias y delaciones hasta ahora conocida por nosotros es el artículo
publicado en Resistencia n. 54 (abril
del 2001). Por cuanto le afecta, la CP ya ha desmentido las calumnias y
denunciado las delaciones en su Comunicado del 2 de abril y en el escrito La calumnia como arma de la lucha política
difundido el 8 de abril de 2001. Esta campaña, aunque innoble y vergonzosa,
tiene sin embargo, en mi opinión, implicaciones de tipo político e ideológico
que interesan a todo el movimiento comunista internacional. Merece la pena,
pues, esclarecerlas como contribución al renacimiento del mismo.
Existe
entre nuestros camaradas una cierta aversión a las polémicas. Esta aversión está
más que justificada cuando las polémicas
se reducen a insultos y delaciones como los que Arenas y sus camaradas han
lanzado hasta ahora. Precisamente por esto, es indispensable mostrar el fondo
político e ideológico que se oculta tras esta polémica. Sólo así la aversión no
se convertirá en fastidio y repulsa hacia la labor que llevamos a cabo en pro
del renacimiento del movimiento comunista. De esta forma, en definitiva,
convertiremos el daño que Arenas y compañía han hecho en un reforzamiento de
nuestro movimiento. En cuanto a la necesidad de que el movimiento comunista no
tema las polémicas y escisiones, sino que lleve a cabo en su interior una lucha
encarnizada contra las desviaciones, recordamos a nuestros lectores unas
palabras de Stalin, extraídas del vol. 5 de las Obras completas que Edizioni Rapporti Sociali acaban de publicar:
“A menudo nuestros camaradas (y no sólo los mencheviques) acusaron a Lenin de
inclinarse demasiado por la polémica y la escisión, de combatir con
intransigencia a los conciliadores, etc. Indudablemente tanto una como otra
tuvieron lugar en su momento. Pero no es difícil comprender que nuestro partido
no habría podido desembarazarse de la debilidad interna y del amorfismo, ni
lograr la fuerza y solidez que le son propias, si no hubiese expulsado de sus
filas a los elementos no proletarios y oportunistas. En la época del dominio
burgués, el partido proletario sólo puede desarrollarse y reforzarse en la
medida que lucha, en su propio seno y en el seno de la clase obrera, contra los
elementos oportunistas, hostiles a la revolución y al partido” (Lenin, organizador y jefe del Partido comunista de Rusia, 1920).
La
campaña de delaciones y calumnias lanzada contra nosotros por Arenas y algunos
otros dirigentes del PCE(r) está estrechamente ligada, o mejor, es consecuencia
directa de la constitución, en junio del 2000, de la Fracción Octubre del
PCE(r) (La Gaceta) y de las
contradicciones que han estallado en el PCE(r) a causa de la crisis que
arrastra desde hace ya muchos años. Por ello debemos partir de la misma para
exponer las implicaciones políticas e ideológicas de la actual campaña de
calumnias y delaciones.
El PCE(r) nació del movimiento marxista-leninista
surgido en los años 60, tanto en España como en otros países, en oposición al
revisionismo moderno capitaneado por
Kruschev y en respuesta al llamamiento lanzado por el Partido comunista
chino y el Partido del Trabajo de Albania. El partido fue fundado en 1975 y ha
llevado a cabo durante años una eficaz e importante labor que, como supongo,
mis lectores conocerán.(2)
Ahora bien, desde hace aproximadamente 15 años a esta parte el PCE(r)
está viviendo un lento declive. El número de camaradas incorporados no compensa
el número de los que abandonan el partido, ni el de los camaradas presos que, una vez puestos en libertad, se mantienen al
margen de su actividad. La influencia política del partido entre la clase
obrera y las masas populares está en constante declive. Esta es una realidad
que todos los miembros y dirigentes del partido conocen. Quien de alguna manera
ha tenido alguna relación con el partido o con sus círculos próximos ha podido
darse cuenta de ello. Una confirmación de esto se puede extraer del resultado
de las elecciones europeas del 99, en las que el PCE(r) dio la consigna de
votar por Herri Batasuna y su coalición electoral Euskal Herritarrok (a ésta se
la podía votar en cualquier región de España): la coalición no logró ningún
aumento sustancial de votos con respecto a los anteriores comicios europeos en
ninguna región en la que el partido está presente de alguna manera. Este
prolongado período de declive repercute en el estado de ánimo y en la
conciencia de los miembros del partido en activo y limita también su energía.
¿A
qué se debe este declive que se prolonga desde hace años?
El
partido no ha abierto nunca un debate sobre esta cuestión. Este es un primer
indicio del método malsano que sigue la dirección, sobre el cual volveremos más
adelante. No obstante, tanto en la prensa del partido como en sus congresos el
problema está presente. También el último congreso, el cuarto, realizado en la
segunda mitad del 98, se ha desarrollado y concluido bajo el lema de la
rectificación del partido. Ha sido, sin embargo, una rectificación de
contenidos tan genérica y ritual que se ha perdido rápidamente su traza: tal y
como sucedía en la lucha contra el burocratismo y la corrupción en el PCUS
durante la época de Breznev, un tema recurrente en cada congreso, que nunca
tenía resultados prácticos. El partido no ha dado una respuesta explícita a la
pregunta antes planteada. Pero en la prensa y en los documentos congresuales
del partido se encuentran implícitas diversas y contradictorias respuestas.
Señalaré algunas de ellas, con la advertencia de que nunca nadie en el partido
las ha formulado tan claramente. Por consiguiente, quien no se sitúa en una
posición autocrítica y busca argumentos para sofocar las críticas, lo tendrá
fácil para negar haber dado alguna vez semejantes respuestas.
