EiLE

EiLE - Presentación / La Voce / Sumario


 MARTIN LUTERO,

O SEA, LA TRANSCRIPCION EN LENGUA VULGAR

DEL COMUNICADO DEL 20 DE MAYO DE 1999

 (Publicado en el Suplemento de La Voce n.3, octubre de 1999)

Presentación del fascículo conteniendo una paráfrasis con notas del Comunicado de los Núcleos Comunistas Combatientes (NCC), fechado el 20 de mayo de 1999

 

Cada cosa es infinitamente cognoscible

(Lenin)

 

La verdad tiene siempre dos caras: la realidad que

desvela y la realidad que deja todavía oculta

(Lao)


 ¿Una ilusión o una diversión?

 La reconstrucción del partido comunista

¿Del SIM al SIC? ¿Del Estado Imperialista de las Multinacionales al Estado Imperialista Corporativo?

1. Materialismo dialéctico, materialismo histórico y análisis de la realidad

1.1. El gobierno de la economía y el gobierno del conflicto de clase

1.2.Contradicciones entre grupos y Estados imperialistas

1.3 Teoría marxista del Estado

1.4. Crisis y crisis general

2. Ataque y defensa

 3. ¿Cuál es la tarea principal que los revolucionarios deben desarrollar en esta fase para hacer avanzar la revolución socialista?

¿Por qué una paráfrasis?


 

 

 

¿Una ilusión o una diversión?

 

 Los Núcleos Comunistas Combatientes han anunciado que el atentado cometido en Roma el 20 de mayo marca la reanudación de la actividad combatiente y la reactivación de la ofensiva revolucionaria. El gobierno D'Alema y numerosos portavoces cualificados de la burguesía imperialista han confirmado, dado crédito y amplificado la afirmación de los NCC. "El renacimiento de las BR" se ha convertido en un lugar común. Pues bien, nadie ha señalado (y no existe) ningún elemento concreto que induzca a pensar que el atentado de mayo del 99 contra el profesor D'Antona implique una organización superior a la del atentado cometido en abril del 88 contra el profesor Ruffilli ni que vaya a tener consecuencias futuras más importantes. También en 1988 las BR-PCC proclamaron que el atentado contra Ruffilli era la señal de la reanudación de la actividad combatiente y del fin de la Retirada Estratégica proclamada por las BR-PCC en 1982. Y voluntad no faltaba. La burguesía dice que "el renacimiento" de 1999 sería debido al "relajamiento de la vigilancia", "a la subestimación del peligro". El Comunicado de las NCC que publicamos explica que la reanudación de la actividad anunciada en 1988 no se hizo realidad a causa de la represión llevada a cabo entonces por la burguesía imperialista. Si así fuese (pero no lo es), ¿acaso no existen motivos para pensar que la burguesía imperialista tratará de algún modo de hacer otro tanto ahora, es decir, de reprimir y ahogar este nuevo intento?

Una importante diferencia con la situación actual es que entonces, en 1988, el gobierno De Mita y los portavoces cualificados de la burguesía imperialista no dieron importancia a la proclama del "renacimiento de las BR". Pero esta diferencia no basta para hacer realidad el acontecimiento anunciado.

Una condición necesaria para llevar a cabo nuestra actividad de comunistas y de reconstructores del partido comunista es no confundir los deseos y las ilusiones con la realidad, distinguir las palabras de los hechos y no caer víctimas de las sugestiones y maniobras de los amigos y de los enemigos. A este respecto es preciso rechazar los análisis difundidos por el aparato de desinformación e intoxicación de la burguesía imperialista y analizar los hechos a la luz de la concepción materialista dialéctica del mundo y con el método materialista dialéctico.

 Las Brigadas Rojas (BR) surgieron en los años 70 (y no por casualidad también aparecieron entonces otras muchas Organizaciones Comunistas Combatientes (OCC) en el contexto de las grandes luchas reivindicativas llevadas a cabo por la clase obrera y el resto de las masas populares ("otoño caliente" del 69, etc.) y gracias a la gran confianza que la clase obrera y las masas populares tenían todavía en el socialismo (Revolución Cultural Proletaria en la República Popular China, ofensiva contra el revisionismo moderno lanzada por el Partido Comunista Chino, resistencia victoriosa del pueblo vietnamita guiado por el partido comunista a la agresión del imperialismo yanqui, respaldada por otros Estados imperialistas; en esa época el hundimiento de los regímenes revisionistas instaurados en gran parte del campo socialista parecía una previsión fantasiosa, el sistema colonial se había venido abajo, las conquistas arrancadas por las masas obreras de los países imperialistas eran enormes y ni siquiera la burguesía consideraba posible eliminarlas y reducirlas, pero sólo impedía su extensión). Las Brigadas Rojas sintetizaban y expresaban, dentro de los límites del contexto político y cultural de la época (es decir, con las ideas y expresiones propias de la época), la necesidad de ir más allá de las luchas reivindicativas y de las conquistas derivadas de ellas, de lanzarse al ataque, de superar el sistema burgués, de conquistar el poder y de instaurar el socialismo: necesidad imprescindible para que las conquistas entonces arrancadas pudieran consolidarse y extenderse. Esto y no la voluntad o la habilidad de sus promotores fue la causa principal del asentamiento, duración y éxito de las BR. Y esto sucedió a pesar de la concepción ideológica y política que las guiaba, que en todo momento se mantuvo dentro de los límites de la cultura predominante en esos años en nuestro país. Las Brigadas Rojas criticaron la línea de los revisionistas modernos ("via pacífica y democrática al socialismo") que sostenían que se podía ir de conquista en conquista hasta el socialismo sin necesidad de revolución y de conquista del poder ("las reformas de estructura" de Togliatti y de Berlinguer), pero no criticaron la concepción revisionista del mundo (su visión de que no era necesaria la dirección de la clase obrera sobre las fuerzas revolucionarias mediante su partido comunista, su visión del fin de las contradicciones y de las guerras entre grupos y Estados imperialistas) y se mantuvieron anclados en la concepción del mundo propia de la cultura burguesa de izquierda (precisamente la de la Escuela de Francfort). Las BR justamente pusieron de manifiesto que para que el movimiento comunista se desprendiese del revisionismo moderno en el que se había empantanado, no bastaba con restablecer la continuidad con el patrimonio y la experiencia revolucionaria que lo había llevado a los grandes éxitos alcanzados (en ese período, en cambio, las organizaciones marxistas-leninistas sólo querían restablecer esa continuidad). Era preciso dar una respuesta justa a los nuevos problemas surgidos en el curso de la primera oleada de la revolución proletaria: hacer respecto a la revolución socialista en los países imperialistas lo que la Revolución Cultural Proletaria llevada a cabo en la República Popular China trató de hacer respecto a la transición hacia el comunismo en los países socialistas. La causa principal de la derrota de las BR a principios de los años 80 (o de la "discontinuidad de la actividad combatiente",  según el lenguaje del Comunicado) no ha sido la campaña militar y política de la burguesía imperialista y la ferocidad de la represión que llevó a cabo, sino precisamente los límites, no superados, de la concepción del mundo que guiaba a las BR. En esos años 80 desaparecieron por motivos concretos, sobre los que no nos detendremos aquí, las condiciones que habían permitido y determinado su nacimiento (y que, por tanto, habían determinado o sostenido la voluntad de sus promotores y creado un ambiente social favorable a su surgimiento). El éxito político alcanzado por las BR imponía, si no se quería retroceder, dar el salto hacia la constitución del partido comunista.

Basándonos en esta concepción materialista dialéctica de la sociedad,  no vamos a dejarnos arrastrar por las ilusiones subjetivistas y voluntaristas de los autores del atentado de Roma ni por las maniobras de diversión de la burguesía imperialista. Estamos seguros que en los próximos meses o años puede ser llevado a cabo por los NCC, por las BR-PCC o por cualquier otro grupo (y hasta por un solo individuo) cualquier atentado contra representantes importantes del Gobierno, del Estado, de la OTAN, de la UE o en general de la burguesía imperialista (especialmente contra representantes no particularmente protegidos de los que sólo en Italia ¡hay decenas de miles!). Son tantas las infamias cometidas por la burguesía imperialista y sus servidores, crece tanto la indignación (y precisamente también la desesperación) que suscitan entre las masas, que no es de extrañar que semejantes atentados sean cada vez más frecuentes. En Italia los miembros de las clases oprimidas que la burguesía imperialista aboca al suicidio (cerca de 3.000 cada año) son todavía muchos más que los que induce a empuñar las armas contra representantes del régimen. Algunos exponentes de la clase dominante han sido asesinados también en precedentes períodos históricos de incubación de la revolución proletaria (basta recordar los atentados cometidos por los anarquistas a comienzos del siglo pasado).

Confundir estos atentados contra representantes de la burguesía imperialista, por muy importantes que sean, con la actividad política desarrollada por las BR en los años 70 supondría denigrar su papel histórico y también hacer otro intento por enmascarar o sepultar los resultados por ellas alcanzados. Tanto una cosa como otra son maniobras conscientes de diversión o suponen ver la historia de esos años con las lentes deformadas del militarismo. Las BR no pueden renacer como OCC porque han dejado de existir las condiciones que determinaron el nacimiento de las OCC y permitieron su existencia durante cierto tiempo (grandes luchas reivindicativas y confianza en sí misma de la clase obrera), porque los resultados políticos que una Organización Comunista Combatiente podía lograr han sido ya alcanzados (demostración de que también en los países imperialistas y en una situación no revolucionaria una organización comunista puede actuar de forma independiente de la clase dominante; crítica de la línea política de los revisionistas modernos), porque la derrota de las BR ha puesto de manifiesto los límites ideológicos y culturales de la época. En Una importante batalla política en la vanguardia revolucionaria italiana (1984) las mismas BR-PCC han reconocido que, después de la Campaña de Primavera de 1978), la lucha armada llevada a cabo por una OCC había dado todo lo que podía dar de sí y que el salto que se planteaba era la constitución del partido comunista. Hoy las BR solamente pueden renacer bajo la forma del nuevo partido comunista italiano. Un partido cuya constitución era la única vía de desarrollo y de existencia que los acontecimientos indicaban a las BR desde comienzos de los años 80 y para la que su misma actividad las había preparado. Pero, para tomar ese camino se requería también realizar una autocrítica (es decir, llevar a cabo una efectiva "readecuación" de la concepción del mundo al patrimonio del movimiento comunista y al materialismo dialéctico) que las BR no supieron hacer entonces y que el Comunicado está muy lejos de haber hecho ahora, como trataré de demostrar.