Una
de las respuestas es que la causa del declive se debe a la situación objetiva
de la lucha de clases en España, caracterizada cada vez de forma diferente:
unos la caracterizan en base a la represión llevada a cabo por el gobierno
español, otros en base al bienestar de la clase obrera española, a la
desmoralización creada por el hundimiento del campo socialista o por la crisis
en que se encuentra el movimiento comunista a nivel internacional. Los que han
dado esta respuesta piensan que sólo una próxima guerra imperialista dará un
vuelco a la situación; así pues, el partido debe “defender los principios”,
sobrevivir y esperar una coyuntura favorable. Sobrevivir es ya una victoria.
Otra
respuesta que aparece en la prensa del partido atribuye su aislamiento al apoyo
que el Partido ha prestado siempre a la lucha armada de los GRAPO. Quien la
adelanta (por ejemplo: Resistencia n.
47 págs. 22-23) no explica sin embargo porqué el partido persiste de alguna
forma en el apoyo a la lucha armada si ésta precisamente limita la acumulación
de fuerzas revolucionarias más que favorecerla. La respuesta a esta pregunta se
ha expresado soterradamente de forma diversa. Una ha sido la pretensión de
abandonar el apoyo a la lucha armada y desarrollar una actividad pública legal,
que el PCE(r) se declaró dispuesto a asumir, en el caso de las negociaciones
llevadas a cabo en 1996 con el gobierno de Aznar (aunque iniciadas con el
anterior gobierno de González). Otra se ha expresado en la tesis de que la
lucha armada y la clandestinidad del partido están impuestas por el carácter
todavía fascista del régimen político español y que por tanto no tendrían razón
de ser si la burguesía imperialista democratizase realmente su régimen,
posiblemente tras una negociación con el
PCE(r). Esta última tesis ha sido puesta en cuestión en Italia tanto en
la presentación a la recopilación de escritos del PCE(r) ¿Qué camino debemos tomar? de 1987, como en la correspondiente a La guerra de España, el PCE y la
Internacional Comunista de 1997.(3)
Sea
cual sea el valor de las explicaciones indirectas que hemos citado, el declive
de las fuerzas del partido y de su influencia es una realidad que no se ha
afrontado abiertamente y que se traduce en la difusión de un estado de ánimo de
descontento, desilusión y desconfianza entre los militantes del partido, en vez
de encontrar la vía para superarlo mediante el debate abierto. La dirección
intenta de vez en cuando levantar la moral de la militancia recurriendo a
fanfarronadas (la última más clamorosa es la de presentar los diez millones de
abstención en las elecciones generales del 2000 como que “diez millones de
trabajadores boicotean al régimen” -Resistencia
n. 48, marzo 2000) o a juegos de palabras con los que se intenta demostrar que
el partido, “en realidad”, ha derrotado al régimen aunque no lo ha vencido. En
general estos juegos de palabras ponen el acento en las dificultades que el
gobierno español encuentra, no muy diferentes a las que encuentran los
gobiernos de todos los países imperialistas, agravadas en alguna medida en el
caso de España por los movimientos nacionales, especialmente en el caso del
País Vasco. El partido sostiene que estas dificultades del gobierno burgués son
resultado de su actividad, con lo cual la jugada resulta redonda. Es como si en
Italia sostuviésemos que el gobierno
Prodi ha caído porque no ha conseguido acabar con los CARC, que el gobierno
D’Alema ha caído a causa de la constitución de la CP, o que cada episodio o aspecto de la
crisis política de la burguesía imperialista es resultado de nuestra actividad.
La crisis política de la burguesía imperialista es un proceso real, un aspecto
de la crisis general del capitalismo: para quien lo cree se puede siempre
sostener que es consecuencia de nuestra actividad. Pero las mentiras y la
palabrería, por muy brillantes que sean, no modifican la realidad. Esta es para
nosotros la fase de recogida, formación y acumulación de fuerzas
revolucionarias (en particular para nosotros, comunistas italianos, la tarea
central de la fase es la de preparar las condiciones para la constitución del partido).
La justeza de nuestra línea se verifica (y la eficacia de nuestras iniciativas
se mide también) por los progresos realizados en la recogida, formación y
acumulación de las fuerzas revolucionarias. Estos progresos no son resultado
espontáneo de la crisis general del
capitalismo, sino solamente fruto de la existencia y justa actividad del
partido. Hacer depender la verificación de la justeza de nuestra línea y la
medida de la eficacia de nuestra labor de las crecientes manifestaciones de la
crisis general del capitalismo supone confundir la movilización revolucionaria
de las masas con la movilización contrarrevolucionaria de las mismas (la tesis
de los “diez millones” antes citada es un ejemplo). Esto significa renunciar a
realizar nuestra propia tarea histórica.
¿Qué
es lo que provoca en realidad el declive del PCE(r)? Pienso que la causa de
este declive estriba en la línea errónea que ha seguido desde el fin de la
Reforma (1976-1982), es decir, precisamente, a grandes rasgos, desde mediados
de los años 80. El partido dijo justamente que la Reforma era una operación de
la burguesía imperialista para continuar manteniendo el poder no obstante el
desgaste del régimen franquista y enunció la verdad universal de que “no hay
retorno del fascismo a la democracia burguesa”. Pero después que la burguesía
imperialista, a pesar de los esfuerzos del partido, logró llevar a término la
Reforma, el partido, al mantener, en contra de la realidad, que la Reforma
significaba simplemente “la continuación del franquismo sin Franco”, no ha
señalado claramente el hecho de que el fascismo es sólo una de las formas de la
contrarrevolución preventiva. En realidad, con el éxito de la Reforma, España
ha pasado a ser en líneas generales un país semejante a los demás países imperialistas.
El éxito de la Reforma obligaba al
PCE(r) a modificar su táctica. Cosa que el partido no ha hecho. De ahí
su declive.
Viendo las cosas desde un punto de vista histórico,
la “fortuna” del PCE(r) ha consistido en el hecho de que el movimiento marxista-leninista en España (la lucha contra el revisionismo
moderno) se ha medido con un régimen todavía fascista y con un partido
revisionista ya degenerado, liquidador y conciliador con el régimen (a
diferencia, por ejemplo, del partido revisionista portugués). Por consiguiente,
el PCE(r) ha heredado también, además de lo positivo, lo negativo de la Tercera
Internacional, así como sus límites. No ha “superado” sustancialmente los
planteamientos de la Tercera Internacional. Ha permanecido como algo semejante
a la izquierda dogmática de los viejos partidos comunistas y al movimiento
marxista-leninista de los años 60 que combatieron al revisionismo
kruschovista (liquidador abierto de la
lucha de clases) y que, por el contrario, en cambio han estado de acuerdo en
una cierta medida con el revisionismo de Breznev que “hacía frente” al
imperialismo yanqui y “apoyaba” a los movimientos de liberación nacional que
luchaban contra las viejas potencias colonialistas. El carácter erróneo de la
línea de Breznev ha sido demostrado por los hechos. Por ello no me detendré
aquí a explicarlo. El hecho de que el PCE(r) haya tenido y alimentado
ilusiones, primero, en el régimen de Breznev y, posteriormente, en el régimen
de Teng Hsiao-ping, como se pone de manifiesto en la prensa del partido de la
época, confirma el análisis que hago. Es preciso recordar que Liu Shao-chi, Teng Hsiao-ping, Grippa
(Bélgica) y a su manera Breznev y compañía también lucharon durante un cierto
período contra el revisionismo impuesto por Kruschev. Fueron la Revolución
Cultural Proletaria y el maoísmo los que señalaron el tránsito del esfuerzo
(destinado al fracaso) por conservar concepciones, líneas y métodos del viejo
movimiento comunista (que se oponía a la liquidación de la lucha de clases,
pero no extraía las lecciones de la experiencia de su propia historia), al
esfuerzo por elaborar y aplicar esas lecciones. Dicho de otro modo, el PCE(r)
ha encarnado un fuerte instinto de clase que ha sido suficiente para rechazar
la colaboración con el nuevo régimen que la burguesía ha impuesto con la
Reforma. Pero una vez que la burguesía instauró con la Reforma el nuevo régimen
de contrarrevolución preventiva, los límites del viejo movimiento comunista han
paralizado cada vez más la actividad política del PCE(r). De ahí la crisis. Sin
embargo, esta crisis se prolonga desde hace años y no puede durar
indefinidamente. En términos de concepción y de línea, el PCE(r) se dividirá
inevitablemente en dos (esto no quiere decir que esa división se traduzca al
plano organizativo, ya que las personas pueden optar todas o casi todas por una
dirección u otra). Por una parte, quien persista en el dogmatismo se empeñará
cada vez más en justificar el declive y en resignarse al mismo, caerá en el
pesimismo y propugnará la liquidación del partido: en las actuales condiciones
del movimiento comunista, una dirección dogmática (no me refiero a los
dogmáticos esporádicos que en cualquier partido van a remolque de una dirección
m-l-m) tarde o temprano “estalla”. Por otra, quien dé el salto, es decir, quien
adopte una actitud autocrítica, asumirá cada vez más coherentemente el
marxismo-leninismo-maoísmo.(4)
La
actual dirección dogmática del PCE(r) muestra ya síntomas claros de pesimismo y
degeneración liquidadora, como antes he señalado. Las pasadas negociaciones y
los reiterados esfuerzos del PCE(r) en entablar nuevas negociaciones contienen una línea liquidadora. Obviamente no quiero
decir que “no se negocia nunca con el propio enemigo”: la guerra de clase,
precisamente porque es una guerra, conlleva ataque y defensa, ofensivas y
retiradas, campañas y pausas. La línea liquidadora estriba en poner sobre el
mismo plato de la balanza, como contrapartida, que el enemigo debería permitir
lo que debido a su propio interés no niega: la actividad política pública del
partido clandestino. Es un hecho que desde hace años las AFAPP realizan una
actividad política abierta que sin embargo el partido no reconoce y no hace
suya, con lo cual no desarrolla su potencialidad: la considera más bien como una
especie de refugio para quien no quiere o no puede pasar a la clandestinidad. A
cambio de esa “concesión” del enemigo, la dirección dejaría de apoyar la lucha
armada de los GRAPO y pondría fin al carácter clandestino del partido. Esta es
la línea derechista que se está desarrollando subrepticiamente en el PCE(r)
bajo el manto del dogmatismo y del militarismo y que tarde o temprano se
impondrá ante el persistente declive, a no ser que se lleve a cabo una
rectificación real. El carácter malsano de la negociación se confirma también
por el hecho de sacar a colación, como cobertura de la línea liquidadora y como
justificación de cada maniobra, una contrapartida que ningún gobierno burgués
puede conceder porque es económicamente imposible (en el sentido expuesto por
Lenin en su escrito En torno a una
caricatura del marxismo de 1916, Obras completas, vol. 23): una
democratización, una “ruptura” que democratice al régimen en un sentido
sustancialmente diferente a lo que es ya - con la añadida alusión a “rupturas”
(en Grecia, en Portugal) que habrían logrado el milagroso resultado de crear
regímenes “verdaderamente democráticos” (de retornar del fascismo a la
democracia burguesa).
La
crisis del PCE(r) tiene pues origen en la concepción del mundo que lo dirige y
en sus manifestaciones políticas. Esta crisis se perpetúa y agrava debido al
clima que la dirección crea en el partido. En La calumnia como arma de la lucha política la CP ha señalado
claramente que los revisionistas modernos han impuesto en los partidos comunistas
un centralismo democrático hecho de disciplina militarista y de obediencia al
margen de los contenidos políticos, una disciplina que no se concibe como un
medio para aplicar una línea justa, sino como un medio para imponer en el seno
del partido la línea de quien está en la dirección: en pocas palabras, mucho
centralismo y ninguna democracia. La degradación del centralismo democrático es
un resultado necesario del triunfo de la derecha en el movimiento comunista,
fenómeno que se ha generalizado a partir de los años 50. No se trata de
burocratismo como afirman los trotskistas. Nosotros necesitamos una burocracia
(es decir, funcionarios, especialistas de la actividad política,
revolucionarios profesionales), por decenios y decenios tendremos necesidad de
ello: es totalmente falso que el origen de la degeneración del centralismo
democrático esté en la burocracia, en algo que sólo los anarquistas piensan que
podemos eliminar de pronto. Con el falso (e inamovible) blanco de la burocracia
los trotskistas desvían la atención del núcleo del problema. Este reside en la
naturaleza de clase de la concepción, de la línea y de los objetivos del
partido. Para desviar la atención de ello los trotskistas se apoyan en las
tendencias anarquistas propias de la pequeña burguesía: ¡no a la burocracia! El
éxito del trotskismo entre los intelectuales, su escasa atracción política
entre los obreros y su nihilismo históricamente demostrado en el plano político
son un producto y una constatación tanto de su naturaleza real como de la
experiencia y mentalidad sobre la que el trotskismo se sustenta para existir.