 Numerosos miembros presos de las BR-PCC han denunciado enérgicamente, tras el ataque a la base norteamericana de Aviano (septiembre-93), el intento de hacer pasar como línea de las BR-PCC la realización de cualquier actividad combatiente contra la burguesía. Por consiguiente, tienen mucho cuidado (y el Comunicado sigue la misma línea) en proclamar que los representantes de la burguesía imperialista golpeados por las BR-PCC son promotores determinantes de la elaboración o de la realización de proyectos de estabilización o de reforzamiento del poder de la burguesía imperialista. El ataque de las BR-PCC "mantendría abiertos espacios a la iniciativa de clase" o incluso contribuiría sin más a determinar el "nuevo orden" de la burguesía imperialista en sentido menos desfavorable al proletariado. Los proyectos de estabilización o de reforzamiento de su dominación, puestos en marcha por la burguesía imperialista en Italia y en otros países imperialistas en los años 80-90, han sido proyectos de remiendo del viejo régimen para conservarlo, proyectos de conservación del régimen existente. En ningún país imperialista la burguesía ha adoptado todavía a vasta escala y con decisión la vía de la movilización reaccionaria de las masas, que es la vía de la movilización de las masas para cambiar el régimen existente en nombre de la propia supervivencia de las masas, para llevar a cabo la guerra en nombre de la propia supervivencia de las masas (para entendernos: el fascismo, el nazismo y el New Deal son ejemplos de movilización reaccionaria de las masas). Así pues, ninguno de estos proyectos de estabilización o reforzamiento del poder de la burguesía imperialista aplicados en los años 80-90 ha alcanzado el objetivo declarado, pero por motivos de otro género que no tienen nada que ver con el ataque de las BR-PCC: precisamente debido al desarrollo de la nueva crisis general del capitalismo que es también la que provoca la inestabilidad y cada vez mayor debilidad de los regímenes que habían afrontado bien la situación en los años 50, 60 y 70. De esta forma se dan todas las condiciones para que los exponentes de las BR-PCC puedan declarar que la bancarrota de esos proyectos es debida a su actividad combatiente. Está fuera de discusión que el proyecto perseguido por De Mita a finales de los años 80 ha caído en el olvido. Sin embargo, las  BR-PCC afirman que el proyecto se ha venido abajo gracias a la ejecución de Ruffilli (abril-1988). Pero el análisis global de la evolución de la situación política en Italia, la constatación de que también el proyecto Craxi o CAF (ndt: 1988 – 1992)  ha corrido la misma suerte que el proyecto De Mita sin intervención combatiente de las BR-PCC, la confirmación de que el viraje del 92 (Tangentópolis y disolución de la DC y PSI) se produjo sin intervención combatiente de las BR-PCC, la demostración de que la crisis política avanza también en los países imperialistas donde no operan organizaciones análogas a las BR-PCC: todo ello confirma que los actuales regímenes políticos de la burguesía imperialista no pueden consolidarse ni estabilizarse, pero por causas distintas de la intervención combatiente de las BR-PCC. Por lo demás, es evidente el hecho, ante el que cada comunista debe enfrentarse, de que en nuestro país la acumulación de las fuerzas revolucionarias no haya dado pasos significativos a pesar de que los proyectos de estabilización o reforzamiento del poder de la burguesía imperialista no hayan llegado a buen puerto. Y la experiencia nos dice que el debilitamiento e inestabilidad de los viejos regímenes burgueses sin acumulación de las fuerzas revolucionarias abre el camino a la movilización reaccionaria de las masas.

 El Comunicado que publicamos tiene el mérito de señalar claramente que la "reconstrucción de las fuerzas revolucionarias" es el objetivo del debilitamiento del Estado logrado por las BR-PCC con sus "iniciativas combatientes". A diferencia del fracaso de los proyectos de estabilización o reforzamiento de los regímenes actuales de la burguesía imperialista, la reconstrucción de las fuerzas revolucionarias no es una consecuencia inevitable del desarrollo de la crisis general del capitalismo. Precisamente porque ésta comporta la crisis de los regímenes políticos existentes de la burguesía imperialista y de su sistema de relaciones internacionales e impulsa a la sociedad por el camino de la movilización revolucionaria de las masas o por el de la movilización reaccionaria de las masas. El que la sociedad tome uno u otro camino dependerá precisamente de la justeza o no de la línea política seguida por los comunistas, del éxito o fracaso del proceso de acumulación y formación de las fuerzas revolucionarias y, en definitiva, de la lucha política entre las fuerzas revolucionarias y las fuerzas políticas burguesas. La reconstrucción de las fuerzas revolucionarias (y no el desgaste o debilitamiento del régimen existente de la burguesía imperialista) es pues, en definitiva, lo que confirma la justeza o no de las líneas políticas seguidas por los comunistas y el que decide el desenlace del enfrentamiento entre la clase obrera y la burguesía imperialista, entre revolución y contrarrevolución en la actual crisis general del capitalismo. La experiencia del movimiento comunista (y en particular de la primera oleada de la revolución proletaria), el patrimonio teórico del movimiento comunista y el análisis de la relación concreta entre las clases y de las leyes que gobiernan el movimiento político de nuestra sociedad indican, sin ninguna duda, que las fuerzas revolucionarias pueden acumularse y formarse solamente en torno al partido comunista, instrumento de la dirección de la clase obrera sobre ellas. Por consiguiente, indican claramente, por un  lado, que la reconstrucción del partido comunista es el aspecto central de todo proyecto realista de reconstrucción de las fuerzas revolucionarias; por otro, muestran sin ningún género de dudas que las fuerzas revolucionarias pueden imponerse a las fuerzas de la contrarrevolución, pero sólo con la condición de que estén dirigidas por un partido comunista que tiene una línea justa, es decir, una línea acorde con las leyes objetivas del desarrollo de la sociedad. Descubrir y aplicar estas leyes es una de las tareas que sólo el partido puede acometer.

 Para llevar a las masas populares a salir de la actual crisis general, para lograr la victoria en el enfrentamiento entre la clase obrera y la burguesía imperialista, entre revolución y contrarrevolución, la primera tarea que tenemos por delante es la de reconstruir el partido comunista. La constitución de las fuerzas armadas revolucionarias y del frente de todas las clases y fuerzas revolucionarias, por consiguiente, la organización del conjunto de las fuerzas revolucionarias, sólo puede ser resultado de la constitución y  actividad del partido comunista: sólo puede realizarse y mantenerse bajo la dirección de la clase obrera y sólo puede ser dirigida a través de su partido comunista.

En las líneas que siguen trataré de mostrar los principales errores del análisis económico y político del mundo, y de la sociedad italiana en particular, contenidos en el Comunicado, así como en la propuesta política avanzada en el mismo y explicar el porqué tal propuesta, al no plantear precisamente como tarea prioritaria la reconstrucción del partido comunista, no puede ni tan siquiera conducir a la reconstrucción de las fuerzas revolucionarias no obstante los elementos positivos que presenta.         

      

La reconstrucción del partido comunista

 

 Objetivo de este fascículo es el examen del análisis económico y político del mundo, y de la sociedad italiana en particular, así como de la propuesta política contenidos en el Comunicado emitido en nombre de las nuevas BR-PCC, antes NCC, como reivindicación del atentado cometido el 20 de mayo del 99 en Roma contra el profesor Massimo D'Antona.

 En esta ocasión no me detendré, sin embargo, a ilustrar el tipo de "trabajo" que D'Antona desempeñaba por cuenta de la Presidencia del Consejo de ministros y de algunos ministerios. Ha sido ya ilustrado en los diarios burgueses y en el mismo Comunicado, y también se ha hablado de ello en el nº 2 de La Voce.

Gran parte de este fascículo está dedicado a la paráfrasis del Comunicado, a fin de facilitar al lector el tener una opinión tanto sobre la concepción y la línea que en el mismo se esboza como sobre las críticas hechas en las notas que acompañan la paráfrasis.

 En la presentación que sigue trato de demostrar (y leyendo la paráfrasis el lector podrá constatarlo)    

1. que el autor del Comunicado adopta una posición justa acerca de dos cuestiones que caracterizan la lucha actual por la reconstrucción del partido (forma de la revolución socialista y naturaleza clandestina y no secreta del partido comunista);

 2. que la concepción del mundo y la propuesta política expuestas por el autor del Comunicado son sustancialmente erróneas: contienen elementos decisivos que están en contradicción tanto con la realidad en la que llevamos a cabo nuestra lucha como con la experiencia y el patrimonio teórico del movimiento comunista.

El nuevo partido comunista será (y no podrá ser de otra forma) una unidad organizativa basada en la unidad ideológica, es decir, en la unidad de la concepción del mundo y de la línea política. Luchamos por llevar a las FSRS y a los trabajadores avanzados a construir el partido. Así pues, es un aspecto esencial de nuestra lucha combatir las concepciones ideológicas imperantes en las Fuerzas Subjetivas de la Revolución Socialista, en particular en las más importantes. En este marco las BR-PCC tienen una importancia particular. Para cada compañero empeñado en la preparación del Manifiesto-Programa del nuevo partido comunista es, diré, casi indispensable examinar con atención la concepción del mundo y la propuesta política avanzadas en el Comunicado hecho en nombre de las BR-PCC. Esto al menos por dos motivos.

1.        Por el papel histórico desempeñado por las BR (de cuyos resultados positivos nos beneficiamos al

igual que pagamos sus resultados negativos) y por el papel político que todavía desempeñan, y en particular las BR-PCC (denominación asumida por las BR en diciembre de 1981 por decisión de su Comité Ejecutivo).

 Las Brigadas Rojas ocupan un puesto importante en la historia del movimiento comunista italiano

e internacional. Todavía existe hoy en Italia un "partido de los revolucionarios prisioneros" (véase Il Bollettino de la ASP nº 57) que es consecuencia de la lucha llevada a cabo por las BR en los años 70 y que goza de una notable autoridad ante las Fuerzas Subjetivas de la Revolución Socialista en nuestro país y más todavía entre los jóvenes. La construcción del partido comunista es una necesidad de la clase obrera y de las masas populares: sin partido comunista serán vanos todos los intentos de hacer frente a la ruina y la guerra a las que la burguesía imperialista están abocando a las masas populares. Por consiguiente, el partido comunista debe ser construido. Pero para lograrlo sus promotores deben estar guiados por una concepción del mundo y una línea política justas, es decir, acordes con las leyes objetivas del movimiento de la sociedad en general y en particular con el desarrollo de la lucha de clases y la experiencia del movimiento comunista contenida en buena medida en su patrimonio teórico. Por eso es de la máxima importancia examinar con cuidado y honestidad la concepción del mundo y la línea política que están en la base de una propuesta como la avanzada en el Comunicado de las nuevas BR-PCC (constituidas por los Núcleos Comunistas Combatientes) y avalada, al menos en cierta medida, por una parte del "partido de los revolucionarios prisioneros".

 El éxito de una propuesta no depende principalmente de la buena voluntad de los que la hacen, de la determinación y heroísmo con los que se entregan a la causa: en este caso no nos ocupamos aquí de estos aspectos. La construcción del partido comunista perseguida con determinación y heroísmo, pero guiada por una concepción del mundo y una línea política erróneas, llevan a la derrota, y a la derrota sigue o bien la autocrítica o bien el abandono de la lucha. Una concepción justa es un patrimonio valioso. Si algunos de los que en un momento dado la han avanzado abandonasen también la lucha, las condiciones objetivas de las masas populares harán surgir otros que la harán suya y que culminarán, gracias a ella, la obra históricamente necesaria. Desde hace tiempo la reconstrucción del partido es una necesidad objetiva de la clase obrera y de las masas populares italianas y la humanidad no se plantea nunca tareas para cuya solución no existan ya condiciones: así pues el éxito de un intento concreto de construcción del nuevo partido comunista depende ante todo de la concepción del mundo y de la línea política que guía a los que aspiran a construirlo.

 2. Porque el autor del Comunicado dice algunas verdades de importancia capital en la actual situación para las FSRS que quieren reconstruir el partido comunista y que, por consiguiente, deben ante todo definir su programa ("compartir el programa" es una condición para formar parte del partido que, por tanto, debe constituirse sobre la base de un programa: es una de las leyes establecidas por el movimiento comunista desde el lejano 1903). Algunas verdades sobre las que entre las FSRS italianas la confusión es mayor hoy por hoy que la división: el día que lleguemos a divisiones netas y argumentadas habremos dado ya un gran paso adelante. Precisamente por esto es tan valiosa la toma de posición del autor del Comunicado. Pero también precisamente por esto es importante precisar bien estas verdades con las necesarias distinciones, para... ¡no recoger también con el niño tanta agua sucia que pueda ahogar a la criatura! Estas se sintetizan en dos puntos.

2.1. "La revolución socialista se desarrollará también en los países imperialistas como guerra popular revolucionaria de carácter prolongado". No haber planteado claramente esta ley a sus partidos es uno de los límites principales de la Internacional Comunista (1919-1943), que han impedido su éxito en los países imperialistas. Lenin había dicho ciertamente: "La revolución se hará al precio de una guerra civil, pero es una cosa tanto más difícil cuanto más avanzado y desarrollado esté el país; en Alemania domina el capitalismo monopolista de Estado, por eso la revolución en Alemania será cien veces más destructiva y catastrófica que en un país pequeño-burgués; allí sobrevendrán enormes dificultades y caos, desequilibrios enormes" (Informe sobre las tareas inmediatas del poder soviético, 29 abril de 1918). Pero esto se ha entendido, y pienso que también Lenin lo entendió así, en el sentido de una guerra civil que siguiese y consolidase la conquista del poder llevada a cabo en el curso de un levantamiento general. Engels, en su prefacio de 1895 a Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850, hablando de los países europeos, había excluido expresamente que esto pudiese suceder, pero la Revolución de Octubre parecía desmentir a Engels. Por lo demás, el hecho de que entonces Lenin subestimase la acumulación de fuerzas que en los países imperialistas debe preceder a la conquista del poder (como Engels había enseñado) se confirma por la confianza que tuvo en que, durante el período 1918-1920, la clase obrera pudiese conquistar el poder en países como Alemania, Italia, Inglaterra y otros en los que todavía no existía ningún partido comunista mínimamente templado en la lucha. Es un hecho que la Internacional Comunista no adoptó nunca una línea definida y universalmente aceptada sobre la forma de la revolución socialista en los países imperialistas (y, dicho entre paréntesis, no hizo nunca suya ni siquiera la caricaturesca teoría de la insurrección que el autor del Comunicado le atribuye). Para ser explícitos, el autor está de acuerdo que la lucha de la clase obrera por el poder

-no ha de ser concebida ni planteada como lucha que, para construir el partido de la clase obrera, se apoya en el pluralismo característico de los partidos de la sociedad burguesa y que, para acumular fuerzas, se apoya en la participación del partido de la clase obrera en la lucha que se desarrolla entre diversos partidos burgueses en el ámbito del Estado burgués (subordinándose, por tanto, a las leyes del Estado burgués que el partido trata de modificar en favor de la clase obrera),

 -sino que ha de ser concebida y planteada desde el comienzo y durante todo el desarrollo de la lucha hasta la conquista del poder como una guerra entre dos campos antagónicos.

Una guerra que por lo que respecta a la burguesía, aunque no haya sido  declarada, es una guerra de hecho, llevada a cabo con todos los medios materiales y espirituales más refinados elaborados por la civilización humana; es la suprema razón de ser de su Estado y demás instituciones de clase; es una guerra que tiene el objetivo de mantener a las masas populares en el nivel de sometimiento necesario para la máxima valorización del capital y que, con ese fin, persigue controlar, desviar o destruir el partido comunista (o impedir su nacimiento si todavía no existe) y "secar el agua en la que el pez nada"; una guerra que causa entre las masas populares, como estamos viendo con nuestros propios ojos, devastación, embrutecimiento y víctimas. Por cuanto respecta al proletariado esta guerra demanda ante todo que el partido comunista se construya de acuerdo con la naturaleza real del enfrentamiento que ya existe, de guerra civil, que la burguesía trata de ocultar por todos los medios. En segundo lugar, exige que el partido comunista promueva y dirija, a escala cada vez más amplia, el paso de las masas populares de una situación de guerra impuesta, en la que cada uno se defiende como puede y en orden disperso, a una situación de guerra llevada a cabo de forma cada vez más consciente y conforme a las leyes generales y específicas propias de la guerra misma. Para ella y en función de ella se disponen paso a paso los instrumentos necesarios y se definen las actividades de las diversas clases de las masas populares. Dicha guerra tiene como objetivo estratégico, en una primera fase (fase estratégicamente defensiva), la recogida, acumulación y preparación de las fuerzas revolucionarias (al inicio el campo revolucionario está casi privado de fuerzas). Todas las operaciones deben ser seleccionadas y llevadas a cabo tomando y manteniendo la iniciativa (por consiguiente, desde el punto de vista táctico, son operaciones ofensivas) y deben estar encaminadas, incluidas en ellas las dirigidas a aniquilar a las fuerzas enemigas, al logro del objetivo estratégico de la fase defensiva (acumulación de fuerzas) hasta completar la fase misma, (es decir, hasta conseguir el equilibrio estratégico). Sólo en una segunda fase (fase ofensiva o fase de ataque estratégico) el objetivo estratégico de la guerra pasa a ser la eliminación de las fuerzas enemigas hasta la conquista del poder, el sometimiento de la burguesía imperialista y la instauración de la dictadura del proletariado con vistas a la definitiva eliminación de la misma burguesía como clase, eliminación que tendrá lugar en el curso de la fase siguiente (socialismo o fase inferior del comunismo) de transición al comunismo. Para evitar equívocos es preciso añadir que se trata de una guerra "revolucionaria". Esto quiere decir que tiene poco en común con las guerras llevadas a cabo en la historia de la humanidad entre clases explotadoras y sus Estados. Es en efecto la guerra con la que la clase obrera derroca a la burguesía imperialista y asume ella misma la dirección de las masas populares haciéndolas ya desempeñar un papel que prepara su emancipación de la explotación y de la opresión. También es una guerra distinta a las guerras revolucionarias del pasado, llevadas a cabo para instaurar el poder de una clase explotadora más avanzada que la que sustituía. Si el Estado proletario es ya un no-Estado, la guerra popular revolucionaria dirigida por la clase obrera es ya una no-guerra en el sentido tradicional del término. Sus leyes,  por cuanto respecta a los países imperialistas, están por descubrir en gran parte o al menos están por verificar todavía, contrariamente a cuanto piensan los militaristas. Lo que por parte del proletariado caracteriza esta guerra no es el uso de las armas ni la puesta a punto de organizaciones militares ni la realización de acciones militares (aunque todas ellas desempeñen un papel que cambia de una fase a otra y tengan un papel clave a partir de una determinada fase): precisamente por ello esta guerra se desarrollará favorablemente a la clase obrera a pesar del desmesurado desequilibrio de fuerzas existente al comienzo en el plano militar, favorable a la burguesía (el Vietnam ha dado al respecto una lección que la burguesía trata de hacer olvidar, pero que nosotros debemos en cambio recordar y tener siempre en cuenta). Lo que caracteriza esta guerra es la concepción que debe guiar toda la actividad del partido y con la que a su vez el partido debe orientar, promover y dirigir todas las actividades de las masas populares, incluidas las más normales, simples y pacíficas. El partido debe ver y hacer todo en primer lugar en función de la acumulación de las fuerzas necesarias para dar paso a la fase decisiva del ataque y después en función de la eliminación de las fuerzas enemigas y de la instauración de la dictadura del proletariado.