Los revisionistas modernos se han apoyado en la justa
y férrea disciplina que existía en los partidos comunistas y que fue un factor
indispensable de los éxitos logrados por el movimiento comunista en la primera
mitad del siglo XX. Han desarrollado unilateralmente errores secundarios ya
presentes en el movimiento comunista consistentes en considerar la disciplina
como un factor independiente de la línea política. Han combinado la disciplina
férrea con una línea anticomunista. Obviamente una dirección que quería imponer
en un partido comunista una política anticomunista, al comienzo podía
aprovecharse del hábito del partido y de sus miembros a una disciplina férrea,
unido a una cierta confianza en la dirección, motivada por los éxitos
alcanzados hasta entonces; podía aprovecharse también de una cierta falta de
vigilancia revolucionaria en el campo ideológico y político y de una cierta
confusión inevitable en todo período de transición (en el que es preciso
descubrir la nueva línea justa y en el que, por tanto, la contradicción de
clase se mezcla fácilmente con la contradicción entre lo nuevo y lo viejo y con
la contradicción entre lo verdadero y lo falso). Pero esta dirección revisionista
sólo se ha podido mantener después con un régimen de chantajes, amenazas,
embrollos, complots, intrigas, relaciones personales, privilegios y corrupción.
En suma, transformando el partido en un manojo de fracciones que no se
reconocían como tales porque la misma dirección estaba al mismo tiempo al
frente de la fracción más grande y garantizaba la coexistencia entre todas
ellas. ¿Cabe pues extrañarse que en todos los partidos revisionistas las
fracciones tendiesen a hacerse cada vez más autónomas, que la burguesía
imperialista utilizase políticamente a las fracciones y sus contradicciones? ¿Acaso debemos
extrañarnos de que nada más declararse la legalidad de las fracciones, éstas se
encontrasen ya bien constituidas, al igual que en 1990 aparecieron de repente
en los países socialistas, casi por ensalmo, los nuevos propietarios apenas fue
legalizada la propiedad privada de los medios de producción? Los comunistas
representamos los intereses reales de la clase obrera y, en cierta medida,
también del resto del proletariado y de las masas populares (5). Los comunistas
nos basamos en la experiencia de la clase obrera, del proletariado y de las
masas populares: por eso estamos sumamente interesados en basarnos en la
democracia, en apelar a la experiencia de los miembros del partido, de los
obreros, de los proletarios y de las masas populares. La experiencia de la
clase obrera, del proletariado y de las masas populares confirma las
concepciones, líneas y métodos justos y corrige los equivocados. Para los comunistas
la democracia no es una concesión, sino un medio indispensable para el logro de
nuestro objetivo: nosotros tenemos necesidad de un número cada vez mayor de
compañeros que participen en la elaboración y definición de la línea y de las
medidas para aplicarla, que contribuyan
con su experiencia a enriquecer nuestra elaboración. La derecha por el
contrario adopta una política contraria a la experiencia de los miembros del
partido comunista, de los obreros, de los proletarios y de las masas populares.
Debe pues recurrir para imponerla al embrollo, a la disciplina, a los complots,
a la división, a la corrupción, al clientelismo, a la ignorancia, a las
intrigas, a la resignación. Para nosotros la disciplina es un medio para
aplicar la línea, la línea es fruto de la democracia. La derecha debe recurrir
necesariamente a la disciplina para hacer aceptar e imponer su línea.
Así
pues los revisionistas modernos han tenido que alterar también profundamente
las relaciones internas en los partidos comunistas, transformando a éstos en
cuarteles disciplinados, pero al mismo tiempo divididos profundamente en su
seno. Los nuevos partidos no nacen de la nada. El PCE(r) ha heredado mucho,
también de lo negativo. A medida que la línea política se ha ido alejando de
los intereses reales de la clase obrera, las contradicciones han surgido con
más fuerza, hasta el punto de que la dirección, al no querer poner en discusión
la línea por ella seguida, se ha visto obligada a aislar, marginar y rechazar
las críticas, tanto las justas como las equivocadas que se le hacen. Las ideas
justas no podían, no tenían la posibilidad de elaborarse, reforzarse ni
enfrentarse con las ideas erróneas. El aislamiento, la marginación y la
expulsión provocan a su vez el silencio, anulan el entusiasmo, fraccionan al
partido y lo desmoralizan, llevan a los militantes a alejarse del partido y
frenan la adhesión de nuevos miembros. Todo esto perpetúa y agrava la crisis
política.