Una vez reconocido que el autor del Comunicado ha hecho suya esta gran enseñanza de la primera oleada de la revolución proletaria, también hay que dejar claro que no se trata de una guerra "de clase", sino de una guerra "popular". Que la clase obrera no haga la revolución (es decir, la guerra civil) por sí sola, sino que dirija a todas las masas populares a hacer la revolución, es una verdad establecida por el movimiento comunista (basta ver el prefacio a La guerra de los campesinos en Alemania escrito por Engels), subrayada con fuerza por Lenin, que ha sido confirmada por la primera oleada de la revolución proletaria (Stalin y Mao Tse-tung): ¡no vamos a retornar atrás!                  

 Que no sea una guerra normal y que sea una lucha política que hace uso también de las armas es otra verdad establecida y confirmada por la experiencia del movimiento comunista. Ella ha confirmado (y lo confirman también los fracasos de las OCC que se obstinan en mantenerse en el terreno de la "iniciativa combatiente" antes que dedicarse a la reconstrucción del partido comunista) que la fuerza principal de esta guerra y, por tanto, de la "política revolucionaria" (de la que la guerra popular revolucionaria de carácter prolongado es la estrategia) son las masas populares y no los grupos clandestinos de revolucionarios (que naturalmente también desempeñan un papel). Que las operaciones de esta guerra (por consiguiente, la táctica) son del tipo más variado, de acuerdo con lo que muestra la resistencia que las masas populares oponen al desarrollo de la crisis general del capitalismo. Reducir únicamente estas operaciones a las "iniciativas combatientes" (o concebir las "iniciativas combatientes" como las operaciones principales en cada fase de la guerra) es, se comprenda o no, asumir la lucha armada no como estrategia sino como única forma de la táctica o único esquema táctico (como un principio táctico). Por consiguiente, quiere decir también asumir una táctica que conduce al fracaso, porque la variedad de las formas (o esquemas) es una de las pocas reglas generales de la táctica.

2.2. "El partido comunista debe ser clandestino pero no secreto". No haber planteado claramente esta ley a sus secciones nacionales es otro de los límites principales de la Internacional Comunista (1919-1943), que han impedido su éxito en los países imperialistas. Lenin y los bolcheviques hasta 1914 habían considerado y presentado el carácter clandestino (y obviamente no- secreto) de su partido como una particularidad de Rusia, debida a sus características. Después de 1914, tras la traición de casi todos los jefes y partidos de la II Internacional, Lenin llegó a la conclusión que "el lado más débil de la situación del movimiento revolucionario en Alemania era la falta de una sólida y experimentada organización clandestina y de una probada tradición de trabajo clandestino" (Lenin, A propósito del folleto de Junius, julio de 1916). Pero la clandestinidad no llegó nunca a ser un principio estratégico para los partidos de la Internacional Comunista.

También en este terreno existe todavía más confusión que división entre las FSRS italianas, si bien es verdad que ninguna se atreve a defender, a la luz de la experiencia de la primera oleada de la revolución proletaria, del período del "capitalismo de rostro humano" y del transcurso de la segunda crisis general del capitalismo, que es posible acumular y formar fuerzas revolucionarias en torno y bajo la dirección de un partido legal o semilegal (semiclandestino). Corresponde por lo demás a las organizaciones clandestinas y no a las organizaciones legales sostener con la propaganda la batalla sobre este punto, al tiempo que con su práctica confirman que ello es posible y definen y verifican sus formas e instrumentos de actuación. Esta posibilidad, por cuanto respecta a nuestro país, se demuestra no sólo por la historia reciente ("los años 70" y posteriores), sino también por la lucha de veinte años contra el fascismo llevada a cabo en la clandestinidad (impuesta, más que adoptada previsoramente: éste fue un límite ideológico con grandes consecuencias políticas) del primer partido comunista (1926-1945).

Subrayado el reconocimiento por parte del autor del Comunicado de esta enseñanza de la primera oleada de la revolución proletaria confirmada por el análisis de las formas asumidas por el poder burgués desde el comienzo de la época imperialista, es necesario hacer también en este punto algunas importantes distinciones.  

Al campo de la imaginación (y de la tradición operaista de los años 60) corresponde la idea de la omnipotencia de la burguesía que sería capaz de ahogar o integrar toda forma de lucha u organización revolucionaria de las masas. Se trata de una concepción que llega al autor del Comunicado como herencia dejada conjuntamente por las BR-PCC y por el Partido Guerrilla (¿recordáis Gotas de sol en la ciudad de los espectros y la "subsunción real total" de Curcio?). El autor está convencido que la contrarrevolución preventiva (la acción preventiva y represiva de la burguesía imperialista contra la clase obrera y el resto de las masas populares) es omnipotente frente a cualquier organización e iniciativa, salvo con respecto a las OCC, es decir, salvo con relación a los grupos clandestinos de revolucionarios que desarrollan "iniciativas combatientes". Ahora bien, por cuanto respecta a las OCC, el mismo autor, deformando la realidad, atribuye precisamente a la represión desencadenada por la burguesía imperialista tanto la puntilla dada a las OCC en los primeros años 80 como la "nueva discontinuidad" habida en la actividad de las BR-PCC tras el atentado contra Ruffilli (1988). Pues si algo ha demostrado la realidad de los años 70 y 80 es que las OCC sólo están en condiciones de mantenerse o de operar en circunstancias particulares de duración relativamente breve (es decir, en determinadas circunstancias son una forma transitoria del movimiento revolucionario). Por el contrario, la realidad de las revoluciones rusa, china, vietnamita, yugoslava, albanesa, etc. y, en Italia, la realidad de la lucha contra el fascismo del primer partido comunista, demuestra que algunos partidos comunistas consiguieron desarrollarse (y, por consiguiente, en ciertas condiciones todos los partidos comunistas lo pueden conseguir) y cumplir su tarea (la movilización revolucionaria de las masas) a pesar de los esfuerzos realizados por la burguesía imperialista para controlarlos, desviarlos y ahogarlos. Asimismo la realidad ha demostrado que las masas han tomado parte en la "política revolucionaria" (ciertamente, utilizando las distintas formas tácticas - también militares- que adoptan con relación a las circunstancias concretas y no en la única forma admitida por el autor: grupos clandestinos de revolucionarios que desarrollan "iniciativas combatientes"), independientemente de cuáles fuesen las armas y los medios a los que la burguesía haya recurrido para impedirlo. El verdadero embrollo no está pues en la realidad sino en las concepciones del autor. Reduce todas las formas de la política revolucionaria a las "iniciativas combatientes" de los grupos clandestinos de revolucionarios y limita la actividad del proletariado (la "lucha de clase") al exclusivo ámbito de los intereses particulares e inmediatos, a las luchas por la mejora de las condiciones de trabajo y del salario; es decir, niega que las masas puedan participar en lo que Lenin y todos los comunistas consideran política revolucionaria.

El autor combina en suma una concepción blanquista de la "política revolucionaria" con una concepción anarco-sindicalista de la lucha del proletariado (la "lucha de clase"). Pero, a diferencia de A. Blanqui (1805-1881), asigna a los grupos clandestinos de revolucionarios no la tarea del golpe de mano para conquistar el poder, sino la del golpe de mano para condicionar al régimen y la dirección política de la burguesía imperialista (la "mediación política") en sentido menos desfavorable al proletariado y para demostrar la "posibilidad y viabilidad de un proyecto revolucionario" que debería realizarse mediante la multiplicación de grupos clandestinos de revolucionarios. En cuanto al anarco-sindicalismo de G.Sorel (1847-1922), la diferencia con el autor del Comunicado estriba en que no asigna a las luchas que el proletariado lleva a cabo en el ámbito sindical y reivindicativo, encuadrado por los sindicatos del régimen, la tarea de renovar directamente la sociedad, sino la de generar grupos clandestinos, nutrirlos con nuevos reclutas y apoyarlos.

Igualmente, las tesis de que sería la organización combatiente ("La Guerrilla" o las OCC) la destinada a crear el partido (la experiencia ha demostrado lo contrario y el análisis lo confirma), que el uso de las armas libraría a los militantes y organizaciones del oportunismo, que a 150 años del Manifiesto del partido comunista (1848), años densos en revoluciones, no existiría un patrimonio teórico y de experiencia que cada partido debe preocuparse por asimilar para no inventar el agua caliente o repetir errores ya superados teóricamente centenares de veces y verificados en la práctica, son desmentidas por la experiencia de la primera oleada de la revolución proletaria (que se ha desarrollado enteramente en la época imperialista). El autor presenta y aplica esta última tesis adornándola con el justo y universal principio de la historia humana "práctica-teoría-práctica" (la teoría viene de la práctica y sirve a la práctica) que, sin embargo, transforma de principio universal en regla que debe aplicarse a cada situación de tránsito particular de la vida y de la historia y rechaza tener en cuenta los realísimos y diarios procesos de "teoría-práctica-teoría" (asimilar una teoría, aplicarla y llegar a través de ello a una teoría superior).

 A la limitada asimilación del patrimonio y de la experiencia del movimiento comunista hay que atribuir precisamente también otras ideas atrasadas que acompañan al autor del Comunicado en el reconocimiento del carácter clandestino del partido (no insistimos aquí en el "carácter no secreto" del partido, es decir, en el hecho de que la existencia, el programa y la línea del partido deben ser dados a conocer lo más ampliamente posible). Quedémonos, sin embargo, con la importancia que este reconocimiento tiene para el tormentoso curso que está siguiendo el proceso de reconstrucción del partido comunista en nuestro país.

El posicionamiento del autor del Comunicado sobre dos importantes cuestiones programáticas a las que antes nos hemos referido y la importancia que en la política actual tienen las BR-PCC hacen necesario analizar con atención el Comunicado y tomar posición sobre numerosas cuestiones que plantea. A ello están destinadas las notas que acompañan la paráfrasis del Comunicado. En cuanto a algunas cuestiones, todavía considero útiles sacarlas a colación aquí en esta presentación.

 

¿Del SIM al SIC? ¿Del Estado Imperialista de las Multinacionales al Estado Imperialista Corporativo?

 

La primera cosa que salta a la vista al estudiar el Comunicado es que la mediación neocorporativa es una alucinación desmentida por el mismo autor.

¿En qué consiste la mediación corporativa según el autor? Se trataría de un proyecto llevado adelante por los gobiernos de la burguesía imperialista desde 1992 (y en particular por el gobierno D'Alema), con el objeto de utilizar y satisfacer los intereses particulares e inmediatos (transitorios) del proletariado para impedir que éste se ocupe de sus intereses generales e históricos (es decir, de la conquista del poder, del socialismo y del comunismo).

 Pero eso contrasta con la realidad, pues no hay quien no vea que el programa de los gobiernos que se han sucedido desde el 92 a hoy (y del gobierno D'Alema en particular) es la rápida eliminación de las conquistas arrancadas por las masas populares en el período 1945-1975 y todavía no eliminadas o arrebatadas por los gobiernos precedentes (por el de Solidaridad Nacional, el del Preámbulo y el del CAF). Qué significa eliminación no es necesario aclararlo. Con "arrebatadas" quiero decir que han transformado los derechos reconocidos a todos (aunque obviamente aplicados al modo burgués) en limosnas que las autoridades burguesas dan a discreción para hacer frente a los casos más molestos y en servicios de cuarto orden donde tales servicios universales son indispensables para el funcionamiento de la vida social.

También el autor del Comunicado se ve obligado por los hechos a reconocer que la burguesía imperialista, lejos de dar satisfacción a los intereses particulares e inmediatos del proletariado, está además perjudicando también a los de la aristocracia obrera y de la pequeña burguesía.

¿Qué queda pues del "plan central" con el que la burguesía afrontaría sus relaciones con el proletariado y trataría de desviarlo de sus intereses generales e históricos? Queda la "concertación", o sea la corresponsabilidad de los sindicatos del régimen en la eliminación de las conquistas. ¿Qué harán los sindicatos del régimen si no son corresponsabilizados? Se ha visto con el gobierno Berlusconi. Se apoyarán en el descontento de las masas (y  sobre el papel de centro de movilización de masas que han heredado de la historia y del que todavía se aprovechan, aunque cada vez menos, dado que su influencia y apoyo entre los trabajadores disminuyen) para hacer valer los intereses de los grupos dirigentes sindicales (también el autor reconoce la mala suerte de la aristocracia obrera a la que pertenecen los que sacan ventajas del papel que desarrollan en las estructuras de los sindicatos del régimen). El objetivo principal de la corresponsabilidad (en los pactos sociales) de los sindicatos (y de otras "partes sociales" y partidos y fuerzas políticas del régimen) es de hecho precisamente el ponerse de acuerdo en que ninguno se aproveche de la eliminación de las conquistas llevada a cabo por el gobierno para acrecentar sus propios votos y su clientela en detrimento de otros. Se trata de acuerdos de "no-beligerancia", de acuerdos para excluir "las reformas" del contencioso en torno al que se enfrentan y tratan de extraer ganancias de la "democracia" los partidos, otras fuerzas políticas y grupos imperialistas en general.

No se corresponde con la realidad pensar que la movilización de los trabajadores bajo la dirección de los sindicatos del régimen pueda llevar a una defensa eficaz de las conquistas (o a ampliarlas), ni pensar que la colaboración de dichos sindicatos pueda asegurar la adhesión, la colaboración o solamente la neutralización de las masas. La colaboración de los sindicatos del régimen con el gobierno no sólo no paraliza a las masas, sino que debilita y perjudica a los sindicatos confederales y crea también en su seno contradicciones importantes entre los restringidos grupos dirigentes integrados en el personal político burgués y la aristocracia obrera que se ve afectada por la reducción del aparato sindical, la privatización del sector público de la economía, la eliminación de las instituciones estatales que gestionaban las conquistas (INPS, INAIL, Servicio Sanitario Nacional, patronatos, etc...), la desaparición de las estructuras del movimiento obrero del viejo régimen, la hostilidad creciente de los trabajadores.

La dificultad real que las masas encuentran en la defensa de sus conquistas, la "parálisis" de las masas ante el ataque a sus conquistas, no están determinados por la colaboración de los sindicatos del régimen con el gobierno, sino por la falta de un partido comunista y, consiguientemente, de una "política revolucionaria".

La tesis que con la colaboración de los sindicatos del régimen la burguesía logra gobernar la economía y el conflicto de clase es una fantasía idéntica a la de que "no se puede gobernar Italia sin la colaboración de los sindicatos confederales" (como proclaman Veltroni, D'Antoni y cía).

Sólo anarco-sindicalistas, movimientistas (espontaneístas) y afines pueden de hecho pensar que la oposición de las masas guiada por los sindicatos del régimen podría llevar a movimientos capaces de poner en peligro el poder de la burguesía imperialista. Las grandes movilizaciones de masas dirigidas por los sindicatos (o partidos) del régimen o bien han concluido con la derrota (como en Inglaterra bajo el gobierno Thatcher o en los EEUU bajo el gobierno Reagan) o bien, como en Francia en el 95 y 96 contra el gobierno Juppé y en el 94 en Italia contra el gobierno Berlusconi, han concluido con la sustitución del gobierno existente por otro (gobierno Dini) que ha aplicado el mismo programa de eliminación de las conquistas, pero con la concertación: es decir, haciendo las necesarias concesiones a los grupos dirigentes de los sindicatos del régimen que habían movilizado exitosamente a las masas. Esto confirma que en el ámbito de la crisis general en curso y dado el contexto general por ella creado, la movilización de masas o bien es dirigida por el partido comunista como parte de la lucha de la clase obrera por el poder o bien es utilizada por grupos y fuerzas de la burguesía imperialista en sus luchas intestinas. Dada la crisis general en curso, hay que excluir que en el marco del régimen burgués se puedan lograr conquistas a amplia escala.

 En cuanto a los grupos dirigentes de los sindicatos del régimen, su éxito en la lucha entre las fuerzas políticas imperialistas debe encontrar una compensación adecuada, a la vista de que son ellos precisamente, de entre los grupos políticos burgueses, los que más ven recortado su patrimonio actual (de ser "patronos de los trabajadores") con la eliminación "concertada" de las conquistas (y pierden todavía más si las dejan eliminar sin concertación o sin lucha).

 La experiencia de la primera oleada de la revolución proletaria ha demostrado lo mismo (son clásicos los casos de la Italia del 1918-1922 y de la Alemania del 1918-1933). Al no tener partidos comunistas a la altura de la situación, la clase obrera no consiguió aprovechar la situación revolucionaria, pero, por otra parte, los sindicatos y partidos colaboracionistas por mucho que colaboraron no consiguieron estabilizar la dominación de la burguesía imperialista. En definitiva, ésta debió recurrir a la movilización reaccionaria (al fascismo y al nazismo, respectivamente) que barrió también a los sindicatos y partidos colaboracionistas.

El proclamado neocorporativismo se reduce, pues, en realidad a la colaboración de los sindicatos con el gobierno y la burguesía imperialista y a que envuelvan en este embrollo a las masas, dilapidando así su... capital. Llamar a esto corporativismo no tiene más efecto que dar pábulo a la idea (tan estimada por los sindicalistas) de que sin ellos no se puede gobernar Italia. Esta idea se refleja en la cabeza del autor del Comunicado. ¡Cada mercader pregona su mercancía! En realidad, los sindicatos del régimen están excavando un foso cada vez más profundo entre ellos y las masas, como muestra la realidad de todos los días a quien quiera verlo.

Queda por hacer obviamente la pregunta: ¿por qué el proletariado, al que la burguesía lesiona sus intereses particulares e inmediatos (transitorios), que no consigue defender a amplia escala bajo la dirección de los sindicatos del régimen, no se ocupa directamente de sus intereses particulares e inmediatos? Porque el proletariado es una clase seria y la dura experiencia de la opresión de clase le ha enseñado lo que muchos "revolucionarios" no comprenden. Para defender eficazmente los propios intereses particulares e inmediatos en el curso de una crisis general es necesario ocuparse de los propios intereses generales e históricos. Ocuparse verdaderamente de ellos es seguir la vía tormentosa que el proletariado no puede recorrer en masa, pero que solamente puede recorrer a través de sus vanguardias: la reconstrucción del partido que está en curso. En conclusión: el centro del enfrentamiento entre clase obrera y burguesía imperialista en este período no es la mediación corporativa (que no existe) ni la concertación (que es secundaria), sino la reconstrucción del partido comunista.

La posición errónea del autor del Comunicado es resultado de concepciones y tesis más generales que se contradicen con la realidad. Algunas de ellas suponen una regresión de los resultados ya alcanzados por el movimiento comunista a las concepciones premarxistas o revisionistas. Otras son respuestas erróneas a límites reales del movimiento comunista.

A continuación ilustro aquí algunas de ellas.

 

 

1. Materialismo dialéctico, materialismo histórico y análisis de la realidad

 

1.1. El gobierno de la economía y el gobierno del conflicto de clase

 

El autor sostiene que si no interviniese de cuando en cuando la actividad combatiente de las BR-PCC para impedirlo, eliminando a alguno de los individuos que mejor personifican la política de la burguesía imperialista, ésta lograría "regular la economía" y "el conflicto de clase". En particular, el gobierno D'Alema y la burguesía imperialista italiana lo lograría gracias al apoyo de los sindicatos confederales: una vez conseguido este apoyo y posiblemente también el de los sindicatos menores, sería anulada o de alguna forma neutralizada la resistencia del proletariado y por consiguiente la burguesía imperialista podría regular la economía y controlar el conflicto de clase.