Una
vez que la dirección ha logrado imponer semejante clima, la lucha por la
rectificación del partido se hace aún más difícil. Los camaradas que no se
resignan a la liquidación del partido deben encontrar los métodos y adoptar las
medidas necesarias para proseguir la lucha por la rectificación del partido. En
el viejo PCI, Secchia y otros representantes de la izquierda cometieron el
error de sentirse vinculados a la disciplina cuartelera con la que Togliatti y
sus socios impusieron la línea derechista de corrupción y liquidación del
partido. Cuáles eran los métodos a los que se podía recurrir, qué medios eran
los más adecuados a la situación, cuáles podrían ser más eficaces, eso era lo
que les correspondía a ellos encontrar. Pero desde el punto de vista de los
principios ningún medio debía excluirse, porque se trata de una lucha por la supervivencia
o la muerte del partido comunista, como ya la experiencia ha confirmado. Así
pues, la línea que los camaradas de la Fracción Octubre (FO) exponen en el
artículo Un fraccionalismo unido a una
concepción errónea sobre la lucha ideológica (La Gaceta n. 2) puede ser justa en líneas generales. El
comportamiento de la dirección del PCE(r) con respecto a la FO y la campaña de
calumnias y delaciones contra los CARC y la CP demuestran que la posición de
los camaradas de la FO es esencialmente justa. Antes los miembros de otros
grupos y partidos comunistas no estaban en condiciones de hacer una valoración
sobre el régimen de funcionamiento interno del PCE(r), si bien, como señalaré a
continuación, teníamos ya algunos elementos de juicio. Pero la forma en la que
la dirección ha afrontado la constitución de la FO, el hecho de que trate de
sofocar las críticas, el hecho de que no sólo no utiliza la lucha entre las dos
líneas como instrumento de crecimiento y fortalecimiento del partido, sino que
trata de sofocarla recurriendo a injurias, calumnias, maniobras, chantajes e
intrigas, confirma y demuestra plenamente todo cuanto afirman los camaradas de
la FO acerca del modo en que la
dirección del PCE(r) afronta las divergencias dentro del partido. Así han
actuado las direcciones de los partidos revisionistas: se sabe y está
documentado que dichas direcciones, llevadas por la férrea lógica de su nefasto
papel, han llegado en muchos casos hasta la colaboración con el enemigo de
clase para liquidar a los camaradas que les criticaban y a los que de otra
forma no lograban acallar. No debemos extrañarnos que de tal palo, surja tal
astilla. Si la dirección del PCE(r) persiste en su línea, cabe esperar de ella
cualquier cosa.(6)
¿
Por qué los CARC y la CP se han visto
envueltos en esta lucha que se ha desencadenado en su origen como una lucha
interna del PCE(r), aunque, como se ha demostrado, tenía y tiene muchos
aspectos que interesan a todo el movimiento comunista internacional?
Las
divergencias de los CARC con el PCE(r), al igual que la solidaridad de los CARC
con el PCE(r), con sus militantes presos y con la clase obrera, el proletariado
y las masas populares de las distintas nacionalidades oprimidas por el Estado
español, vienen de lejos. Pero ahora no viene al caso hablar de esta
solidaridad, sino de las divergencias.(7)
Ya
en las presentaciones de ¿Qué camino
debemos tomar? (1987) y de La guerra
de España, el PCE y la Internacional Comunista (1997) los CARC pusieron de
manifiesto dos cuestiones sobre la posición del PCE(r) 1. en cuanto al régimen
político de países imperialistas como Italia, Alemania, Francia y EEUU (que el
PCE(r) consideraba como democrático en contraposición al de España, que
supuestamente era todavía un régimen fascista: - franquismo sin Franco), así
como con relación a las características que debían tener los partidos
comunistas que se están construyendo en esos países, y 2. en cuanto al
reconocimiento del maoísmo como tercera etapa superior del pensamiento
comunista, tras el marxismo y el leninismo.
En
1990, en el número 8 de Rapporti Sociali
apareció el escrito La restauración del
modo de producción capitalista en la
Unión Soviética. En el mismo la redacción se autocriticaba, por una
parte, por la tesis del socialimperialismo, expresada por ejemplo en la
publicación de Los hechos y la cabeza
(I fatti e la testa) de 1983. Esta
autocrítica se había visto favorecida de
alguna manera por la tesis sustentada por PCE(r) de que “no hay retorno del
socialismo al capitalismo”. Pero, por otra parte, la redacción salía al paso de
las ilusiones existentes en el PCE(r) acerca de Breznev y también de Gorbachov,
en el sentido de que pudiesen llevar a cabo el restablecimiento del socialismo
en la URSS. Esas mismas ilusiones se dejaban sentir en el caso de Teng
Hsiao-ping ante la posibilidad de que pudiese suceder otro tanto en China. La
tesis del n. 8 de Rapporti Sociali ha
sido desarrollada detalladamente después en Rapporti
Sociali n. 11 (1991), en el escrito Sobre
la experiencia histórica de los países socialistas.
Las
divergencias entre los CARC y el PCE(r)
en cuanto a la crisis de superproducción absoluta de capital fueron expuestas
abiertamente también por Arenas. Y precisamente en dos artículos: Sobre la crisis de superproducción de
capital (en Resistencia n. 24,
abril de 1994) y La superconfusión
absoluta (Sobre la crisis y hundimiento del sistema capitalista) publicada
como suplemento del Resistencia en
septiembre de 1996. El primer artículo de Arenas fue publicado también en
francés en el libro La segunda crisis
general del capitalismo, Editions Correspondances Révolutionnaires, junto a
la recopilación completa de escritos de los CARC dedicados al tema hasta 1996.
El segundo artículo de Arenas tuvo como motivo un escrito, citado pero no
publicado, elaborado por Mario Quintana, miembro del PCE(r), bajo el título Del romanticismo al revisionismo (Superproducción, crisis y hundimiento del
capitalismo). Los CARC respondieron por así decir al primer escrito de
Arenas con el artículo Por el debate
sobre la causa y la naturaleza de la crisis actual, en Rapporti Sociali n. 17/18, otoño 1996. Digo “respondieron por así
decir”, porque en ese artículo se retoma la teoría de la crisis de
superproducción absoluta de capital, ilustrándola más ampliamente y tocando
algunos aspectos que antes no se habían abordado, dando a entender que Arenas
debía antes estudiar y comprender las cosas de las que quería hablar. En
efecto, la respuesta más directa al escrito de Arenas debía ser simplemente
ésta: Arenas hablaba de cosas que no conocía y sobre las que ni siquiera se
tomaba el esfuerzo de estudiar. De la lectura de su artículo se desprendía
claramente que había leído solamente uno de los seis artículos que Rapporti Sociali había dedicado hasta
entonces al tema y que ni siquiera lo había comprendido. Había oído que los
CARC hablaban también del capital financiero y había partido lanza en ristre
contra los CARC afirmando que situaban el origen de la crisis actual en las contradicciones
específicas del capital financiero, con lo que daban de lado, por tanto, al
capital productivo y caían en el idealismo. En cuanto al artículo en el que
Arenas maltrataba a Mario Quintana (cuyo escrito, nunca publicado, es muy
valioso, aunque contenga también algunos errores graves: entre otros sostiene
que Rapporti Sociali tiene en cuenta
la disminución de la tasa de ganancia, pero no la disminución de la masa de
ganancia, es decir, lo contrario de lo que claramente se ha escrito en Rapporti Sociali), va todavía mucho más
por las nubes y rezuma tanta más arrogancia por cuanto muestra una mayor
ignorancia sobre el tema.