 La burguesía imperialista no está en condiciones (ni como clase ni mediante su Estado) de regular la economía y de controlar el conflicto de clase ni de consolidar (estabilizar) su dominación, aunque las BR-PCC u otros grupos no interviniesen de cuando en cuando eliminando a algunos de sus servidores o celosos ejecutores. Cada miembro de la burguesía imperialista y cada portavoz, servidor y ministro de la misma administra, defiende e impone a las masas las leyes socialmente objetivas del modo de producción capitalista. Cada burgués extrae de esto grandes ventajas materiales, riquezas, poder y lujo; pero es precisamente la actividad, que cada uno de ellos está obligado a desempeñar por su condición de burgueses y que cada uno de ellos ejerce con pasión y celo, la que determina la ruina de la sociedad que presiden. A través de su actividad subjetiva se hacen valer las leyes objetivas del sistema capitalista que llevan a la sociedad burguesa a la crisis económica y a las consecuencias que se derivan de ella. Precisamente porque no regula la economía, la burguesía imperialista no regula ni siquiera el conflicto de clase. Por el contrario, está condenada por su naturaleza y su papel en la sociedad a llevar la competencia entre grupos imperialistas hasta el antagonismo y la guerra interimperialista; a oprimir a las masas populares de los mismos países imperialistas hasta el punto de perturbar los propios regímenes existentes y promover la movilización reaccionaria de las masas y la guerra; a aplastar a los países socialistas y semicoloniales hasta el punto de que incluso los fantoches que por su cuenta les gobiernan, a fin de salvarse a sí mismos, deben y deberán resistir de alguna manera, antes o después, a las pretensiones de la burguesía imperialista, transformándose en débiles, indecisos e ineficaces opositores.

Hablar de "regulación de la economía capitalista" es como hablar de la desecación del agua o de la inmovilidad del viento: es una contradicción lógica. Por su naturaleza las relaciones capitalistas de producción son relaciones cosificadas y alienadas, es decir que se presentan a cada individuo o asociación de individuos bajo la forma de cosas, substrayéndose a la voluntad de cada individuo concreto o asociación de individuos. Cada capitalista debe valorizar su capital, cada empresa debe producir beneficios, cada producto debe ser vendido con ganancias, cada cosa debe "rendir": ¿no son acaso estas reglas corrientes en el mundo que nos rodea? Negar esto es renegar del marxismo, decir que no refleja ya las relaciones económicas actuales, que ha sido superado. Es una tesis en contradicción completa con los acontecimientos históricos y con los hechos que suceden en torno a nosotros y totalmente infundada desde el punto de vista teórico. Es, desde finales del siglo pasado, una de las típicas tesis de los defensores del capitalismo y de los revisionistas del marxismo (tanto de los primeros revisionistas, es decir, de Bernstein y compañía, como de los revisionistas modernos: Kruschev, Togliatti, etc.). Los marxistas sostienen que el análisis teórico y los hechos han demostrado y demuestran que, no obstante el capital financiero, los monopolios, las políticas estatales, el capitalismo monopolista de Estado, las FAUS, la moneda fiduciaria mundial, etc, etc., el capitalismo no puede escapar a las crisis económicas y que éstas se convierten, en determinadas circunstancias que la burguesía imperialista no puede evitar, en crisis generales que a su vez se transforman en revoluciones y en guerras mundiales. La pretensión de regular la economía es una tesis apologética del capitalismo y del todo infundada (Material de referencia: Don Quijote y los molinos de viento, nº0 de Rapporti Sociali, 1985).

 

1.2.Contradicciones entre grupos y Estados imperialistas

 

El autor sostiene que a partir de la Segunda Guerra mundial se crearon las condiciones por las que no existen ya contradicciones antagónicas (que sólo se pueden resolver mediante la fuerza, es decir, con la guerra) entre grupos y Estados imperialistas, entre los eslabones de la cadena imperialista. En particular excluye una guerra interimperialista y reconoce como antagónicas solamente las contradicciones proletariado/burguesía imperialista, Norte/Sur y Oeste/Este. Según su análisis, la UE estaría englobada sin graves contradicciones en la OTAN, bajo la dirección del imperialismo de EEUU. En el panorama que presenta el autor, China no existe. Presumiblemente también Japón se encuentra tranquilamente bajo el yugo de los EEUU. También ésta es una tesis contraria a la realidad y a la teoría marxista. Es una nueva versión de las teorías revisionistas de Kruschev y compañía (1956), que se inspiran a su vez en las podridas teorías de Kautsky que tenían como fundamento el superimperialismo (un único capital mundial del que todos los capitalistas eran tranquilos accionistas... ignorando que tranquilos no son ni siquiera los capitalistas accionistas de las sociedades por acciones normales: basta seguir la crónica de las OPAS y de las fusiones en general). El autor ciertamente afirma rechazar el superimperialismo, pero, ¿qué quiere decir, si no eso, la tesis de que no pueden surgir ya contradicciones antagónicas entre los grupos y Estados imperialistas?

 Las crónicas diarias proporcionan ya abundante material que confirma que aumentan de mes en mes las contradicciones entre la burguesía imperialista de EEUU, la alemana, francesa y japonesa y no hay nada (también el autor reconoce que la anexión económica del ex-campo socialista no ha resuelto la crisis del capitalismo) que pueda hacer prever que disminuirán en el futuro los factores que empujan a estas contradicciones hacia el antagonismo; otra cosa es nuestra dificultad para imaginar cómo éste se resolverá y la incredulidad que siempre ha paralizado a burgueses y oportunistas en vísperas de las grandes guerras de este siglo XX. Probad a pensar que los movimientos de la economía capitalista mundial (que escapan a la dirección de cada gobierno y grupo burgués) produzcan en países  como Alemania, Francia, Japón o EEUU una desocupación crónica de 10 o 20 millones de personas respectivamente (es decir, cerca del 25% de la fuerza de trabajo actual). Ningún grupo podría mantener el poder en estos países sin aplicar una política activa para modificar la correlación de fuerzas a nivel mundial, con el objeto de abrir a los capitalistas del propio país nuevas vías de negocio, inversión y comercio. Ningún grupo dirigente de un país podría rechazar  descargar sobre otros países cuanto le sea posible las dificultades que encuentra para mantener el orden público en su país, agravando así las dificultades de otros para aliviar (temporalmente) las propias. Todo esto desemboca en la guerra o puede hacerse sólo mediante la guerra. Cada uno de estos países tiene la tecnología y los recursos necesarios para rearmarse (el rearme está ya en marcha) y llevar a cabo una guerra interimperialista. Al mismo tiempo formarán alianzas y coaliciones bélicas, porque una guerra para modificar la correlación de fuerzas a nivel mundial es casi seguro que será una guerra para liberarse de la camisa de fuerza que el imperialismo yanqui ha impuesto e impone al mundo y que es cada vez más estrecha en el caso de los países imperialistas que la soportan, mientras las necesidades de los imperialistas yanquis por el contrario aumentan. No por casualidad el foco del neoliberalismo (de la globalización y de la mundialización) se encuentra en la burguesía imperialista de EEUU. Impulsada por el desarrollo de la nueva crisis general, la burguesía norteamericana (la inglesa hace de escudero) ha sido la primera en desprenderse del Estado social (que no nació "en la Europa continental", sino precisamente en los países anglosajones durante la Segunda guerra mundial), aprovechando la mayor debilidad del movimiento comunista. Pero, además, lo ha impuesto, no sólo a los países semicoloniales y a los países socialistas cuyos Estados (ya de por sí débiles y dependientes) estaban aplastados por las deudas contraidas, sino también a otros países imperialistas, el abrir las puertas a la adquisición (por parte de individuos y sociedades) de las fuerzas productivas del país (privatizaciones, liberalizaciones) por parte de los capitalistas de EEUU. En el siglo pasado, el librecambio era la ley internacional de la burguesía inglesa que tenía casi el monopolio de la producción industrial; el libre movimiento de capitales es la ley internacional de la burguesía americana que, gracias a la Segunda guerra mundial y a los Acuerdos de Bretton Woods (1944) que han registrado sus resultados, tiene el monopolio de la emisión de dinero mundial y de las finanzas. ¿Acaso no es éste un movimiento en curso que lleva a la guerra interimperialista? La burguesía imperialista yanqui se aprovecha del predominio financiero, monetario, político y militar para imponer su nueva política de "puertas abiertas". Cada resistencia al libre movimiento de capitales afecta a los "intereses nacionales" de la burguesía imperialista yanqui.

 

1.3 Teoría marxista del Estado

 

El autor del Comunicado formula claramente su concepción del Estado, jurando que es marxista. Según esta teoría, el Estado presentaría dos aspectos paralelos: uno formado por el monopolio de la violencia (Estado subjetivo) y otro representado por las instituciones y leyes que regulan el ejercicio de esa violencia (Estado objetivo). Esta concepción sirve al autor para dar cierto fundamento teórico a la "estrategia" de golpear el corazón del Estado: golpear a cualquier exponente o representante del mismo para impedir que la burguesía imperialista emita leyes y normas más perjudiciales para las masas y cree instituciones más represivas contra ellas. Esto impediría a la burguesía usar el aparato del Estado en toda su fuerza contra el proletariado. En sus fantasías legalistas, el autor considera que si las BR-PCC consiguen impedir que la burguesía apruebe leyes apropiadas, esto bloqueará su acción contra las masas populares. En realidad la acción legislativa legaliza las acciones prácticas (las hace legales, las declara legales, crea leyes que contemplan y regulan esas acciones). En la concepción del autor en cambio las acciones son realizadas sólo si existe una ley que las prevea, prescriba y reglamente. Si la burguesía no consigue poner a punto y aprobar leyes "adecuadas", no oprimirá ni explotará cuanto sea necesario: ésta es la filosofía del autor. Hasta Gerardo Colombo (Ndt: célebre miembro del grupo de magistrados de Mani pulite) proclama que en Italia no existe ningún "imperio de la ley" y no hacía falta esperar a las revelaciones sobre Gladio o el fin de Tangentópolis para comprenderlo. Gerardo Colombo sin embargo se equivoca: ese "imperio de la ley" no existe ni siquiera en los demás países.