Estas
intervenciones de Arenas, además de los errores de contenido, ponían de
manifiesto claramente un aspecto importante de la cuestión a la que ahora me
refiero. El máximo dirigente del PCE(r)
era poco dado a estudiar las cuestiones que abordaba, pero no por ello dejaba
de presentarse como gran doctor en cuestiones que no conocía. Todo lo
contrario, en suma, de lo que debe ser un dirigente comunista. Si además
tenemos en cuenta el trato dado a su compañero de Partido, Mario Quintana, es
para que se nos erizen los cabellos.
Desde entonces Mario Quintana, por cuanto conozco, no se ha atrevido nunca a
escribir sobre el tema del que entendía mucho más que Arenas. Esta forma de
afrontar la lucha en el campo teórico no era para Arenas algo casual, ni estaba
motivada por su antipatía hacia los CARC o Quintana. Basta considerar el
vengonzoso libelo El maoísmo y la
caricatura del marxismo publicado por Arenas contra el presidente del
Partido comunista peruano, Gonzalo, en 1993, pocos meses después que éste fuese
detenido. Sin ningún respeto por el revolucionario prisionero y por la verdad,
Arenas hizo, literalmente en base a una sola frase extrapolada del contexto,
una verdadera denigración del pensamiento de Gonzalo, sin ni siquiera tener en
cuenta el hecho, evidente para cualquiera que tenga buen sentido, que, por
muchos errores que se le puedan atribuir, algo de justo debe haber en el
pensamiento de Gonzalo para que haya impulsado y dirigido durante tantos años
una guerra popular revolucionaria. En la lucha teórica entre comunistas, un
crítico capaz debe “superar” a su adversario, es decir, comprender las razones
del posible error, el problema que se ha intentado resolver y aportar la
solución justa. De otra manera no se tratará de una crítica, sino de una
denigración (cosa errónea) o de una simple protesta (cosa limitada).
En
fin, la CP dedicó el n. 5 de La Voce
(julio del 2000) a la crítica del pesimismo acerca de la posibilidad de recoger
y acumular fuerzas revolucionarias en la situación actual (El terreno es fértil, nuestra táctica no está todavía asentada) y a
la crítica del dogmatismo, “es decir a la crítica de las concepciones de
aquellos camaradas que sostienen que ‘lo que había que decir sobre el
imperialismo ha sido ya dicho esencialmente por Lenin’, por lo que no tenemos
más que aplicarlo, ya que nada nuevo hay que aprender de nuestra práctica y de
la historia del movimiento comunista posterior a Lenin; a la crítica de las
concepciones de esos camaradas que liquidan el maoísmo con el razonamiento escolástico, casi un
silogismo, de que habiendo Lenin elaborado la teoría del imperialismo y
encontrándonos todavía en la fase imperialista del capitalismo, no puede
existir una tercera y superior etapa del pensamiento comunista posterior al
marxismo-leninismo”. La CP no nombraba a
Arenas por su nombre y apellido, tanto porque, dada la arrogancia y
susceptibilidad del personaje, lo consideraba contraproducente (“combatir la
enfermedad para salvar al paciente”, “endulzar la medicina para que el enfermo
la tome”), como porque en la polémica a nivel internacional es preciso ser tan
claros como prudentes y modestos. Pero Arenas justamente se ha sentido
aludido.Téngase en cuenta por lo demás que en Resistencia y Antorcha
aparecen frecuentemente tesis como la de que “ los oportunistas [y no la
burguesía imperialista] son los enemigos principales”, “la tarea del partido es
la de transformar las luchas reivindicativas en luchas políticas llevando a los
obreros a adoptar métodos de lucha violentos” (parecen las tesis de
Rossoperaio). Es obvio que Rapporti
Sociali por una parte y La Voce
por otra vienen saliendo insistentemente al paso de estas y otras tesis
erróneas. Todo esto era intolerable para Arenas, dado que a lo largo de años se
han establecido lazos entre los camaradas italianos y los camaradas del PCE(r),
numerosos presos del PCE(r) leen la prensa italiana y la prensa de los
comunistas italianos tiene un cierto prestigio en España y en general en el
extranjero. Así que si antes la cosa era fastidiosa para Arenas, resultaba
intolerable en el momento en que algunos de sus camaradas no sólo no daban por
buenas sus teorías y fanfarronadas, ni cedían a presiones y chantajes, sino
que, aislados y expulsados por tal “indisciplina” en el terreno teórico, antes
que resignarse y aguantar, alzaban la bandera de la rectificación del partido y
constituían un centro (la Fracción Octubre) para agrupar a los camaradas
decididos a salvar el partido. Arenas ha identificado a los CARC y a la CP como
“instigadores” de sus camaradas: si éstos se atrevían a resistir a su
influencia y a enfrentarse a él, no podían más que estar influenciados por
otros. Pero antes que a nosotros, comunistas italianos, Arenas ya había identificado
como instigador de los disidentes nada menos que a Mao Tse-tung, como a
continuación mostraré. Por tanto, estamos en buena compañía.