 Lenin, en el opúsculo Estado y Revolución (1917), ha reseñado y comentado toda la teoría marxista del Estado. Desafío al lector a encontrar en Lenin cualquier cosa que se asemeje en algo a la teoría del Estado expuesta por el autor del Comunicado. Al contrario, Lenin demuestra que el aparato legislativo e institucional que reglamenta y controla el ejercicio de la violencia por parte de la clase dominante es un aspecto secundario y transitorio del Estado, mientras el aspecto principal y permanente es el monopolio de la violencia. Las leyes e instituciones sirven principalmente para regular las relaciones entre los grupos de la clase dominante, que solamente ellos gozan de las condiciones materiales y espirituales necesarias para aprovecharse de ellas, cuando y en las condiciones en que eso es posible.

La dura experiencia cotidiana confirma a los proletarios y también a la pequeña burguesía esta verdad. El hecho de que un compañero italiano mantenga la teoría o más bien seudoteoría parida por las facultades universitarias, según la cual la burguesía estaría limitada en el uso de la violencia por las leyes e instituciones públicas y por tanto vinculada a la aprobación o no de cualquier ley en el Parlamento, es una manifestación extrema e ilustrativa de la servidumbre cultural a la clase dominante que llega hasta la ceguera. Y esto se proclama en un país que desde hace 50 años tiene una Constitución escrita que se ha mantenido sobre el papel, inaplicada a no ser en las partes y tiempos que interesaban a la clase dominante; en el que la separación entre las leyes y la realidad es un abismo cotidianamente experimentado; en el que la diversidad de tratamiento que el Estado dispensa a las distintas clases es evidente; en el que las tramas ocultas, los poderes no oficiales (de la mafia a las logias masónicas, desde el Vaticano a las órdenes religiosas, desde Gladio a las policías privadas, desde los servicios de información de los EE.UU a los israelitas) y las estrategias de la tensión se han convertido incluso en objeto de crónica periodística diaria desde el momento en que han estallado los conflictos entre los grupos de la clase dominante: en suma, que Italia es un país en el que la desvinculación del Estado y de los diferentes grupos imperialistas del respeto a sus propias leyes son conocidas hasta por los niños.    

 

1.4. Crisis y crisis general

 El autor hace referencia varias veces a la crisis de superproducción absoluta de capital, pero no sólo no extrae de ella las debidas consecuencias políticas, sino que varios pasajes del Comunicado demuestran que no ha comprendido su naturaleza y que se refiere a la crisis de superproducción absoluta de capital como si recitase una jaculatoria o repitiese una fórmula vacía y ritual.

La crisis de superproducción absoluta de capital es la situación que se crea cuando el capital productivo acumulado (es decir, el empleado en el ciclo dinero-adquisición de mercancías-producción-venta de mercancías-dinero) es de tal magnitud que si los capitalistas siguieran invirtiendo todo el nuevo capital en la producción, extraerían una masa de plusvalía inferior a la que ya extraen. La imposibilidad de proseguir la valorización empleando todo el capital en la producción obliga a los capitalistas (cada uno movido por la percepción que tiene de las dificultades del momento e interesado en su capital más que en el capital en su conjunto) a explotar cada vez más a sus trabajadores, a tratar como sea de arruinar a otros capitalistas, a buscar nuevos campos de valorización, etc.: las múltiples manifestaciones y vías de la crisis-desarrollo del capital que tenemos ante nosotros. Esto implica pues que la crisis económica se convierte en crisis política y cultural, es decir, una crisis general que solamente encontrará solución con transformaciones políticas radicales (cosa que también el autor del Comunicado afirma). "O la revolución previene la guerra interimperialista o la guerra interimperialista generará la revolución", ésta es la tesis que los comunistas opusieron a Kruschev en la Conferencia de Moscú de 1957 y la concepción que debe guiar nuestro trabajo: cada partido comunista debe tener presentes estas dos posibilidades en su plan estratégico.

Pero ¿cómo es posible entonces hablar de crisis cíclicas, de ciclo recesivo, de estabilización de la dominación de la burguesía, cómo es posible no ver el campo inmenso y fecundo de trabajo y crecimiento que la crisis general ofrece a las fuerzas revolucionarias y en primer lugar al partido comunista? Precisamente porque la crisis impide a las masas populares la vía de la satisfacción de las necesidades particulares e inmediatas en el ámbito de la dominación burguesa, precisamente porque la privatización destruye algunas de las bases necesarias del funcionamiento elemental de una sociedad que es ya fuertemente colectiva incluso a nivel mundial, la marcha de las cosas ofrece al partido de la clase obrera fuerzas que no tienen otra forma de realizar su camino que integrándose en el cauce de la revolución socialista, salvo si optan por la alternativa de integrarse en el cauce de la movilización reaccionaria y de la guerra. Ciertamente estas fuerzas no toman de por sí, espontáneamente, el camino de la revolución socialista, sino que necesitan la acción consciente, articulada y previsora del partido comunista y de la clase obrera para seguir su camino. Este es el trabajo de los revolucionarios, no formar conventículos para desarticular planes ya de por sí destinados al fracaso. Esta es la conclusión a la que lleva la comprensión de la naturaleza de la crisis general a la luz del marxismo y de la experiencia de la primera crisis general.

 

2. Ataque y defensa       

 

Como todo el mundo puede ver la burguesía está eliminando en todos los países imperialistas, desde finales de los años setenta, las conquistas que las masas populares arrancaron en los decenios precedentes, como consecuencia de la primera oleada de la revolución proletaria. Asimismo en todos ellos es una realidad que las masas populares oponen a esa eliminación de las conquistas una resistencia constituida por acciones individuales y colectivas, acciones constructivas y destructivas, defensivas y ofensivas (entre estas manifestaciones hay una cierta simpatía y apoyo que las masas dan de alguna forma a las "iniciativas combatientes" de los grupos clandestinos de revolucionarios y también se produce el surgimiento de los mismos revolucionarios que constituyen los grupos clandestinos). La resistencia que las masas populares oponen al desarrollo de la crisis general es, por parte de ellas, la síntesis de las perturbaciones más diversas, materiales y espirituales, que se producen en el curso de su vida. La revolución socialista no puede surgir más que de este fermento, es decir, de la realidad. Nos plazca o no.

A esta realidad el autor del Comunicado opone una concepción fantasiosa según la cual la burguesía imperialista quisiera corromper al proletariado haciéndole alguna concesión a sus intereses particulares e inmediatos, mientras que los revolucionarios deberían intervenir para impedir este siniestro plan ... impidiendo que la burguesía haga sus concesiones (atrayéndose sobre sí también el odio y las iras de las masas si éstas creyesen que verdaderamente sus desdichas "particulares e inmediatas" son consecuencia de la acción de los revolucionarios). Ya Berlusconi, Cipolletta y otros proclaman que ¡existirían millones de puestos de trabajo de más y tantas otras inimaginables delicias si los empresarios (y la burguesía imperialista en general) tuviesen las manos libres! En los años 60 en Italia y en otros lugares los seguidores de la Escuela de Francfort, los intelectuales operaisti, siguiendo las enseñanzas de Marcuse y compañía hacían grandes discursos sobre "la integración de la clase obrera de los países imperialistas en el sistema", corrompida por la burguesía mediante el consumismo. Según ellos, las conquistas arrancadas por las masas populares en el ámbito del movimiento comunista al precio de duras luchas eran... astutas maniobras realizadas por la burguesía para corromper a los trabajadores (si fuera así, ¿por qué no las siguen poniendo en práctica? ¿por qué no las han puesto en práctica en todo el mundo?). Marcuse, mientras redactaba sus informes para la CIA y gozaba del privilegio de la libertad de docencia en las universidades imperialistas, escribía que, frente a la clase obrera corrompida por el consumismo, las fuerzas motrices de la revolución eran los intelectuales dotados de sensibilidad y de cultura. Semejantes estupideces moralistas no son hoy proclamadas abiertamente por nadie. Pero algunas concepciones del menú (de Marcuse y cía), cocinadas con otras salsas, paralizan y desvían también a los revolucionarios. La teoría de nuestro autor se asemeja a las teorías de la Escuela de Francfort y suena tanto más extravagante hoy cuando las masas pierden unas tras otra las conquistas ya arrancadas, lo que hace que la inconsistencia de esta teoría sea doblemente evidente.

Políticamente esta teoría quiere decir que hay que separar, en la propia concepción, en la propia línea y en el propio plan de trabajo, las luchas defensivas y reivindicativas de la lucha por el poder, del ataque. Una línea que separa cosas que en realidad están objetivamente ligadas está obviamente condenada a la derrota. Por el contrario, tener muy en cuenta la ligazón objetiva y dialéctica entre ataque y defensa es una de las condiciones necesarias para el desarrollo del movimiento revolucionario. Para mantener las conquistas arrancadas la clase obrera debe conquistar el poder y cambiar la naturaleza de las conquistas ya logradas, haciendo de ellas premisas, inicios, puntales de las transformaciones socialistas de toda la sociedad. Las luchas defensivas pueden desarrollarse a amplia escala solamente en el contexto de un movimiento ofensivo, pues el ataque favorece y genera la defensa. Por otra parte, la defensa (victoriosa o derrotada) es una escuela de comunismo y genera fuerzas para el ataque (por consiguiente, la defensa favorece a su vez el ataque). La clase obrera conquistará el poder sólo si se pone a la cabeza de las masas en su lucha por la defensa de las conquistas, por la defensa de sus posibilidades de vivir al nivel alcanzado y de avanzar, sólo guiándolas fuera de la situación tormentosa en la que la burguesía imperialista las ha metido y las obliga a meterse cada día más.

Abandonar la defensa de las conquistas y las luchas reivindicativas a la "oposición de clase" dirigida por los sindicatos del régimen, no sólo supone condenar las luchas defensivas y reivindicativas a la derrota, sino aislar a los revolucionarios de las amplias masas, privarlos de una de sus principales escuelas (precisamente el movimiento actual de las masas) y condenar la revolución a sustentarse sobre las frágiles espaldas de los revolucionarios (que ciertamente la situación de todas formas genera) y por consiguiente llevarla a la derrota. No hay que maravillarse que, con semejantes premisas, el autor, en contraste con toda la experiencia del movimiento comunista en situaciones mucho más represivas que las que hasta ahora se han experimentado en nuestro país, en el que la clase obrera ha hecho huelgas incluso bajo la ocupación nazi, pueda afirmar que la burguesía está en condiciones de truncar "toda convergencia entre intereses proletarios y proyecto revolucionario", "todo intento proletario de transformar el antagonismo en movimiento revolucionario por el poder" y otras cosas semejantes, teorizando que los revolucionarios se comunican con las masas sólo desde lejos con sus "iniciativas combatientes".

Estas tesis sólo sirven para inducir a los revolucionarios a no tener en cuenta los resultados de su actividad, exonerándoles de confrontarse a lo que una verdadera organización revolucionaria logra aprender del movimiento de las masas en términos de orientación, organización, reclutamiento, dirección, conciencia, lucha. En definitiva, es una manifestación de desconfianza en las masas, en la adhesión y contribución que la causa de la revolución socialista puede encontrar en ellas. "Sólo las almas elegidas comprenden la revolución y el comunismo": ¡en suma, el retorno al socialismo utópico!

Los revolucionarios que temen que el éxito de las luchas reivindicativas y defensivas, de las luchas llevadas a cabo por las masas para defender sus intereses particulares e inmediatos, las desvíen de la lucha por el socialismo están condenados a favorecer los planes de la burguesía que, como el autor admite, quiere y debe impedir que el plano de la lucha de clases y el plano de la lucha revolucionaria encuentren esa conjunción que está en la realidad y que sólo el curso y preparación de las cosas obliga a los revolucionarios a distinguir no sólo idealmente, sino también organizativa y políticamente. No tened miedo: la burguesía imperialista, en el curso de la crisis general, no sólo no satisface los intereses particulares e inmediatos de las masas, sino que los lesiona cada día más gravemente. ¡Estad atentos a que la burguesía no consiga hacer creer a las masas que sois vosotros la causa de las dificultades en las que ella misma las mete!

La relación entre defensa y ataque es un campo que el movimiento comunista ha explorado ampliamente y no queremos en absoluto retroceder a posiciones semiblanquistas superadas en la práctica y en la teoría por el movimiento comunista.

El aparato de leyes y normativas que la burguesía imperialista y su Estado pueden aprobar (y que aprobarán) y las instituciones que pueden crear (y que crearán), pero sobretodo la utilización abierta y encarnizada de la represión con tortura o guante blanco, más allá de toda ley e institución pública, no impedirán a la clase obrera (y a las masas populares bajo su dirección) avanzar, recoger y acumular fuerzas hasta alcanzar una situación de equilibrio, para emplearlas después en la eliminación de las fuerzas burguesas y en primer lugar del Estado de la burguesía imperialista. No lo han impedido ni siquiera en el pasado ni en otros países. Sería verdaderamente el "fin de la historia" si fuese de otra manera. La esencia de la tarea histórica del partido comunista es precisamente guiar y llevar a las masas populares a desempeñar el papel de fuerza principal de la política revolucionaria: papel gracias al cual solamente la política revolucionaria podrá triunfar.

 

3. ¿Cuál es la tarea principal que los revolucionarios deben desarrollar en esta fase para hacer avanzar la revolución socialista?

 

El autor responde: desgastar al Estado, desestabilizarlo, debilitar al imperialismo con "iniciativas combatientes". Si así fuese, considerando el calendario de las "iniciativas combatientes" de los últimos quince años, sería para tirarse de los pelos y  ¡no se comprendería cómo se ha podido producir una crisis tan grande de las instituciones políticas de la burguesía imperialista!

En realidad, el régimen político de nuestro país (y del resto de los países imperialistas) está ya en crisis y, debido a las contradicciones propias del sistema capitalista en esta fase,  se hace de por sí cada día más inestable. Los revolucionarios que pretenden  desestabilizar a los actuales regímenes burgueses son como niños que se dedican a sacudir un árbol frutal que el huracán azota violentamente sin tregua. La tarea principal que los "revolucionarios" deben desarrollar en esta fase para hacer avanzar a las masas populares hacia la revolución socialista es la de constituir un centro de agrupación, de recogida, de dirección y de formación de las fuerzas revolucionarias, es decir, reconstruir el partido comunista de la clase obrera: por consiguiente, definir su programa y constituir sus organizaciones. Es una insensatez oponer a esto que el programa se define en la práctica. Todo en definitiva viene de la práctica y se hace en la práctica, pero si la práctica de todos los años que han transcurrido, elaborándola con el método materialista dialéctico a la luz de la concepción materialista dialéctica del mundo y teniendo en cuenta la experiencia del movimiento comunista, no os permite definir todavía un programa que pueda ser asimilado y utilizado por vosotros y por otros para contribuir a extender y canalizar el movimiento de las masas en una única y justa dirección, es hora de que reflexionéis sobre la práctica que estáis llevando a cabo. Ciertamente, las organizaciones del partido se educarán y consolidarán sólo en la lucha, las fuerzas revolucionarias se educan haciendo la revolución y aprenden a hacerla haciéndola. Pero si esta justa concepción sirve para justificar el esperar a crear organizaciones de partido cuando la lucha las haya educado, entonces estamos ante uno de los casos en que grandes verdades son proclamadas no para servir como guía de la acción, sino para eludir las tareas prácticas del momento.

Algunos compañeros pretenden sustituir la constitución de organizaciones de partido y la elaboración de su programa por actividades combatientes que deberían "reflejarse en la nueva mediación política", es decir, condicionar en sentido favorable al proletariado las nuevas leyes, las nuevas instituciones, la nueva combinación dominante de las fuerzas políticas, como sucedió en 1946-47 cuando fueron condicionados en sentido favorable al proletariado la vieja Constitución y el régimen político que ahora estaría en vías de sustitución. Estos compañeros no sólo siguen los pasos poco recomendables de Togliatti y su banda de aprovechados de la Resistencia, sino que también  confunden las épocas, hasta el punto de repetir como farsa e ilusión lo que entonces sucedió como tragedia real. Nosotros estamos ahora todavía en la fase inicial de la segunda crisis general. Togliatti realizó su sucio trabajo al final de la primera crisis general y tenía un patrimonio que vender de muy distinta consistencia que la eliminación de cualquier canalla cada cierto tiempo: la Resistencia y las grandes organizaciones políticas y militares de la clase obrera, el gran prestigio y capacidad dirigente del PCI y la fuerza y autoridad del movimiento comunista mundial y del campo socialista.

Para construir el partido comunista no hay que partir de "desgastar al Estado de la burguesía imperialista",  sino de unir a las FSRS y a los trabajadores avanzados actualmente a agruparse en base a un programa comunista en una organización acorde con el mismo. No organizar a los trabajadores avanzados sobre la base de su participación en la lucha armada, sino en base a su adhesión al programa comunista y a su participación en las organizaciones del partido, para orientar, organizar y dirigir a las masas obreras y al resto de las masas populares. Esta es la lección de la historia, la enseñanza de la experiencia del movimiento comunista, que ha demostrado en la práctica saber dirigir verdaderamente a las masas populares en la guerra civil contra la burguesía y conducirlas a la victoria.

 

¿Por qué una paráfrasis?

 

Publico una paráfrasis del Comunicado más que el Comunicado mismo, no tanto porque éste sea localizable en Internet, sino principalmente porque el autor lo ha escrito en un lenguaje que llamarlo sindicalero o politiquero sería un claro eufemismo.

En la versión original es incomprensible no sólo a los trabajadores a los que, según los periódicos burgueses, iría destinado, sino también a cualquiera que no tenga la cultura, el tiempo y la paciencia para hacer un minucioso y fatigoso estudio del mismo. Parafrasearlo ha sido como traducir un texto de una lengua extranjera. Creo haber logrado componer un texto suficientemente comprensible a un lector de cultura corriente, salvaguardando al mismo tiempo no sólo el significado, sino también las categorías con las que el autor del Comunicado interpreta la realidad. Sólo en algunos pocos casos no he logrado extraer con seguridad del contexto el significado de expresiones y frases oscuras o genéricas, teniendo que resignarme a transcribirlas tal cual. Donde lo he considerado necesario, he ilustrado las categorías, como si compilase un glosario. La primera recriminación a hacer al autor es: ¿para quién ha escrito el Comunicado? Ciertamente no para los trabajadores. El autor se declara comunista, pero ciertamente no ha aplicado la máxima del viejo Mao: "Cuando hables o escribas, piensa siempre para quién lo haces".

De todas formas considero necesario y justo repetir, como conclusión de esta presentación, que el autor del Comunicado ha abordado una amplia gama de temas y problemas, casi todos muy importantes a efectos de la reconstrucción del partido comunista, sobre los que es pues necesario que todas las Fuerzas Subjetivas de la Revolución Socialista se aclaren, salgan de la confusión y de las vagas alusiones y lleguen a alineamientos definitivos: será un paso adelante en la vía para llegar a la necesaria comprensión de nuestras tareas y de nuestra línea. Sobre algunos de estos temas el autor ha indicado soluciones justas que formarán parte del patrimonio del futuro partido comunista.

        

Umberto Campi

(5 de septiembre de 1999)