En
efecto, creo que deberíamos estar muy contentos si hubiésemos contribuido
verdaderamente, aunque sólo sea en una
pequeña medida, a romper, al menos en algunos camaradas, la resignación al
declive del PCE(r). Trabajar bien para construir un verdadero partido comunista
en nuestro país no puede más que tener efectos beneficiosos también en ellos y
reforzar también en otros países la lucha por construir o reforzar verdaderos
partidos comunistas. La teoría revolucionaria es “libre”, no conoce fronteras
ni cárceles. Es como el viento que penetra por todas partes y transporta
semillas que prenden allí donde el terreno es fértil. También Arenas reconoce
la importancia de la teoría, el papel que no sólo nosotros, sino también otros
“instigadores” desempeñan a la hora de alimentar la lucha por la rectificación.
Nada más celebrarse el 4° congreso del PCE(r), al tiempo que la rectificación
proclamada en el congreso desaparecía de la circulación, Arenas lanzó un ataque
por todo lo alto contra Mao y el maoísmo, planteándolo como si se tratara con
ello de revalorizar a Stalin. En la revista Antorcha
aparecieron tres artículos suyos, la “trilogía” (Línea de masas y teoría marxista del conocimiento, en Antorcha n. 2; Lo universal y lo particular, en Antorcha n. 4; El problema de
la identidad, en Antorcha n. 5), que en esencia suponen
la liquidación del maoísmo en nombre de la recuperación de Stalin, el cual es
presentado según el cliché propagandístico propio de los anticomunistas. La
razón de tanto cambio de camisa (hasta entonces el PCE(r) se había declarado
maoísta, pues ha surgido del movimiento marxista-leninista de los años 60, de
la OMLE) reside no en las tesis mantenidas en dichos artículos (quien tenga la
paciencia de leerlos se dará cuenta de la inconsistencia de sus razonamientos),
sino que, a la vista del creciente descontento ante una línea que lo lleva paso
a paso a la liquidación, responde a la necesidad de enrocar al partido en una
posición monolítica y de defensa a toda costa de su actual posición, a la
necesidad de justificar “teóricamente” el método de liquidar cualquier
divergencia o crítica. Si Arenas ha atacado y repudiado a Mao para defenderse,
¡cómo no iba a lanzarse contra los CARC, la CP y sus teorías que “avalan” a los
camaradas de la FO que se le oponen!
Decía
antes que deberíamos estar muy contentos de haber contribuido verdaderamente,
aunque sólo hubiera sido en una pequeña medida, a romper, al menos en algunos
camaradas, la resignación al declive del PCE(r). Yo espero que la lucha por la
rectificación del PCE(r) tenga éxito y que él ocupe el puesto que su glorioso
pasado y su rica experiencia de lucha le permiten ocupar en el movimiento
comunista. La saña con la que Arenas lanza injurias y delaciones contra
nosotros y la saña con la que denigra a sus propios camaradas indican que éstos
no están aislados. Lo que sería un buen síntoma de la posibilidad de que el PCE(r) retome una posición justa.
Hago
un paréntesis sobre las delaciones. El término puede sonarle a algunos fuerte.
Pero precisamente de delaciones se trata, cuando, sean o no verdaderos los
hechos a los que se hace referencia (y la falsedad, al menos en algunos casos,
es evidente), se difunde a diestro y siniestro que los CARC y la CP serían la
misma cosa (como ya sostiene la policía italiana), que se habrían mantenido
relaciones orgánicas entre la CP y el
PCE(r), que el PCE(r) habría entregado dinero a la CP y le habría aportado ayuda de todo tipo,
lamentando que la CP no se hubiese mostrado reconocida por semejantes ayudas y
no hubiera apoyado (por el dinero recibido) a la dirección del PCE(r)
cualquiera que sea la línea que ésta siga. Dar informaciones que sugieren a los sabuesos de la policía una
línea de investigación para que la valoren (que sean verdaderas o falsas es
otra cuestión), ¿acaso no es hacer una delación? Decía antes de los métodos de los
revisionistas modernos que se asemejan a los de la burguesía. De Arenas y
compañía, si no hacen una autocrítica sobre la concepción y la línea que les ha
conducido a la actual situación de enrocamiento y defensa desesperada, cabe esperar cosas mucho peores de las que
hemos visto hasta ahora.
El
aspecto positivo de la situación es que, aunque nos hayamos visto obligados a
ello, ahora ya estamos en lucha, tenemos una posición justa y debemos combatir.
Las
calumnias hay que rechazarlas y desenmascararlas cuando sea posible, en
cualquier caso sin recurrir nunca a la delación (como Arenas y compañía están
haciendo). Las calumnias difundidas por Arenas si no las rechazamos inducirán a
otros camaradas al error y nos cortarán algunas relaciones y apoyos. Por otra
parte haríamos un mal servicio a los camaradas que luchan por la rectificación
del PCE(r). Pero sobre todo debemos intensificar la lucha en el campo teórico,
ideológico y político, sin entrar sin embargo a decir cómo están las cosas en
España y lo que es preciso hacer en España: la aplicación de los principios y
la plasmación de las teorías generales en líneas políticas específicas para
cada país competen a quien lleva a cabo la lucha en el propio país. Es preciso
ser internacionalistas.
Nuestra
implicación en esta lucha es una buena señal para nosotros. Es un síntoma de
que nuestra actividad está profundamente ligada al renacimiento del movimiento
comunista internacional, es una confirmación del carácter internacionalista de
la concepción que nos guía y de nuestra actividad. Estoy convencido de que en
esta lucha deben involucrarse –y es justo que lo hagan- más partidos y
organizaciones comunistas, particularmente de los países imperialistas. Ya sea
por los temas en torno a los que se entabla esta lucha, ya sea por el método
con el que es llevada a cabo (el centralismo democrático y la lucha entre dos
líneas en el partido comunista), esta lucha concierne, en términos generales, a
todos los grupos y partidos comunistas. El papel que el movimiento comunista
desempeñe durante la segunda crisis general del capitalismo en la que estamos
inmersos, dependerá mucho de la constitución, en estos años, de verdaderos
partidos comunistas, al menos en los países imperialistas más importantes, es
decir, de partidos comunistas que tengan plenamente en cuenta la experiencia de
la primera oleada de la revolución proletaria
(por consiguiente, de partidos marxista-leninistas-maoístas), que estén
a la altura de la tarea que el desarrollo de la segunda crisis general del
capitalismo y la consiguiente situación revolucionaria en desarrollo les
plantea. La constitución de un verdadero partido comunista en cada país es
principalmente tarea de los comunistas de ese país, como expresión de la clase
obrera, del proletariado y de las masas populares de ese país. Pero a ella
también hacemos una contribución importante los comunistas de otros países
—
en primer lugar, construyendo un verdadero partido comunista en nuestro propio
país,
— en segundo lugar,
aportando todo tipo de solidaridad a los comunistas que en otros países luchan
por
el mismo objetivo,
— en tercer lugar, apoyando
en cada país la lucha que la clase obrera, el proletariado y las masas
populares llevan a cabo contra la burguesía imperialista y sus peones o agentes
locales.
¡Viva
el internacionalismo proletario!
¡Luchemos
por la constitución y fortalecimiento de verdaderos partidos comunistas!
¡Viva
el marxismo-leninismo-maoísmo!
Umberto
C. (miembro de la redacción de La Voce
del
(nuevo)Partido
comunista italiano)
NOTAS
1. Veáse a este respecto La Voce n. 7
pag. 58.
2. El PCE(r) ha desarrollado durante muchos años un trabajo importante para todo
el movimiento comunista internacional. Precisamente esto nos obliga a
interesarnos por sus actuales planteamientos y posiciones.
3.
¿Qué camino debemos tomar? de 1987 y La guerra de España, el PCE y la
Internacional Comunista de 1997, junto a La guerra revolucionaria de 1990 y a numerosos artículos publicados
en Il
Bollettino, forman parte de la gran labor realizada por los CARC para dar a
conocer fuera de España la línea y actividad del PCE(r).
4.
La expresión marxismo-leninismo-maoímo no es una etiqueta o una bandera que
cualquiera puede ostentar. Es un conjunto de verdades universales relativas a
las concepciones y al método de la lucha de la clase obrera para dirigir a las
masas populares a eliminar la dirección
que la burguesía imperialista ejerce sobre ellas y a instaurar el socialismo,
como transición hacia el comunismo. Un partido que no asimila o aplica estas
verdades universales no está en condiciones de cumplir su cometido.
5.
Esta “cierta medida” es cosa conocida por los lectores de La Voce, por consiguiente no me detendré a exponerla. Me importa
sólo recordar que no se trata de una expresión vaga, como lo puede parecer a
quien no conozca las tesis expuestas en anteriores números de La Voce.
6.
La vía elegida por los camaradas de la
FO en el plano organizativo implica algunas cuestiones de principio que
antes o después será preciso desarrollar claramente. Llamo la atención sobre
algunas de ellas. 1. La experiencia del movimiento comunista ha mostrado que el
centralismo democrático (elaborado teóricamente por Lenin) se mantiene sólo
gracias a la lucha entre dos líneas en el partido (elaborada teóricamente por
Mao). 2. El centralismo democrático y la lucha entre dos líneas en el partido
son dos principios que deben concretarse en criterios de funcionamiento y en
normas estatuarias que son específicas de cada situación concreta y que deben
estar encaminadas a hacer crecer y fortalecer el partido y el papel que éste
desempeña en la movilización revolucionaria de las masas contra la burguesía
imperialista en cada fase. En particular, como norma, es erróneo copiar punto
por punto los Estatutos de otro partido, contraponer los Estatutos de la
infancia del POSDR con los Estatutos de su madurez: los Estatutos, a fin de
extraer enseñanzas de ellos, deben ser estudiados en relación a la fase de
desarrollo del partido en el que han entrado en vigor y en función de los
efectos que han producido: la comparación entre diferentes Estatutos puede
servir para distinguir lo que es un principio (regla universal) de lo que es
aplicación concreta del mismo. 3. Una dirección desviacionista debe tarde o
temprano utilizar la disciplina para imponer su línea (a fin de sofocar el
debate), en lugar de utilizar la disciplina para aplicar la línea. Así pues,
aunque llame a la unidad del partido y a la disciplina, en realidad lo
fracciona (es constitucionalmente fraccionalista). Cuando un partido está de
hecho fraccionado y la unidad es sólo formal y de fachada, la lucha por su
unidad real puede requerir en algunos casos la constitución abierta de una
fracción por parte de los camaradas que quieren restablecer la unidad real del
partido. Los comunistas estamos por principio contra el fraccionalismo, no estamos
en absoluto contra la formación de una fracción (como estamos por principio en
contra del espontaneísmo, no contra toda acción espontánea; contra el
subjetivismo, no contra el papel del sujeto; etc.). La experiencia de Lenin al
respecto nos aporta valiosas enseñanzas.
7. Es importante sin embargo recordar esa solidaridad de los CARC ahora que Arenas
y otros representantes del PCE(r) y de las AFAPP escupen sobre este pasado,
cubriendo de invectivas, calumnias y
delaciones un pasado de solidaridad internacionalista. Me he referido a las
publicaciones en las que los CARC han dado a conocer a las Fuerzas Subjetivas de la Revolución
Socialista (FSRS) italianas la lucha del PCE(r). De este conocimiento ha nacido
también la solidaridad que hoy el PCE(r) puede recoger en Italia por parte
también de otras FSRS. Obviamente los comunistas italianos deben perseverar en
la solidaridad con el PCE(r), porque todavía hoy los camaradas españoles luchan
por la rectificación del PCE(r): nosotros les deseamos éxito en su lucha y que
la línea de liquidación del partido
(encubierta por el dogmatismo y el militarismo) sea vencida y liquidada.